¿Será cierto que “todo tipo de mentira es pecado”, tal y como decía San Agustín hace 1.600 años? La verdad es que las personas dicen “mentiras blancas” para no herir los sentimientos de los demás. ¿Pero, y si el engaño, en las circunstancias apropiadas, promoviera efectivamente la confianza y otras formas del bien? Muchos dirían que tales engaños son éticos, morales e incluso útiles, observan Maurice Schweitzer, profesor de Gestión de las Operaciones y de la Información de Wharton, y Emma E. Levine, estudiante del doctorado de Wharton. En una reciente monografía, “¿Los mentirosos son éticos? Sobre la tensión entre benevolencia y honestidad” [Are Liars Ethical?: On the Tension between Benevolence and Honesty], Schweitzer y Levine analizan el “engaño que, a veces, puede ser útil para otras personas”.
En una entrevista concedida a Knowledge@Wharton, Schweitzer y Levine analizan también las implicaciones para empleadores y empleados de cosas como los códigos de conducta, la evaluación de rendimiento y la relación médico-paciente.
A continuación, una versión editada de la entrevista.
Una mirada un “poco diferente” sobre el engaño
Maurice Schweitzer: En nuestro trabajo, “¿Los mentirosos son éticos? Sobre la tensión entre benevolencia y honestidad”, analizamos el engaño de una forma un poco diferente a cómo las personas solían hacerlo en el pasado. Hablamos del engaño que, a veces, puede ser útil para otras personas. Solemos pensar en el engaño como engaño egoísta: miento para sacar alguna ventaja a costa de alguien. Solemos también pensar sobre la honestidad como algo que puede salir caro, pero que puede ayudar a otros.
En nuestra investigación, desvinculamos las dos cosas. Reflexionamos sobre el engaño que puede ayudar a otras personas, y sobre la honestidad que puede ser nociva para uno mismo y que tal vez salga cara para otra persona. Cuando separamos honestidad y engaño de intereses enfocados en lo social y lo personal, constatamos que las personas, en realidad, no se preocupan tanto por la cuestión del engaño. Descubrimos que la aversión a la mentira cuando las personas dicen “No me mientas”, significa, en realidad, “No seas tan egoísta”.
Percibir el momento acertado para mentir
Emma Levine: En general, el consejo que se daba era el siguiente: “Sea siempre honesto. La honestidad es la mejor política”. Lo que estamos diciendo es que tal vez debiéramos revisar ese consejo y proponer el siguiente: “Mienta, a veces”. La lección más importante de todo eso es entender cuándo debemos mentir. ¿Cuándo la honestidad perjudica de hecho la confianza y parece inmoral? ¿Y cuándo el engaño puede, de hecho, promover la confianza y ser visto como moral? Podríamos imaginar de qué manera eso podría usarse para la generación de información, ya que los gerentes necesitan siempre equilibrar la tensión entre benevolencia, ofreciendo una retroinformación generosa y solícita, y honestidad, por medio de información crítica y dura. Diríamos que ellos yerran efectivamente del lado de la benevolencia, si su objetivo fuera de hecho promover la confianza y las relaciones.
Separar la deshonestidad del egoísmo
Schweitzer: Lo que nos sorprendió fue que cuando separamos de hecho la deshonestidad del egoísmo, descubrimos lo que hay detrás de ese comportamiento — lo que las personas consideran moral o inmoral, cuando confían o no en alguien —, es decir, lo que importa realmente es hasta qué punto la persona es generosa, benevolente, y que el engaño juega un papel muy pequeño en eso…
Sobre el uso de las ganancias económicas para el estudio del tema
Levine: Estudiamos la tensión entre benevolencia y honestidad usando las ganancias económicas. Pedimos a algunas personas que fueran hasta un laboratorio y observaran a alguien, o interaccionaran con una persona, que hubiera tenido la oportunidad de mentir acerca del resultado de una moneda lanzada al aire o de un dado, de un hecho objetivo para que el compañero se viera beneficiado desde el punto de vista financiero. Por lo tanto, esas personas mintieron y fueron deshonestas de una manera que ayudara a un compañero. Después, pedimos a los participantes que juzgaran esa deshonestidad frente a la verdad que, de ser revelada, perjudicaría al compañero.
