Estoy bien, no pasa nada. Este conjunto de palabras esconden un mensaje enfrascado que no siempre advertimos, pero que, sin embargo, puede contener realidades bastante serias. Así, tras ese cotidiano «¿cómo estás?» muchos evitan dan una respuesta sincera porque se han habituado a enmascarar el dolor emocional, esforzándose en mostrar una imagen de resuelta normalidad.
Lo más recomendable en todos los casos es atrevernos a ser sinceros. Esconderse en las caracolas de nuestros sufrimientos personales crea costra, nos hunde capa a capa en un peligroso estrato donde asumir que nadie puede comprendernos y, por tanto, tampoco ayudarnos.
Un ejemplo, hace unos años la Fundación de Salud Mental de Reino Unido realizó una encuesta para saber cuántas veces solía pronunciar la población la clásica expresión «estoy bien».
Los resultados a los que llegaron fueron los siguientes: son 14 las veces que decimos en voz alta dichas palabras por semana. Asimismo, de la muestra analizada, solo un 19% decía sentirse realmente bien y por tanto, responder con sinceridad. El resto no solo recurre a esa muletilla por mero formalismo social, además, admiten que desvelar a los demás sus emociones, problemas y malestares les resulta tan incómodo como poco oportuno.
Si la Fundación de Salud Mental de Reino Unido llevó a cabo este estudio fue por una razón muy concreta. Los índices de depresión aumentan cada año, y no solo eso, se está llegando a un punto donde a gran parte de la población le cuesta mucho hablar sobre sus preocupaciones y malestares psicológicos con los demás (incluidos amigos, familia, etc.).
«El bienestar de cada uno está encerrado en el bienestar de todos».
-Hellen Keller-
¿Por qué insistir en que estoy bien si no es verdad?
Lo hacemos una y otra vez. En nuestras interacciones cotidianas rara vez falta el ya clásico ‘»Oye, ¿Cómo estás? Pues estoy bien, gracias». Podríamos decir que estas frases se han convertido en poco más que un convencionalismo social o incluso en un hábito falta ya de valor. Ahora bien, ¿quiere decir esto que, si el cartero o el vecino o la cajera del supermercado nos pregunta cómo estamos, debemos explicarle con detalle qué pasa por nuestras cabezas?
La doctora Abigael Saint, autora que ha participado en el trabajo antes citado, señala que debemos encontrar un término medio. Es necesario dejar de mentir, haciendo creer que todo está bien cuando no es así. Se trataría, por tanto, de recurrir a una ‘media verdad’ con esas personas que no forman parte de nuestro círculo cercano. Expresiones como ‘ahora mismo no muy bien pero esto se pasa o he tenido días mejores’ crean una interacción social un poco más auténtica.
- Hacer uso de una adecuada higiene emocional donde compartir con otros nuestras preocupaciones media en el bienestar.
- Es necesario concienciarnos de algo: es prioritario promover una interacción social donde poder hablar sin miedos o reticencias sobre nuestro estado emocional con quienes nos rodean. De ese modo, realidades como la depresión, dejarían de ser un estigma.
- Algo que señalan los expertos es que nos estamos convirtiendo en una humanidad ‘hermética’. ¿Qué significa esto? Básicamente que nos cuesta muchísimo abrirnos a los demás en materia psicológica. A día de hoy, esto es algo que se ve con frecuencia en nuestros adolescentes.
No sé expresar mis emociones, no sé cómo hablar de lo que me ocurre
En la encuesta citada al inicio se nos señala que más del 75% de la población admitió que les resulta muy difícil expresar sus emociones. Saben que hay algo ahí, algo que duele, que enturbia su día a día; es un estado interno tan complejo que no saben cómo empezar a compartir con alguien.
Así, tras el «estoy bien» puede hallarse la sombra de algún trastorno del estado de ánimo como la depresión. Esos malestares psicológicos se transforman en cajas de resonancia que nos dejan atrapados. No todos saben cómo abrirse a los demás, porque como bien sabemos, es difícil poner nombre a los sentimientos y dejar ir ese ovillo complejísimo que altera la calidad de vida.
Si preguntamos a alguien «¿cómo estás?» vayamos más allá de las palabras
La responsabilidad por no buscar ayuda por parte de quien sufre no es solo suya. A menudo, quien lo pasa mal ha dejado de pensar de manera razonable y vive en piloto automático. No ve salidas, desconfía y hasta puede asumir aquello de que «nadie puede ayudarme». Nosotros, como amigos, como padres, hermanos, vecinos o simples compañeros de trabajo debemos estar más alerta a la hora de detectar la angustia en los demás.
Por ello, ante la clásica pregunta de «¿cómo estás?» y la respuesta «estoy bien», deberíamos ser capaces de ir un poco más allá. Nunca está de más intuir qué expresa ese rostro, ese tono de voz, esos movimientos.
En caso de intuir cierta contradicción, no caigamos en expresiones como «¿seguro? Pues la cara que llevas no dice eso'» Lo más acertado en estos casos sería: «quiero que sepas que si en algún momento necesitas algo, puedes contar conmigo. Si quieres hablar, aquí estoy».
Para concluir, ahora que tenemos claro que tras el «estoy bien» hay muchas necesidades ocultas, intentemos mantener conversaciones donde promover la conexión emocional, ahí donde poder hablar sobre temas de salud mental e ir normalizando estas realidades, a menudo tan descuidadas en nuestra sociedad.
Fuente: https://lamenteesmaravillosa.com/estoy-bien-grito-emocional-comun/
Autora: Valeria Sabater, psicóloga.
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