miércoles, 29 de abril de 2015

Del amor al suicidio todo es química

Todo es química.

El amor es química. El amor se siente por la acción en nuestro cuerpo de diferentes hormonas (la principal de las cuales es la oxitocina, por si sientes curiosidad). Y esas hormonas se segregan por la activación cerebral específica que viene mediada por unas sustancias llamadas neurotransmisores. Suena frío e incluso triste al leerlo así, con lo maravilloso que es el amor (casi siempre).

La ansiedad es química. La ansiedad es una respuesta adaptativa que nos es imprescindible para responder al estrés, lo cual era, a su vez, imprescindible para el hombre primitivo que fue nuestro antecesor, pero que se convierte en una lacra para el hombre moderno que no vive entre leones. Y esa respuesta de activación que necesitaban nuestros antepasados para luchar y huir se produce por la acción de varias hormonas (si sigues teniendo curiosidad, seguro que has oído hablar de la adrenalina y quizás hayas oído nombrar el cortisol). Y sí, esas hormonas también se generan por órdenes cerebrales que se transmiten a través de neurotransmisores. De nuevo un concepto frío, pero como a la ansiedad no le tenemos aprecio, al contrario que al amor, no nos importa tanto.

Y la depresión, por supuesto, también es química.

En la depresión no intervienen hormonas. No hay reacciones corporales producidas por sustancias que nos aceleran, nos exaltan o nos excitan (no pienses mal, que estaba hablando de la ansiedad). La depresión se produce en el cerebro y es la química cerebral lo que nos aletarga, entristece, desanima y nos quita las ganas de vivir.

Hace mucho que sabemos que algunas personas con síntomas de depresión tienen alteradas las respuestas de algunas vías de acción cerebrales controladas por la serotonina (¿Te acuerdas de los neurotransmisores que he nombrado antes? Pues la serotonina es uno de ellos).

Pero, ¿qué fue antes, el huevo o la gallina? Cuando estamos deprimidos provocamos en nuestro cerebro un déficit de serotonina o bien es el déficit de serotonina el que nos hace estar deprimidos? Es más, si la causa de la depresión fuera el déficit serotoninérgico (vaya palabreja, pero no me la he inventado, de verdad que se dice así), ¿por qué a algunas personas con síntomas de depresión se les corrige tomando fármacos que aumentan la serotonina libre en el cerebro y a otros no? Incluso hay muchos que se siente peor al tomar antidepresivos.

Hasta hace pocos años cuando ante un médico psiquiatra o un psicólogo se presentaba una persona con síntomas depresivos teníamos que diagnosticarlo a partir de la observación externa, su propia historia y sus respuestas conductuales y emocionales. Los clínicos con experiencia intentamos descubrir si los síntomas están asociados a una depresión primaria o reactiva. Eso es muy importante, porque normalmente sólo las depresiones primarias suelen reaccionar bien a los antidepresivos. Las depresiones reactivas son respuestas sintomáticas derivadas de otros problemas, normalmente psicológicos, que son el verdadero origen del trastorno y que al tratarlos hacen desaparecer los síntomas depresivos.

Saber si una depresión es primaria o reactiva requiere mucha experiencia, una buena capacidad de análisis y un gran conocimiento de la mente humana. Es como tratar de adivinar si un donut está relleno de chocolate o de crema sin poder abrirlo para comprobarlo (y sin la ayuda del cartelito delante de la bandeja que nos dice que contiene).

Y tú me preguntarás (y si no lo haces ya lo pregunto yo por ti): ¿Y con los avances científicos que existen no hay forma de hacer un diagnóstico de forma más objetiva? (Seguramente no lo hubieras preguntado de forma tan pomposa, pero captamos la idea, ¿no?)

Y yo te respondo: Sí, las hay. Pero las que existían hasta ahora, principalmente la resonancia magnética funcional (ya el nombre da miedo), son complejas y caras de aplicar.

Supongo que ya estarás sospechando que hay algo más, sino no tendría mucho sentido este artículo.

Una de las técnicas que hace muchos años que se conocen de análisis cerebral es el electroencefalograma, que consiste en medir el voltaje que se genera en la parte exterior del cráneo y que es la resultante de la actividad eléctrica que se generan en nuestro cerebro.

La electroencefalografía (a partir de ahora lo llamaré EEG, para abreviar, que se me cansan los dedos de tanto escribir) existe desde principios del siglo XX y se ha utilizado para diversos diagnósticos, sobre todo relacionados con daños cerebrales.

En la segunda mitad del siglo XX se pensó en crear bases de datos de EEGs de cerebros "sanos" para poder compararlas con los de personas afectadas de diferentes trastornos y problemas, pero aunque se obtuvo valiosa información, no fue determinante, ya que es difícil tener la certeza que una persona está realmente "sana" en todos los aspectos, puesto que existen muchos problemas cerebrales, tanto físicos como psicológicos, que están latentes hasta que un disparador ambiental los activa. Por otra parte, la diversidad cerebral se demostró difícil de estandarizar.

Pero (como tú, avezado lector, ya has sospechado) a finales del siglo XX y lo que llevamos del XXI el continuado trabajo sobre los EEG ha permitido obtener informaciones diagnósticas cada vez más útiles y fáciles de analizar.

Todo ello ha sido gracias al Neurofeedback, que ha permitido que muchos clínicos experimentados tuvieran acceso a EGGs y pudieran establecer correlaciones entre los síntomas, los diagnósticos y las ondas cerebrales.

Para quien no sepa lo que es el Neurofeedback, diré brevemente que es una técnica basada en el EEG, que se aplica tanto en la rehabilitación cognitiva en caso de daño cerebral, autismo, TDAH, envejecimiento cognitivo o demencias, como en la mejora personal, tanto profesional, como artística, intelectual o rendimiento escolar, y en el tratamiento de trastornos psicológicos como la ansiedad, depresión, obsesiones, fobias, etc.

Se basa el el condicionamiento operante (si no sabes lo que es, te lo explico en otra ocasión o lo puedes buscar en la Wiki, pero no te asustes si ves dibujos de ratas, que la técnica ha evolucionado mucho) para entrenar a la persona en la modificación de sus ondas cerebrales.