Constatamos que cuando se dice una mentira a los participantes, pero que los beneficia, ellos aprecian mucho esa deshonestidad. Eso aumenta su confianza y los lleva a pensar que su compañero es moral. Además, cuando observan a alguien que está mintiendo para ayudar a otra persona, para ayudar a alguien a ganar algún dinero, ellos también confían más en esa persona y la consideran más moral que alguien que es siempre honesto. Nuestra monografía consiste en tres experimentos diferentes [...] y cada uno de ellos contó con cerca de 200 participantes. Un experimento tomó como base el otro. El primero consistió en observar lo que sucedía cuando alguien mentía para ayudar a los demás, frente a ser honesto, lo que perjudicaba a otros. En el segundo experimento, con otros 200 participantes, analizamos el efecto de mentir para ayudar a alguien, pero que en realidad perjudica a esa persona. Por lo tanto, separamos las intenciones de los resultados. En nuestro tercer experimento que, una vez más, contó con unos 200 participantes, comenzamos a desvincular el efecto de mentir sobre sí mismo frente al efecto de mentir sobre los demás.
Equilibrio entre verdad y benevolencia
Schweitzer: Pensamos en la interacción con otras personas, podía ser con nuestros clientes, subordinados, podía ser que estuviéramos dando información a alguien, o explicando por qué estamos cancelando un contrato. Las interacciones que tenemos con las personas son, por norma, influenciadas no sólo por la honestidad brutal que deseamos comunicar, sino también por la preocupación importante que tenemos en demostrar atención por los demás.
Cuando, por ejemplo, decimos a un cliente que vamos a optar por otro proveedor, a veces formulamos esa idea de una manera muy diferente de la verdad pura y simple. Constatamos que, con frecuencia, nos importa mucho la benevolencia que las personas dejan entrever en su comunicación y que es a menudo más importante que la verdad pura y dura.
Por lo tanto, el consejo aquí es pensar sobre las maneras mediante las cuáles podemos equilibrar las dos cosas. Nuestros descubrimientos indican que tendemos preferiblemente a la benevolencia, y muchas veces lo hacemos de forma intuitiva. Llegamos a una conclusión importante en relación a algunos códigos de conducta, algunas exhortaciones que damos a las personas cuando decimos que la honestidad es lo que importa por encima de todo, o que la honestidad es siempre la mejor política: constatamos que no es eso lo que realmente queremos decir.
Nuevas reglas y procedimientos relacionados con la investigación
Schweitzer: Existen, en realidad, dos ideas fundamentales que proponemos para la implementación de esos descubrimientos. Una de ellas consiste en cambiar los códigos de conducta. En otras palabras, cuando hablamos acerca de códigos de conducta, y lo hacemos con honestidad, por el bien de la hipocresía, yo retiraría eso, porque no es lo que queremos decir, y no es lo que hacemos. En segundo lugar, pensamos en entrenamiento, pensamos en las reglas que implementamos cuando interaccionamos con nuestros compañeros en el trabajo y con nuestros clientes externos. No siempre nos esforzamos en ser completamente honestos. En realidad, ese no es un valor fundamental. Defendemos que haya coherencia, tanto en los códigos de conducta como en la manera en que entrenamos y enseñamos a otras personas. Nosotros nos preocupamos por demostrar interés y otros elementos de moralidad que serán realmente importantes para la orientación de las instituciones.
Creo que, a fin de cuentas, podemos ser más coherentes y menos hipócritas cuando reflexionamos acerca de la tensión entre honestidad y benevolencia, y cómo no siempre estamos realmente buscando la verdad absoluta. Creo que en lugar de decir que debemos ser siempre honestos con los demás, deberíamos pensar siempre en tratar a los demás de la manera que nos gustaría ser tratados. Deberíamos pensar en crear una comunidad en que uno se preocupa por el otro. Deberíamos pensar también en esa tensión. Es decir, como gerentes, como ejecutivos, queremos pensar en ese equilibrio en nuestros programas de entrenamiento y en la manera en que lidiamos con otras personas reconociendo, de forma explícita, que estamos haciendo cambios entre la honestidad y el preocuparse por los demás. Esa es la idea fundamental.
