
Para entendernos, una chica de hoy piensa que Marilyn Monroe estaba como un pandero, y no digamos nada las matronas romanas y las Venus de la cultura clásica. Para empezar no entrarían en las tallas medias que se venden en cualquier boutique. Y las Gracias de Rubens no encontrarían modelito para ellas ni en la sección de tallas grandes de El Corte Inglés. Lo que “mola” hoy es estar como Victoria Beckham, ese escurridizo manojo de huesos mal despachado, coronado por una displicente expresión de ajopuerro en forma de nariz.

El fitness (por desgracia el término anglosajón se ha colado en nuestro léxico), el “estar en forma” tiene mucho pues de pura moda, de código icónico defendido por los diseñadores, la publicidad, el cine y la televisión.
Para lograrlo sólo hay dos caminos: no comer, o comer menos, y hacer ejercicio. Los extremos son enfermedades, pero para el ciudadano medio el camino es hacer una dieta.

Aquí, entre las dietas-milagro y el cuidado racional del cuerpo vamos a intentar reflexionar sobre la manipulación en el que caemos. Que el tabaco hace daño es evidente, pero convertir el tabaco en el demonio negro que causa todos nuestros males, es olvidarse de otros tan peligrosos como la contaminación, la comida-basura y el consumo de alcohol, o simplemente conducir los fines de semana. En toda hipótesis es bueno ocuparse, no obsesionarse.
Quizás la mejor salida ya la apuntaba el sabio Pitágoras en este bello texto: “Si se os pregunta ¿en qué consiste la salud?, decid: en la armonía, ¿Y la virtud?, en la armonía. ¿Y lo bueno?, en la armonía. ¿Y lo bello?, en la armonía. ¿Y qué es Dios?, responded aún: la armonía. La armonía es el alma del mundo. Dios es el orden, la armonía, por la que existes y se conserva el universo”.
De modo que el arte de vivir es como coordinar dentro de nosotros una sinfonía, cuyos dos instrumentos más cercanos son el alma y el cuerpo. Ambos deben ser alimentados, templados sin excesos y sobre todo armonizados en buen concierto. Pero si falla el cuerpo o si este nos destruye y encabrita, no olvidemos que al final el jinete que lo domeña es sólo el alma, capaz de sublimar lo negativo y conducirnos, aún más allá de las limitaciones físicas, a la libertad, que es siempre interior.
PEDRO MIGUEL LAMET
Periodista, escritor y director de la revista Avivir, del Teléfono de la Esperanza
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