Algunos clínicos que llevan años trabajando con Neurofeedback se dieron cuenta que las personas con síntomas depresivos respondían a varios tipos de configuraciones del EEG. Una de ellas, la más evidente, se asociaba a varios desequilibrios hemisféricos (un hemisferio funciona con unas frecuencias dominantes diferentes a las del otro hemisferio) y (fíjate que cosas) se correspondía con las personas que mejor respondían al tratamiento con antidepresivos y que los clínicos diagnosticamos como depresiones primarias.

Y luego habían bastantes personas que aunque tenían síntomas depresivos no se manifestaban con el mismo tipo de desequilibrio hemisférico sino con otras manifestaciones menos visibles del EEG (normalmente, aparición o ausencia de algunas frecuencias concretas en diferentes zonas del cerebro) y correspondían a las personas que solemos diagnosticar con depresiones reactivas.

Así que ya sabes algunas cosas más sobre la depresión y la neurología. Lo que no sabes, y yo tampoco, es por qué una técnica tan efectiva como es el neurofeedback, tanto para el diagnóstico como para el tratamiento, que lleva desde el año 1960 aplicándose en EEUU y desde finales del siglo pasado en Hispanoamérica y Europa, apenas está implantada en nuestro país. Pero es que: España es diferente.

Una reflexión final, ¿Has pensado qué le ocurre a una persona con una depresión que le dura años y que a pesar de haber sido medicada, y cambiada la medicación en varias ocasiones, no se recupera? ¿Crees que es difícil que esa persona piense en el suicidio?

Es muy importante diagnosticar adecuadamente una depresión como primaria o reactiva, existen clínicos con experiencia capacitados para hacerlo y, además, hoy disponemos de herramientas neurológicas para ayudarnos en la tarea.

Es hora de usarlas.

Autora: Isabel Mª Ruiz, Neuropsicóloga www.neurofeedbackvalencia.es


domingo, 26 de abril de 2015

CRECIENDO PARA AYUDAR, AYUDANDO PARA CRECER


Último Curso de "CRECIMIENTO PERSONAL" Celebrado en el Teléfono de la Esperanza de Valencia.

Del 16 al 19 de Abril tuvo lugar en la Residencia de Moncada, como es habitual, una nueva edición del Curso de "Crecimiento Personal" en el Teléfono de la Esperanza de Valencia. Este Curso se integra en nuestro Programa de "Agentes de Ayuda", que desde hace muchos años realiza el Teléfono de la Esperanza a nivel nacional e internacional y habilita a los futuros voluntarios para poder realizar sus cometidos como Agentes de Ayuda en el Teléfono, así como a cualquier persona que lo realiza, para ayudar a los demás en un contexto de relación de ayuda en la familia, escuela, ONGs y en la vida cotidiana en general, ya que todos tenemos la obligación de desarrollar nuestra capacidad de ayudar a los demás y hacerlo de la mejor manera posible. Como dice el Presidente del Teléfono de la Esperanza de Valencia y cofundador del mismo, Ángel Madridtodos tenemos dos obligaciones ineludibles en la vida: la primera ser felices nosotros mismos y la segunda hacer felices a los demás. Cada una es inseparable de la otra, por lo tanto debemos desarrollar y capacitarnos para ejercitar ambas.

Esta es la filosofía del Programa de "Agentes de Ayuda": Creciendo para ayudar, ayudando para crecer. Ambas cosas son inseparables y no se puede hacer una sin la otra. Por lo tanto en estos días maravillosos de Abril, entre la florida primavera de Moncada, es lo que han intentado hacer un numeroso grupo de personas interesadas y comprometidas con su crecimiento personal, pero igualmente comprometidas en el crecimiento personal de cuantos les rodean, en el curso y en la vida cotidiana.

Y cuando se crece y se ayuda a crecer, la Primavera vuelve a surgir en nuestros corazones y hasta nos cambia la cara. Esto es lo que han vivido todos los participantes de este curso, como podéis apreciar por las fotografías que os presentamos. Personas felices por dentro y por fuera, dispuestas a seguir creciendo, después de plantar las primeras semillas en este curso, en muchos casos. A partir de ahora han comenzado a realizar el seguimiento, continuando con su proceso de crecimiento y profundización de lo aprendido. Serán diez semanas de trabajo en común, en grupos reducidos, que les ayudarán a seguir creciendo para ayudar a crecer.

Desde aquí felicitamos a tod@s l@s participantes y les deseamos lo mejor en el camino de superación personal emprendido, que sin duda les resultará útil a la hora de enfrentarse a la vida, aunque a partir de ahora quizás se asomen a ella con otra mirada. Enhorabuena y adelante amig@s







jueves, 23 de abril de 2015

VOCES DE ESPERANZA

Hay épocas de hundimiento,
y tiempos de soledad;
hay días sin sol ni cielo,
envueltos de oscuridad.

Se agotan las energías,
las ganas de continuar.
Se hace difícil dar pasos,
cansados de caminar.

¿Qué hacer en estos momentos?
¿Dónde mirar o gritar?

¡Se están sembrando semillas 
que te pueden ayudar!

Hay semillas de Esperanza 
que te pueden despertar,
si te decides y animas
si sabes llamar y escuchar.

Son los hombres y mujeres
atentos a lo que pasa.
Han sembrado junto a tí
Teléfonos de Esperanza

Gente que te acoge a gusto
si les haces tu llamada,
que te orientará feliz
y responderá encantada.

No tiene que preocuparte
si costará mucho o poco.Aquel que vale eres tú.
Porque vales más que el oro.

