Con frecuencia nos quejamos de nuestra biografía: posiblemente no hemos tenido los mejores padres del mundo (los más sabios, los más inteligentes, incluso ni los más guapos, etc.) o la vida nos ha zarandeado, como un barco en plena mar en una terrible tormenta, o nuestro paso por la escuela fue como una mala pesadilla o nuestra salud está hecha trizas (como un jarrón arrojado al suelo), o nos han diagnosticado una enfermedad que nos incapacita para realizar las labores cotidianas, o el amor nos ha sido esquivo, es decir, nuestra felicidad pareciera que se escapara como el agua recogida en una cesta. Todo esto y más nos ha podido pasar. Eso no lo podemos cambiar: ni tener otros padres, ni otros profesores, ni otro cuerpo más sano, ni nuestros fracaso ante el amor. Eso es pasado.
Pero sí podemos construir nuestro futuro: teniendo una actitud más solidaria con los otros y con nosotros mismos, más creativa, más comprensiva, más humana. Todo eso depende de cada uno de nosotros. Una actitud positiva ante la vida nos puede iluminar la oscuridad más densa. Por esto, V. Frankl, creador de la logoterapia, que estuvo varios años en un campo de exterminio judío, nos dejo su legado de la necesidad de encontrar sentido incluso en las situaciones límites de la vida: muerte, enfermedad y sufrimiento.
No creo en el determinismo. El ser humano puede cambiar, al menos su actitud ante su propia existencia. Es falso pensar que todo depende de nuestra biografía, o de nuestra herencia genética o del entorno donde hemos vivido. Todo eso puede condicionar, pero no determinar. Ante todo el ser humano es libre para elegir su actitud ante su existencia.
El propio Erich Fromm, comparó a la vida con una partida de ajedrez. Es cierto que es importante para ganar hacer una buena “apertura” (comenzar de forma saludable la vida de cada sujeto) pero en el caso que hagamos una “mala salida” (familia disfuncional, contexto social adverso, etc.) también podemos ganar la partida. Será más difícil, pero no imposible.
Por esto podemos afirmar que “somos hijos de nuestro pasado, pero no esclavos de ese pasado y sobre todo que podemos ser padres de nuestro porvenir” (Jerónimo Acevedo).
ALEJANDRO ROCAMORA BONILLA
Psiquiatra-Cofundador del Teléfono de la Esperanza
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