viernes, 10 de septiembre de 2021

10 de septiembre: Día del suicidio.

“No puedo más. No tiene sentido continuar. Siento un gran vacío. Lo mejor es quitarme del medio. Solo quiero parar, no sé… Es abrumadora la sensación de derrota y vacío. Ya me he cansado. Mi vida está vacía de la mañana a la noche. Apenas me levanto de la cama porque al mundo le es igual y a mí también. No veo la salida.

Estas palabras son reales y todas ellas de personas que llegan a ese punto en el que creen que nada puede cambiar y lo más preocupante, la creencia de que de ellos no depende dicho cambio.

El suicidio ha sido y es un tema tabú.

En la actualidad aparte de los suicidios en la población en general, ha aumentado el número de adolescentes que se suicidan o lo han intentado. Con la pandemia se ha agravado.

¿Qué está ocurriendo?

Nos encontramos en la sociedad del bienestar, de la información, de la divulgación, de las redes sociales. Una época en la que invertir en uno mismo ya no es visto como un acto de egoísmo. Entonces, ¿a qué se debe?

¿Creen los adolescentes que su valor como persona depende del éxito en las redes sociales o de su popularidad?  ¿Necesitan el reconocimiento externo?

¿Poca tolerancia a la frustración?

Tal vez lo que necesiten es tener una mejor autoestima, saber que el mayor reconocimiento es el que ellos mismos se pueden dar y que nada de fuera puede llenar las inseguridades y vacíos propios de la edad.

Es evidente que algo falla, es evidente que la sensación de vacío es una alarma que jamás hay que ignorar.

El suicidio ya es la primera causa de muerte no natural por delante de los accidentes de tráfico.

Muchas de estas personas han tenido una infancia traumática, pero no nos equivoquemos, en muchos otros casos no ha sido así. La mayoría de ellas tampoco tienen un trastorno mental, entonces, ¿qué es lo que hace que una persona tenga la fortaleza mental de continuar, de una que tira la toalla y cree, piensa y siente que la única salida es suicidarse?

No hay una clara respuesta para esta cuestión, pues influyen múltiples factores, biológicos, genéticos, psicológicos, sociales, culturales y medioambientales.

Pero sí podemos intuir que hay personas que ante la adversidad, ante el más difícil momento de sus vidas, se dicen; “no puedo más, no quiero seguir así. No sé cómo ni cuándo, pero voy a salir de aquí.”

Sin embargo, otras se dicen: “No puedo más, no puedo seguir así, no hay nada que yo pueda hacer y si lo hay no tengo fuerza ni la esperanza de que algo pueda cambiar”.

Personas que no quieren morir, pero no quieren seguir viviendo de la misma manera. Por ello, es importante sacar a la luz esta problemática que aparece tímidamente en los medios de comunicación y en las conversaciones del día a día.

Hablemos del suicidio, no solo el 10 de septiembre, todos los días, en la familia, a nuestros hijos, en el trabajo, en terapia, en los medios de comunicación, en las tertulias.

Hablemos del suicido como hablamos del cáncer, o de los accidentes de tráfico o de la violencia de género.

Hablemos sin miedo a pronunciar esa palabra. Es la única manera de quitarle el estigma que tiene.

Atrevámonos a decirle a alguien de confianza: me siento mal, llevo un tiempo que no veo la manera de salir de este estado emocional o de esta situación. Se me pasa por la cabeza quitarme del medio. Lo pienso… no lo he planificado todavía, pero lo pienso a menudo.

De esta manera, comprenderemos que esa persona que parece que no lo va a llevar a cabo al menos de momento, sí se encuentra ya en la fase de ideación suicida y puede que dentro de un tiempo cuando algo le ocurra, sea el detonante que le lleve a planificarlo y ejecutarlo. Y si no lo dice, si no lo expresa, las personas de su alrededor no se darán cuenta.

Muchos suicidios podrían evitarse si las personas se atrevieran a decir que lo están pensando. Intervenir en la fase de ideación no es lo mismo que en la fase de planificación y mucho menos cuando la persona ya lo ha intentado y no le ha salido bien.

No somos más débiles, todo lo contrario. Hay que tener mucho coraje para decir: “No puedo, necesito ayuda”.