MIGUEL ROS GALLENT
Capuchino. Orientador Familiar del TE de Valencia

miércoles, 22 de abril de 2015

HOY ES UN BUEN DÍA PARA EMPEZAR , (CON CANCIÓN)

Perdí un juguete que me acompañó en mi infancia… Pero gané el recuerdo del amor de quien me hizo ese regalo.
Perdí mis privilegios y fantasías de niño… Pero gané la oportunidad de crecer y vivir libremente.
Perdí a mucha gente que quise y que amo todavía…Pero gané el cariño y el ejemplo de sus vidas.
Perdí momentos únicos de la vida porque lloraba en vez de sonreír…Pero descubrí que es sembrando amor, como se cosecha amor.
Yo perdí muchas veces y muchas cosas en mi vida. Pero junto a ese “perder”hoy intento el valor de “ganar“.
Porque siempre es posible luchar por lo que amamos, y porque siempre hay tiempo para empezar de nuevo.
No importa en qué momento de la vida te cansaste. Lo que importa es que siempre es posible y necesario recomenzar. Recomenzar es darse una nueva oportunidad, es renovar las esperanzas en la vida y lo más importante, creer en ti mismo.
¿Sufriste mucho en este periodo? … Fue aprendizaje
¿Lloraste mucho? … Fue limpieza en el alma.
¿Sentiste rencor? … Fue para poder perdonar.
¿Estuviste solitario en algunos momentos? … Fue porque cerraste la puerta.
¿Creíste que todo se había perdido? … Fue simplemente el inicio de tu mejora.
¿Te sientes solitario? Mira alrededor y encontrarás a mucha gente esperando tu sonrisa para acercarse más a ti.
Recomenzar. Hoy es un excelente día para comenzar con un nuevo proyecto de vida. ¿Donde quieres llegar? Mira alto, sueña alto, anhela lo mejor de lo mejor, anhela todo lo bueno, pues la vida nos trae lo que anhelamos.
Si pensamos pequeño; lo pequeño nos vendrá. Si pensamos firmemente en lo mejor, en lo positivo y luchamos por alcanzarlo; lo mejor va a venir a nuestra vida.
Hoy es el día de la gran limpieza mental. Tira todo lo que te encadena al pasado que te hace daño.
Arroja todo a la basura, limpia tu corazón, haz que esté listo para una nueva vida, y para un nuevo amor si te encuentras solo; pues somos apasionados, somos capaces de amar muchas veces, porque somos la manifestación del amor.
La vida te llama, te invita a una nueva aventura, a un nuevo viaje, a un nuevo desafío.
Proponte en este día a ti mismo que harás todo lo posible para alcanzar tus objetivos.
Recuerda que hoy es el inicio del resto de tu vida.
¿Qué otra cosa es si no la ESPERANZA? .........Empezamos?




jueves, 16 de abril de 2015

¿Psicología Positiva?

Bienestar psicológico, felicidad, optimismo, creatividad, amor, gratitud, fortaleza, resiliencia… 

Son palabras claves que definen la psicología positiva. Es viernes, me encuentro a las diez de la mañana sentado y con mi bloc de notas, en el salón de actos de la Facultad de Psicología de Valencia. Con cierta intriga de escuchar lo que hasta este momento apenas conocía: la psicología positiva. 

Apunto una frase que cita la ponente: “La psicología positiva, es una rama más de la psicología, con base y estudios validados científicamente pero con una clara diferencia; no focaliza la atención en la parte de las emociones negativas de la persona sino el centro de investigación son las cualidades y características positivas humanas, estudia lo que hace que la vida merezca ser vivida”. 

No puedo evitar verme afectado por ciertos prejuicios hacia esta corriente a la que yo había llegado a “tildar” de tipo espiritual o de una rama de la filosofía relacionada con la psicología. Pero, ¿de veras es psicología con mayúsculas?, ¿Es Psicología? 

Durante la ilustradora conferencia, voy abriendo los ojos ante esta corriente. Sin embargo, no puedo dejar de pensar en las modas sociales de mensajes de apoyo, en los manuales de auto-ayuda, en las técnicas pseudo-científicas de “vudús” y porque no, de “charlatanes” y embusteros. 

Hace poco entré en una librería buscando algún libro de psicología cuando me topé con un manual de auto-ayuda. Se llamaba “Encuentra tu propia estrella polar”. Estaba escrito por una psicóloga americana y en el reverso explicaba la unión armónica que se podía conseguir entre el yo esencial y el yo social para así redescubrir la verdadera esencia de “uno mismo”, a su lado, un libro espiritual y místico para alcanzar la plenitud a través de prácticas sin base científica y de resultados obviamente cuestionables. El “todo va bien” y el “ohmmm” frente a la meditación “laica” y “psicológica”. Los mensajes de “ánimo” carentes de objetividad y racionalismo, contra las técnicas psicológicas de regulación emocional a través de los aspectos positivos de la personalidad. 

¿Dónde empieza y dónde acaba esta rama psicológica?, ¿Cómo se ve afectada la Psicología general por su existencia? ¿De verdad la psicología positiva es una ciencia? ¿Hay estudios validados? Y, ¿sobre qué versan los mismos? ¿Es una moda? ¿Qué futuro tendrá esta corriente? 

Durante el transcurso de la historia de la Psicología, los enfoques y corrientes han sido orientados hacia el estudio y entendimiento de las patologías y enfermedades mentales centrándose en la debilidad del ser humano. Esto ha derivado en un marco teórico de carácter patogénico sesgando considerablemente el estudio de la mente humana. Digamos que se ha estado focalizando en la parte negativa, contribuyendo a asumir una visión pesimista de la naturaleza humana (Gilham y Seligman, 1999). 

La Psicología ha dedicado la mayor parte de sus esfuerzos a los problemas humanos y a cómo tratarlos desde la Segunda Guerra Mundial, concretamente la psicología positiva cuestiona las suposiciones del modelo de enfermedad (Vera, 2006). 

Es en este escenario cuando surge la psicología positiva. Los autores tienen como objetivo la investigación de la relación de las fortalezas y virtudes humanas, así como los efectos que estas provocan en las vidas de las personas. 

También se centran en el aspecto individual; la capacidad de la persona para el amor y la vocación, las habilidades interpersonales, el talento, la sabiduría, la motivación y los valores. (Diener, Suh, Lucas y Smith, 1995). 

De esta forma, la psicología positiva parte de la premisa de que la excelencia y la bondad de la persona son tan legítimas como el trastorno, el sufrimiento y la enfermedad (Park y Peterson, 2009). 