Otras implicaciones prácticas de la investigación
Levine: Hay muchos ámbitos en que las personas se enfrentan al conflicto entre honestidad y benevolencia de una manera muy intensa. Uno de ellos es el sector de la salud. Los médicos, muchas veces, tienen que comunicar noticias bastantes negativas a los pacientes. En realidad, investigaciones anteriores mostraron que los médicos mienten con frecuencia. Ellos inflan el lado positivo del pronóstico. Eso nos parece malo, y yo creo que ellos pasan por mucha tensión y conflicto imaginando una manera de enfrentar la situación.
Pero nuestra investigación indica que tal vez los médicos y, posiblemente, profesores y padres, debieran admitir de forma explícita esa tensión y ese equilibrio, reflexionando al respeto y dialogando sobre cómo lidiar con esas cosas. ¿En qué circunstancias la benevolencia y la bondad, y tal vez algo de deshonestidad, serían actitudes correctas o apreciadas, y de qué manera eso podría mejorar el ejercicio de la medicina?
Aplicación de la investigación fuera del contexto empresarial
Schweitzer: Otro caso en que tenemos que enfrentarnos con el equilibrio entre la honestidad absoluta y la benevolencia ocurre cuando interaccionamos con niños. Eso se aplica a los padres y también a los educadores. Los profesores aún tienen que dar información a los alumnos. Y ellos tienen que equilibrar la tensión entre ser totalmente honesto, benevolente y generoso, demostrando bondad y preocupación por el niño.
Como padres, decimos con frecuencia a nuestros hijos: “Nunca mientas”. Pero no es lo que queremos decir. Por ejemplo, antes de ir a casa de la abuela, decimos a los niños: “Recuerden dar las gracias a la abuela por el suéter y de decirle cuánto les gustó aunque, aquí entre nosotros, sepamos que nunca se lo ponen”.
Equívocos refutados por la investigación
Levine: Durante siglos, nosotros nos referimos a la honestidad como virtud y a la deshonestidad como perversión. Esa es una idea que ha circulado por la filosofía [...] empezando por Immanuel Kant y, en realidad, antes de él. Pero también, empíricamente, hay muchas investigaciones sobre el engaño mostrando cómo afecta de forma negativa la confianza, cómo nos enfada y cómo es inmoral. Pero, esos estudios, en realidad, analizaron sólo el engaño egoísta, las mentiras que contamos y que hieren a otros, pero nos ayudan.
Estamos intentando alterar esa idea, porque constatamos que cuando separamos el engaño del egoísmo, a las personas no les importa mucho la deshonestidad en sí misma. Lo que ellas quieren realmente es ayudar a los demás. Por lo tanto, creo que eso arroja nueva luz sobre esa idea de que el engaño es malo.
Lo que diferencia esta investigación de las demás
Schweitzer: Los trabajos anteriores que estudiaron el engaño confundieron engaño con egoísmo. Lo que sabemos sobre el engaño, en realidad, es lo que sabemos sobre el engaño egoísta. Nuestro trabajo hace esa distinción, por lo tanto podemos efectivamente aprender sobre el engaño per se. Lo que descubrimos es que la manera en que nos sentimos respecto al engaño no es, en realidad, tan mala. Eso es un desafío para esa enorme cantidad de investigaciones que tantas afirmaciones hizo sobre lo que el engaño puede o no puede hacer. Lo que sabemos, de hecho, es lo que el engaño egoísta hace o deja de hacer.
Levine: Me cautiva mucho la idea de analizar los efectos de la mentira en el contexto que favorece el aspecto social y de qué manera la tensión entre benevolencia y honestidad se manifiesta en el proceso de proporcionar información. ¿De qué manera eso afecta el rendimiento y cómo afecta las relaciones cuando proporcionamos información? Mucha gente tal vez diga que la honestidad es el medio por el cual mejoramos. La honestidad es importante para que se tenga una información precisa, para que nos convirtamos en mejores empleados, estudiantes. Pero es muy posible que necesitemos la benevolencia. Necesitamos la bondad. A veces necesitamos la deshonestidad para que tengamos confianza en mejorar.
Los efectos de la benevolencia y de la honestidad no siempre inciden sobre las percepciones de confianza y de carácter, pero pueden sin lugar a dudas afectar al rendimiento y las empresas. Estoy muy interesado en analizar eso a continuación.
University of Pennsylvania. http://www.knowledgeatwharton.com.es/article/toda-mentira-es-pecado-tal-vez/
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