martes, 30 de septiembre de 2014

Pastillas para 'ser felices': la obsesión por los fármacos

Los españoles somos los terceros consumidores de ansiolíticos en Europa por detrás de irlandeses y portugueses. El insomnio y los trastornos de ansiedad a causa de la crisis económica están disparando el consumo. En los Estados Unidos domina el consumo de barbitúricos y las anfetaminas arrasan.



Automedicación
En los países ricos, la ansiedad, la obesidad, los dolores, el insomnio o la misma depresión, se suelen tratar por lo que dice un amigo o lo que le ha ido bien al vecino del quinto. Un ejemplo de esta situación es aquel paciente que al entrar en la consulta y como forma de presentación me dijo: “Mire, doctor, quiero que me recete la pastilla verde de la depresión pues a mi vecina se la prescribió y le ha ido muy bien”. Me quedé perplejo pues no sabía ni qué le pasaba, ni quién era su vecina y, por supuesto, a qué antidepresivo se refería con lo de “la pastilla verde”...


Polifarmacia
Es otro gran lastre de la medicina actual. Cuando acude una persona mayor a la consulta, es frecuente que, incluso antes de manifestar su dolencia, a modo de muestrario, extienda sobre la mesa del médico las diversas pastillas que está tomando: para el colesterol, la hipertensión, la ansiedad, el insomnio, el mareo, los dolores de cabeza, para el estómago, etc.

Entre otras razones, podemos afirmar que a esta situación se llega por dos caminos: una atención médica dirigida al síntoma (no a la persona como totalidad) y, por parte del paciente, una incapacidad para aceptar lo que mi abuela denominaba “las goteras de la edad” (dolores, insomnio, mareos, etc.). Ambas circunstancias, cuando se cruzan, se potencian y dan lugar a la polifarmacia en un intento por no sufrir (paciente) y en un deseo omnipotente de evitar todo sufrimiento (médico).

A todo esto podemos agregar otro dato: vivimos en “la cultura de la pastilla”: existe un comprimido para adelgazar, otro para dormir bien, para estar mejor, para estar más alegre, etc. Nuestra sociedad es una sociedad medicalizada y donde se busca el remedio mágico para todo, incluso en la medicina no oficial.

En este contexto, el medicamento adquiere un valor significativo. Es más, algunas personas no pueden vivir sin las pastillas, azules, rojas o amarillas. Pero no todas las personas tienen las mismas motivaciones en la utilización de los fármacos, casi siempre necesarios, pero en ocasiones utilizados para tapar alguna deficiencia psíquica. Veamos algunas de ellas:


1.- Sentimiento de inferioridad
Existen personas que parten de una concepción muy negativa de su cuerpo, de sus capacidades para estudiar o para relacionarse con el otro sexo. Una solución fácil es tomar una pastilla para adelgazar o una anfetamina para conseguir un “mayor rendimiento intelectual” o un fármaco para ser más alegre, menos introvertido. Pero en estas situaciones ocurre como en “la parábola del saco roto”, que la solución no está en llenarlo de piedras preciosas (todo se caía pues tenía un agujero en el fondo), sino en remendar, en reconstruir al sujeto para superar su sentimiento de inferioridad. La solución, pues, no está en la pastilla sino en la capacidad del sujeto para cambiar y tomar sus propias decisiones. Si no ‘remendamos’ nuestra propia existencia de nada servirán las opciones que tomemos, por buenas y sabias que sean.


2.- Concepto mágico del fármaco
En ocasiones, el sujeto toma la medicación, como Popeye comía sus espinacas, esperando que por arte de magia, se convierta en el más guapo, más fuerte o más deseado. De aquí, surgen los productos maravillosos para reponer la caída del cabello o no ganar peso, entre otros. En estas ocasiones se olvida que todo ser humano tiene capacidad para cambiar y cambiar a los demás.


3.- La ley del mínimo esfuerzo
En el uso de los medicamentos a veces subyace la ley del mínimo esfuerzo. Estamos inmersos en una cultura en la que se prima los resultados (ganar más dinero, tener más salud...) no los medios y el esfuerzo que tenemos que poner para mantener la “línea” o tener un adecuado nivel de colesterol, etc. Los medicamentos pueden ayudar a mantener un adecuado nivel de bienestar, pero cada uno de nosotros debe esforzarse por mantener una vida saludable.


4.- Bajo umbral de sufrimiento
Tanto el dolor físico como psíquico (la angustia) es mal soportado por la mayoría de las personas. Huimos de todo lo que huela a malestar y rápidamente tomamos el analgésico para el dolor de cabeza o de espalda o un ansiolítico cuando nuestro hijo adolescente no ha llegado a su hora a casa, etc. En estas ocasiones, los fármacos nos pueden quitar el síntoma, pero también nos pueden incapacitar para poder comprender mejor la situación y, consiguientemente, poner los remedios más oportunos. 

Es evidente que gracias a las investigaciones farmacológicas nuestras vidas son más agradables. Hemos conseguido un mayor nivel de bienestar e incluso, en ocasiones, se puede mantener una cierta calidad de vida en los enfermos crónicos (buenos ejemplos son los avances farmacológicos en el tratamiento del sida). Pero no podemos olvidar que el fármaco también se ha utilizado de forma inconveniente y que en ocasiones se abusan de los mismos. Una información cualificada sobre ellos y el uso racional de los medicamentos son los pilares para conseguir una adecuada salud física y psíquica.


ALEJANDRO ROCAMORA BONILLA

Psiquiatra, catedrático de Psicopatología y miembro fundacional del Teléfono de la Esperanza


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