Uno de los principales es Martin E. P Seligman, psicólogo y escritor estadounidense. Es conocido por sus investigaciones sobre la indefensión aprendida y su relación con el trastorno de depresión. A su vez, ha sido un gran impulsor por sus aportaciones en el ámbito de la psicología positiva. Para dicho autor la psicología positiva estudia las bases del bienestar psicológico y de la felicidad, además de la importancia de las fortalezas y virtudes humanas. 

La psicología positiva también es una dimensión particular de la felicidad. Un estado en el que la atención, la motivación y la situación se encuentran, dando como resultado una armonía productiva o de retroalimentación (Csikszentmihályi, 1999). 

Podemos encontrar estudios que demuestran de forma empírica la validez de esta corriente y que manifiestan que el desarrollo de la misma no sólo no tienen un efecto positivo, sino que son una forma totalmente válida para la obtención de los resultados deseados por el terapeuta y paciente de forma satisfactoria (Park y Peterson, 2003). 

Pero debemos matizar que la psicología positiva no niega los problemas que sienten los individuos. Tampoco olvida lo negativo, como las tensiones y las adversidades, ya que todo en conjunto comprende el significado de vivir bien. 

Los estudios experimentales y longitudinales realizados por los positivistas, señalan que las emociones positivas como la felicidad y la satisfacción general con la vida, llevan realmente a mayores éxitos en el ámbito académico, social , familiar y personal afectando a una mayor longevidad y resiliencia (Lyubomirsky, King y Diener, 2005). 

Las emociones positivas están relacionadas con la capacidad de recuperación ante la adversidad. Un impactante estudio con personas que habían experimentado y vivido el 11 de Septiembre de 2001 así lo demuestra (Fredrickson, Tugade, Waugh y Larkin, 2003).

Las investigaciones revelan que el optimismo protege contra los efectos debilitantes de los eventos negativos (Peterson, 2000). 

Como podemos observar existe una gran cantidad de artículos dando validez a dicha corriente, pero también se debe reconocer la existencia de artículos más críticos y reacios ante esta terapia. Psicólogos, por ejemplo, como Marino Pérez Álvarez, intentan desmontar la psicología positiva además de utilizar adjetivos calificativos como “magia simpática” o “felicidad despótica” (Peréz-Alvarez, 2012) o de tildar a los impulsores de la psicología positiva y a sus seguidores como “ignorantes o manipuladores” (Fernandez-Rios y Novo, 2012). 

Es por ello importante establecer un límite o frontera para saber dónde acaba la ciencia y comienzan estas peligrosas ramas pseudo-científicas o místicas. Si bien, actualmente existen autores relevantes de la psicología positiva que no quieren predecir el futuro de la misma (King, 2003). 

Al respecto podríamos citar el film de Woody Allen “Manhattan” donde muestra la fuerza de las emociones positivas a través de la esperanza. En “Qué bello es vivir”, las relaciones interpersonales y la comunidad son fundamentales para afrontar las circunstancias difíciles de la vida. En el film “El sentido de la vida”, los protagonistas plantean con humor la trascendencia de la vida. “En busca de la felicidad”, en la cual, el protagonista explica la fuerza del logro de las metas y la búsqueda de la misma. O la oscarizada “El lado bueno de las cosas” con una ilustradora e impecable demostración directa de esta corriente. 

Así mismo, en la novela “matar a un Ruiseñor” escrita por la estadounidense Harper Lee, observamos la importancia de la capacidad de compromiso de los personajes con la justicia, la humanidad y lo valores éticos, experimentando así bienestar personal. 

Con todo esto, quiero recalcar la importancia y el estado en el que nuestra sociedad ha normalizado, no solamente la Psicología en general, sino el positivismo y la visión motivacional que ha generado nuestra humanidad. 

Esta rama se encuentra en una fase embrionaria de constitución, creación y aceptación. Además es respaldada por investigaciones validadas y por científicos que intentan impulsar dicha corriente. Es cierto que su recorrido se inició hace ya algunos años, pero ¿Cómo se ve afectada la Psicología general por su existencia? En principio todo aporte a la psicología basada en fundamentos científicos y válidos no debería ser un problema. Bajo mi punto de vista, todo lo que sea conocimiento y ciencia es siempre un aporte enriquecedor tanto a la Psicología como al objeto directo y misión principal de esta, el ser humano. Pero, ¿De verdad la Psicología positiva es una ciencia? Todo indica que sí, aunque existen artículos rebatiendo estos logros, hemos podido verificar sus efectos, su demostración empírica y sus sistematicidad en la aplicación nada desestructurada. 

¿En qué ha cambiado mi postura desde antes de realizar este articulo? 
En primer lugar en un plan profesional es una corriente que merece atención, dedicación e investigación para su crecimiento e implementación en su aplicación. Es una forma científica, perfectamente válida y eficaz de conseguir los resultados para un paciente que he podido conocer con cierta “generalidad” y me ha llamado a continuar con esta labor para poder mejorar mis conocimientos y habilidades como terapeuta en un futuro. Pero debe quedar muy claro, que al igual que la Psicología clínica, el tratamiento a través de esta corriente habrá que realizarlo de una manera individualizada y profesional, pues no todo vale en cualquier caso y a cualquier persona. 

Debo añadir que entraña cierto peligro la existencia, como hemos comentado en la introducción, de determinadas ramas pseudo-cientificas y corrientes llamativas sin base alguna. Las cuales, aprovechándose de las necesidades de los sujetos y pacientes, del desconocimiento sobre que es la Psicología en general y la Psicología Positiva en particular y que es lo verdaderamente científico, pueden perjudicar tanto al paciente como a la Psicología como Ciencia. Al quedar difuminada esta frontera entre lo científico y lo pseudo-cientifico por el desconocimiento será necesaria una especial labor por parte de la comunidad de la Ciencia de la Psicología para dar a conocer la Psicología Positiva, para divulgar, para evitar las estafas, y sobre todo para que la gente sea conocedora de la realidad de la misma, tanto psicólogos como el público en general. 

Como profesionales de la salud que somos debemos ser cautos y analizar desde la objetividad cualquier información que se nos plantee. Nuestra finalidad dentro de lo posible es contribuir honestamente a mejorar la vida de los demás, porque tenemos la responsabilidad como agentes de ayuda de socorrer a aquellas personas que sufren. Este concepto debería estar presente continuamente en los psicólogos. 

Autor: Enric Valls Roselló. Nº colegiado 12275
Psicólogo especialista en el ámbito clínico y de la salud, y colaborador del Teléfono de la Esperanza de Valencia
Correo: vallspsicologo@gmail.com

lunes, 13 de abril de 2015

¿Al psicólogo? ¡Pero si lo que yo tengo es dolor!

Esta puede ser la pregunta que muchos pacientes se hacen cuando su médico, casi siempre el especialista, les deriva al psicólogo para que participe en el tratamiento de su dolor, normalmente en los casos en los que éste ya se ha cronificado. Esto choca con la idea de algunas personas de que el dolor es algo exclusivamente físico, idea sostenida en una tradición de siglos. 

Cierto es que el dolor se empezó a trabajar experimentalmente desde modelos estrictamente médicos, que coincidían en conceptualizarlo como una sensación específica experimentada ante la presencia de estímulos nocivos, siempre resultado de un daño en el tejido, y cuya intensidad era directamente proporcional a la cuantía de la lesión (Wolff, 1986). Sin embargo, a mediados del siglo pasado un buen número de investigadores y clínicos comenzaron a darse cuenta de que esta forma de entender el dolor no explicaba muchas situaciones. Desde los trabajos clásicos de Beecher (1956) con soldados heridos en la batalla de Anzio durante la II Guerra Mundial, se fueron sucediendo multitud de investigaciones que alertaban sobre la falta de concordancia muchas veces entre el dolor y la lesión y la posible presencia de otras variables que lo explicaran. 

La verdadera revolución en este camino vino sin duda de la mano de dos autores, Melzack y Wall, que en 1965 formulan la famosa Teoría de la Puerta, y derivado de ella un modelo multidimensional que explica el dolor a partir no solo ya de una dimensión sensorial, que explicaría la parte más física, sino también de una dimensión afectiva y otra cognitiva (Melzack y Casey, 1968). Desde entonces el número de investigaciones ha ido creciendo y son muchos los autores que han trabajo en explorar cuáles son las variables que integran esas dimensiones y qué papel desempeñan en la experiencia del dolor. El volumen es tal que nos limitaremos a tomar alguna de las variables estudiadas, que nos puedan servir para responder a la pregunta da título a esta entrada. 

En lo que se refiere a la dimensión afectiva, hay consenso en afirmar que los pacientes con dolor crónico presentan mayores niveles de emocionalidad negativa (ansiedad, depresión e ira) que la población sana,y que éstas generan un impacto negativo sobre el dolor, determinado por muchas cuestiones (Redondo, León, Pérez Nieto, Jover y Abásolo, 2008). Detengámonos, por ejemplo, en la ansiedad. Esta emoción produce determinados cambios en nuestro organismo como la liberación de catecolaminas, que estimula los nociceptores, el aumento en la tensión muscular o una alteración en el funcionamiento de los opiáceos endógenos, cuya presencia en sangre se reduce, traduciéndose todo en un incremento de los niveles de dolor (Jansen, Arntz y Bouts, 1998).También asociado a la ansiedad aparecen conductas de evitación o escape, que han sido propuestas como un importante mecanismo mantenedor de dolor por algunos autores (Jensen, 2002). 

Pero además de lo fisiológico o lo conductual, son muchos los autores que han recurrido a mecanismos atencionales para explicar la relación entre ansiedad y dolor. Las personas con altos niveles de ansiedad presentan un sesgo en su atención que les lleva hipervigilar el estímulo que interpretan como amenazante. Esta hipervigilancia ha sido probada también en los pacientes con dolor crónico. Aunque hay algunas discrepancias asociadas a la metodología de los trabajos (procedimiento para medir la atención, diferencias en severidad del dolor, en ansiedad al dolor, depresión, etc.), un reciente estudio de meta-análisis concluye afirmando que los pacientes con dolor crónico atienden de forma selectiva a los estímulos dolorosos, ya sean palabras o imágenes (Crombez, Van Ryckeghem, Eccleston y Van Damme, 2013). 

La implicación práctica de esto es grande, ya que dentro de la dimensión cognitiva de la Teoría de la Puerta ya mencionada, justamente la atención ha sido una de las variables más estudiadas. En nuestra vida cotidiana todos hemos experimentado situaciones en las que estábamos padeciendo un dolor leve o moderado, por ejemplo de cabeza, cuando de forma imprevista ha surgido algo importante o que nos interesa (una visita de alguien, una llamada o una buena película) y de repente pasado un tiempo hemos tomado conciencia de que el dolor había desaparecido. O quizá, que habíamos dejado de verlo y, al volver a “mirar hacia él”, volvemos a “encontrarlo”. 

Además de la atención, la dimensión cognitiva está marcada por otro elemento importante, la valoración que hace el paciente sobre su dolor, es decir las creencias que tiene con respecto al mismo, que vienen marcadas por su experiencia previa, la observación de otras personas cercanas que hayan padecido dolor o la información proporcionada por médicos, medios de comunicación, etc. Esta dimensión explicaría por ejemplo cómo en algunos lugares del mundo hay personas que soportan sin apenas quejarse rituales que a la mayoría de los seres humanos nos resultarían insoportables, como mutilaciones, cortes, etc., que tienen para ellos un significado tan importante que les hace valorar el dolor como algo irrelevante o incluso positivo, ya que entienden que les hace más fuertes, que están entrando en la edad adulta, etc. 

El problema es que la ansiedad a la que antes aludíamos, presente frecuentemente en pacientes con dolor crónico, no solo les hace estar más vigilantes sino que les lleva también a explicar erróneamente los síntomas físicos que perciben, que con frecuencia son magnificados e interpretados de forma catastrofista (Crombez, Eccleston, Baeyens y Eelen, 1998). Esta catastrofización aumenta la percepción de intensidad de dolor de los pacientes y parece predecir cronicidad (Pavlin, Sullivan, Freund y Roesen, 2005). Por el contrario, la investigación muestra que las personas con mayor percepción de autoeficacia respecto al manejo de su dolor y a los efectos adversos de este presentan menores niveles de dolor, lo manejan mejor y responden mejor a los tratamientos (Turk, 2004). 

Resumiendo y sin querer entrar en las bases biológicas del dolor, parece según lo visto que algunos procesos cognitivos y estados emocionales ejercen una influencia a través de la corteza límbica, hipotalámica y frontal sobre los sistemas inhibidores descendentes, que permiten que la función cerebral superior influya en el procesamiento del dolor a través de estas vías (Suchdev, 2004). 

Sustentados en todos estos datos, se han desarrollado en las últimas décadas los llamados modelos de miedo-evitación, que han recibido una creciente popularidad a la hora de explicar el desarrollo y mantenimiento del dolor crónico y que están apoyados en la integración de tres variables fundamentales: la hipervigilancia, la interpretación catastrofista de los síntomas físicos detectados y la evitación de actividades. A partir de la combinación de estas tres variables se explican tanto el mantenimiento y aumento del dolor como la aparición y mantenimiento de la discapacidad (Vlaeyen y Linton, 2000). 

En definitiva y aunque queda mucho por investigar, estos son algunos datos que pueden ayudar a entender qué pintamos los psicólogos en el tratamiento del dolor. Otra cuestión es si los tratamientos que se están empleando se ajustan en algunos casos a la investigación básica descrita, o cómo se evalúa su eficacia, si es que se está haciendo. Pero ese es otro debate. 

De igual modo, parece que el papel de los psicólogos cobra protagonismo en este campo, y que los pacientes no han de asustarse cuando les deriven a nosotros, somos solo un eslabón más de su tratamiento, complejo y multidisciplinar, como no puede ser de otro modo por la naturaleza multidimensional del propio dolor. Pero cabría preguntarse si este abordaje biopsicosocial del dolor del que se nos llena la boca cuanto se trata la cuestión desde un punto de vista teórico y que nadie ya somete a juicio (Gatchel, Peng, Peters, Fuchs y Turk, 2007), se está llevando a cabo desde un punto de vista práctico. Sería bueno saber qué hace la administración o algunos médicos para dar respuesta a esto, si es que se lo han planteado.


domingo, 12 de abril de 2015

ENTREVISTA A EMILIO LLEDÓ

Continuamos en el Blog la serie de entrevistas que venimos publicando con insignes figuras del pensamiento actual,para que nos ayuden a reflexionar,a comprender y a entender la sociedad y el mundo que nos ha tocado vivir. Hoy os presentamos una entrevista con el gran maestro,Emilio Lledó,quizás el filósofo español más eminente en la actualidad. Un auténtico pozo de sabiduría,un deleite para el espíritu.

Como dice Lledó en la entrevista la principal tarea del ser humano es la de aprender,lo que da sentido a nuestras vidas es el aprendizaje,el deseo de saber,de hacernos preguntas.

Una auténtica delicia de entrevista para disfrutar y.....aprender. Pasadlo bien con ella.




sábado, 11 de abril de 2015

"LOS TELEDIARIOS ME DEPRIMEN": SÍNDROME DE FATIGA POR EXCESO DE INFORMACIÓN

¿Que ocurriría si un día nos levantáramos y no hubiera periódicos, ni libros, ni radio, ni televisión, ni internet, ni cine, ni ordenadores, ni teléfonos móviles, ni teléfonos fijos? ¿Seguiríamos viviendo? ¿El mundo seguiría siendo real? Por extraño que parezca el sol seguiría saliendo, la vida seguiría con sus momentos de alegría y sus momentos de tristeza, el amor, la esperanza y también el odio y la muerte serían un ingrediente cotidiano de nuestra existencia y habría nacimientos y fallecimientos. Es lo mismo que ocurría desde el inicio de los tiempos hasta la aparición de la imprenta. Y aquí surgen las preguntas: ¿qué nos aportan los medios de información? ¿El estar bien informados favorece el crecimiento personal o es un impedimento para la felicidad?

Síndrome de fatiga por exceso de información.
El síndrome de fatiga por exceso de información -information fatigue syndrome (IFS)- se caracteriza por el elevado nivel de estrés de quienes a toda costa intentan asimilar el caudal de información que les llega constantemente a través de la televisión, el teléfono móvil, los periódicos, la radio e internet. El IFS se caracteriza por un estado psicológico de hiperexcitación, ansiedad e inseguridad que provoca la parálisis de la capacidad analítica, pudiendo conducir a decisiones imprudentes y a conclusiones distorsionadas.

Según algunas estadísticas, casi la mitad de los altos ejecutivos y un tercio de los gerentes padecen este síndrome

No obstante, por extensión podemos afirmar que padecen este síndrome todas las personas que ante la toma de una decisión (la compra de un piso, elegir colegio para sus hijos, elección de una carrera universitaria, decisión para hacerse o no una operación quirúrgica, etc.), multiplican sus contactos y piden información exhaustiva a distintas entidades o consultan a numerosos profesionales y a pesar de todo no se deciden a tomar una opción. En un intento por elegir el mejor camino se bloquean y nunca llegan a la meta, es decir, no se deciden por ninguna opción pues todas le parecen insuficientes o mejorables. Como consecuencia, surge la ansiedad, la inquietud e incluso el aturdimiento con sensación de gran incapacidad y malestar consigo mismo y con los demás. 

De la información a la sobreinformación.
En una ocasión, un paciente depresivo, ante mi insistencia de la conveniencia de ir normalizando su vida y la necesidad de oír la radio o ver la TV, me dijo: “Mire, doctor, ya ni pongo la televisión, los telediarios me generan ansiedad y me deprimen más, para lo que hay que ver, todo son penas y desdichas, y ya tengo bastante con mi propia tristeza”. ¿Es esto cierto? ¿En el mundo solamente hay accidentes de coches, suicidios, atentados terroristas, violencia doméstica, abandono o secuestro de niños? Es al menos lo que más frecuentemente nos muestran los telediarios. 

Naturalmente esto es una visión sesgada del mundo, pero de alguna manera va calando en nuestra mente y va construyendo una imagen pesimista y negativa que no se corresponde con la realidad, pues ésta también está teñida de actos de solidaridad, de entrega y ejemplos de superación. Es verdad que podemos tener en tiempo real lo que está pasando en el otro extremo del mundo, pero casi siempre acentuando más lo negativo que lo positivo. Y lo que es evidente es que este tipo de información no favorece la madurez humana y mucho menos contribuye a su felicidad. Posiblemente tengamos muchos datos y cifras de la realidad actual, pero nos falta una reflexión sosegada y tranquila de las motivaciones más profundas de los seres humanos. En muchos casos nos quedamos en la hojarasca de las conductas olvidando los sentimientos más profundos. 

Paradójicamente esta inundación de información, puede tener un efecto negativo sobre la salud de las personas más vulnerables, al potenciar su inseguridad e ir configurando una forma de estar en el mundo teñida de pena y de tristeza. 

Por esto podemos concluir que la sobreinformación puede producir una desinformación. Como ejemplo, tenemos las campañas sobre la gripe aviar, la enfermedad de las ‘vacas locas’, el sida o el aceite de colza, para poner solamente algunos ejemplos sanitarios, donde la sobreinformación produjo mayor confusión y consiguientemente generó en el ciudadano de a pie ansiedad y temor. Es un ejemplo claro de que el exceso de información no siempre produce bienestar, sino todo lo contrario.

¿Es mejor no estar informado?
Tampoco este es el mejor camino, sobre todo en lo referente a la información médica. Es decir, es evidente que es adecuado estar bien informado; pero también es cierto que un exceso de información también se puede volver contra el individuo, pues no sabe cómo digerir tantos datos. Aquí, como en otros temas de la vida, es necesario conseguir un equilibrio y huir tanto de la carencia de información como de un exceso. 

Uno de efectos más perniciosos de la sobreabundancia de la información médica es que el ciudadano se convierte en su propio médico. Hoy todos hablamos del cáncer de mama, de la esquizofrenia, de la anorexia o del colón irritable. Todos queremos saber de todo. La mayoría de las personas opinan de esos o parecidos temas, pues ‘conocen’ a algún famoso que lo padece o han investigado el tema en Internet. Como consecuencia, podemos llegar a la interpretación errónea de los síntomas y también a la automedicación. Los dos grandes males de los que ‘juegan’ a ser médicos, psicólogos o terapeutas. 

Con frecuencia, me sorprende con que facilidad se habla de cómo curar un esguince, el tratamiento adecuado de la bulimia y no digamos de cómo superar la depresión. Tenemos tanta información sobre estos temas que hasta el más profano se permite opinar, dar instrucciones de cómo superarlo y en ocasiones hasta hacer un diagnóstico e incluso un pronóstico. Aquí se olvida un pensamiento, que se atribuye a Marañón: “No hay enfermedades sino enfermos”. Cuando se hace esta observación siempre existe el listillo que apostilla: “Pues a la vecina del sexto le sentó bien este o aquel tratamiento o al personaje de la tele le fue bien tal cosa”. Se intenta de esta manera, minimizar el saber médico o vulgarizar los conocimientos sanitarios. A nadie se le ocurre discutir con un ingeniero cómo se hace un puente, pero todo el mundo da su opinión ante la depresión de la madre e incluso se cuestiona el tratamiento del psiquiatra. Hasta este extremo ha llegado la generalización del conocimiento médico. 

La información médica, en los últimos veinte años, ha desbordado, en los países desarrollados, el circuito de los profesionales de la salud y ha invadido los medios de comunicación: todo periódico que se precie tiene su sección de salud, existen programas dedicados a los temas sanitarios y se han multiplicados las páginas web, que explican diferentes temas médicos. 

Esta divulgación médica se ha convertido en una avalancha con la aparición de internet. La cibermedicina está posibilitando la proximidad de cualquier ciudadano al mundo sanitario, pero con el inconveniente de que éste no sabe distinguir entre la información adecuada y rigurosa y la información panfletaria. Aquí cabría señalar, como ejemplo, las falsas promesas que vemos cada día en temas referidos a la alimentación: métodos de adelgazamiento y para mantener la figura, alimentación sana, etc. 

Está claro que una buena información médica ayuda al paciente a asumir mejor su enfermedad y, por lo tanto, el médico no tiene que importarle la utilización de internet por sus pacientes, sino, que lo verdaderamente importante es saber que tipo de web se visita para informarse de su dolencia.

Yo mismo, como médico psiquiatra, escribo artículos, que se publican en revistas y en blogs, sobre todo lo relacionado con la salud mental, porque considero que es muy importante hacer una buena divulgación de todos estos asuntos, que por otra parte nos afectan a todos. Estoy totalmente a favor de que todas las personas tengan a su disposición una información médica accesible, que pueda ser entendida por el común de los mortales, pero es necesario que esa información sea de calidad. En información sobre salud mental y emocional, esta calidad la pueden proporcionar las personas que realmente saben de lo que están hablando, es decir, los profesionales de la psicología y la psiquiatría. Información, sí, pero de calidad. 

Pautas para evitar el síndrome de fatiga por exceso de información.
# 1.- Debemos tener presente que tanto la desinformación como la sobreinformación son un inconveniente para el equilibrio psicológico del individuo. Aunque es cierto que debemos recabar datos para tomar una decisión (la compra de un piso, el cambio de puesto de trabajo, etc.), no es menos cierto también que una avalancha de información nos puede paralizar o confundir y, por lo tanto, no tomar ninguna decisión.

Debemos correr el riesgo de equivocarnos, pues la completa seguridad de que hemos elegido la mejor opción no existe y, si continuamos acumulando información, lo único que conseguiremos es multiplicar nuestra angustia y ansiedad. 

# 2.- Ante un problema económico, médico, educativo, etc. debemos pedir información al experto, pero esto no supone que debamos consultar a todos los peritos en la materia, entre otras razones porque siempre pueden aparecer aspectos no contemplados por el anterior.

A este respecto recuerdo una anécdota personal: cuando mi hija era pequeña ante la deformación evidente de su dentadura decidimos consultar a varios dentista. ¡Cada uno nos dio una solución! Unos decían que era preciso la extracción, otro que precisaba un aparato corrector y un tercero nos llegó a decir que no era necesario hacer nada por el momento. ¿Ante criterios tan diversos qué hacer? Al final nos dejamos llevar por la pura intuición y por el que estaba más cerca del domicilio (como se observará ninguna de ellas eran razones científicas). No obstante, por los resultados parece que la opción fue la correcta. 

# 3.- Respecto a la información sanitaria, el personal médico debe huir de excesivo tecnicismo y de una sobreabundancia de datos. Ambas posturas son graves errores a la hora de transmitir la información. La primera crea más confusión y angustia (“todos esos nombres raros me suenan a cosas malas”, decía un familiar de un enfermo); y la segunda, quizás descubra aspectos que el propio enfermo y la familia no se habían planteado, con lo cual la espiral del caos se acrecienta. Además, la información médica debe ser gradual, flexible y veraz, teniendo en cuenta al receptor (su formación, la situación ante la enfermedad, etc.) y buscar el momento oportuno para transmitirla. 

# 4.- La información diagnóstica y del momento evolutivo de la enfermedad debe ser realizada por el personal médico responsable del enfermo. Las consultas a internet, enciclopedias médicas, etc. en ocasiones más que clarificar la situación la contaminan, entre otras razones, porque existen webspseudocientíficas que provocan falsas expectativas o soluciones excesivamente fáciles, ante problemas médicos muy graves.

ALEJANDRO ROCAMORA BONILLA
Psiquiatra y catedrático de Psicopatología
Cofundador del Teléfono de la Esperanza

jueves, 9 de abril de 2015

Cuando el enfado es constante (Personalidades susceptibles)

Es habitual encontrarnos con este tipo de personalidades. Personas con las que nos es difícil convivir e incluso comunicarnos. Cualquier palabra la analizan en detalle para encontrar algo en su contra, interpretan las palabras de modo equívoco y ven ataques donde solo hay cordialidad.


¿A qué se debe? Todos somos susceptibles en algún aspecto personal, no podemos negarlo. Hay dimensiones más sensibles que otras que nos "pueden hacer saltar" en algún momento dado. Sin embargo, hay personas que parecen vivir en continua susceptibilidad. Es algo sin duda complicado que dificulta nuestra relación con ellas. Quizá por ello vale la pena adentrarnos un poco más en estos perfiles para comprenderlos, y ahondar en su comportamiento.

CUANDO LA OFENSA ESTÁ A LA ORDEN DEL DÍA

"¡Pero si yo no he querido decirte eso en ningún momento… no te lo tomes a mal, has malinterpretado mis palabras!" Seguro que en más de una ocasión te has visto a ti mismo diciendo estas mismas palabras, intentando convencer a la persona que tienes en frente de que no querías ofenderla. 

Son muchos los psicólogos que nos dicen que el enfado, es un acto de elección. Yo elijo si enfadarme o no. Cada uno de nosotros tenemos un umbral de sensibilidad más grande o más limitado a la hora de vernos afectados por los actos ajenos. Depende de nuestra personalidad, de nuestro carácter. De ahí la famosa expresión de "dos no se enfadan si uno no quiere". Es decir, hay personas más sosegadas que en un momento dado se dicen a sí mismas que no vale la pena, que es mejor dejarlo y no caer en un enfado inútil.

Sin embargo, las personas susceptibles prefieren caer siempre en el enfado. El doctor en psicología Martin Lyden, nos explica por ejemplo un aspecto interesante: según él, las personas susceptibles son aquellas que disponen de menos empatía. Seguro que esto ya lo intuías. Cualquier cosa que sudece a su alrededor lo procesan de acuerdo a su propio patrón. A su propio universo y su código de lo que es correcto y lo que no. Y la principal dificultad es que cualquier hecho es interpretado como un ataque personal. 

Si en una fiesta no los atendemos a ellos lo ven como un desprecio. Si hacemos una comida familiar o para las amistades, nos llamarán la atención por no haber hecho su plato preferido. Si nos envían un mensaje y no lo respondemos de inmediato, lo verán como una falta de atención. Como una demostración clara de que los estamos dejando de lado. 

Otro aspecto a tener en cuenta, es que suelen ser hábiles generadores de culpa. Si nos increpan que lo dejamos de lado conseguirán que nos sintamos culpables. Un rasgo tras el cual, además de falta de empatía hay un claro intento de victimizarse casi a cada instante.

CÓMO REACCIONAR ANTE LAS PERSONAS SUSCEPTIBLES

Sabemos que cuesta, que es difícil y que en ocasiones, nos gustaría dejarlos de lado. Pero antes de nada debes tener claro un aspecto: no todas las personas son igual que nosotros. Y no todos pueden podrán expresarse o comportarse como a nosotros nos gustaría. Deberemos respetarlos. Pero eso sí, marcando distancia y protegiéndonos.

Un modo sencillo y práctico es utilizar el sentido del humor.  Piensa que con las personas susceptibles es muy fácil caer en el enfado, en un serio enfado al ver cómo reaccionan y como nos echan en cara cosas que no son ciertas. ¿Qué podemos hacer? Mantén la cama y hazles ver la incongruencia en la que ellas mismas han caído, pero desde un punto humorístico. El humor inteligente es una perspectiva sanadora excelente.

"¿Pero por qué estás empeñado/a en ver la parte negativa de las cosas? ¿eres un
amante de las teorías de la conspiración? Oh, venga, déjate querer un poco más y disfruta de la vida, que son dos días". Expresiones como esta son prácticas y quitan tensión al momento. Intenta protegerte y establecer una prudente distancia para que no te afecten sus palabras, pero recuerda, vale la pena que les hagas ver lo incongruentes que llegan a ser. 

Hay una anécdota muy curiosa que vale la pena recordar en este artículo. En una entrevista al Dalai Lama se le preguntó por qué no estaba ni siquiera molesto con el Gobierno comunista chino. Como recordaremos, fue éste quien lo obligó a exiliarse y a tener que vivir situaciones muy complicadas. Bien, la respuesta del sereno Dalai Lama fue la siguiente: “Si me enojara, entonces no sería capaz de dormir por la noche o de comer mis comidas en paz. Me saldrían úlceras, y mi salud se deterioraría. Mi ira no puede cambiar el pasado o mejorar el futuro, así que ¿para qué serviría?”

Vale la pena tomar el ejemplo.