No quitemos nunca importancia a sus palabras de abatimiento y desaliento.  Entendamos que no importa la situación que esté viviendo: pérdida de un ser querido, divorcio, quiebra de su empresa, su sensación de poca valía etc… No olvidemos que dentro lleva su infierno particular, del que no sabe salir y lo peor, de donde cree que no puede salir.

Siempre hay salida, siempre.

Ya lo dijo Victor Frankl, en su obra “El hombre en busca de sentido”. Si encuentras un propósito, hallarás fuerzas para atravesar el sufrimiento y ya no será un sinsentido.

Y es que cuando la vida deja de tener sentido es cuando la alarma se enciende, cuando las sirenas suenan y justo ahí es donde hay que mirar dentro de uno mismo y afrontar el dolor que lleva dentro. Por ello, pídenos ayuda para atravesar al otro lado, donde te espera la liberación y la paz que jamás pueden habitar  junto al sufrimiento insoportable.

Con mucha responsabilidad, hablemos del suicidio.


Autora: Maribel Ruiz, Psicóloga General Sanitaria CV.18311.

domingo, 4 de julio de 2021

Ambiente y Genotipo. ¿Somos como somos porque nacemos, o porque nos hacemos?

¿Somos como somos porque nacemos, o porque nos hacemos?.

¿La respuesta a esta pregunta seria? "¿ambas cosas?". Vamos a verlo:

¿Cómo se relacionan ambiente y genotipo?

Genotipo y ambiente, y sus correspondientes estimadores, no son entidades estancas y sin ningún tipo de relación entre ellas, más bien al contrario, acostumbran a interrelacionarse, y normalmente de forma imbricada, lo que dificulta la tarea de investigar estas relaciones. En general, ambiente y genotipo pueden correlacionar, o bien interactuar; ahora veremos de qué se trata en cada caso.

Ejemplos de la contribución del genotipo y del ambiente a diferentes características conductuales normales y trastornos psicopatológicos:


A representa la varianza genética aditiva. 
C representa la varianza ambiental compartida. 
E la varianza ambiental específica.



Fuente: adaptado de McGuffin, Riley, & Plomin, 2001.


Correlaciones genotipo-ambiente

La correlación entre genes y ambiente se refiere a que un individuo con un determinado genotipo tiende a desarrollarse en aquellos ambientes que sean propensos a favorecer la expresión de este genotipo.
Tradicionalmente, se ha propuesto una taxonomía con tres tipos de correlaciones diferentes:

a) Correlación pasiva: se refiere al hecho de que el ambiente donde se desarrolla un individuo favorece la expresión de su genotipo. Se denomina pasiva porque ni el comportamiento ni el genotipo del individuo determinan el ambiente donde éste se encuentra. Se da en casos en los que, por ejemplo, los padres aportan ambientes de crianza que correlacionan con los genes que han transmitido a los hijos.

b) Correlación activa: se refiere a la que se establece cuando es la propensión genética del individuo la que provoca que éste busque, y eventualmente seleccione, el ambiente o experiencias que más favorezcan la expresión de esta propensión genética.

c) Correlación evocativa (o reactiva): se refiere a aquella por la cual se establece una relación "evocada" entre los factores genéticos y los ambientales, en la cual es la propia expresión del genotipo la que provoca situaciones (reacciones) que favorecen la aparición.

Excepto alguna característica física (como el color de los ojos, fruto de genes dominantes), todo cuanto constituye y manifiesta al ser humano, tanto físico como psicológico es consecuencia de la interacción entre factores genéticos y ambientales.

Los estudios de hijos adoptivos permitieron observar que algunas de sus características eran mas compartidas con sus padres biológicos que con los adoptivos, que les habían criado y educado. Los estudios con gemelos monocigóticos genéticamente idénticos permitieron observar la mayor semejanza física y psicológica que los gemelos dicigóticos.

Dentro de la influencia del ambiente, el mayor impacto radica en el ambiente individual, mas que en el común.

En un estudio sobre la heredabilidad de la anorexia nerviosa realizado sobre una población de 31.406 gemelos (Bulik et al., 2006) se observó que alrededor del 56% de la varianza del trastorno es genética y el 44% es debido a la influencia ambiental. De este 44%, el 5% corresponde al ambiente común o compartidos de las parejas de gemelos y el 39% al ambiente único o individual.

Siempre que hablamos en términos de influencia ambiental hacemos hincapié en el sobresaliente papel del ambiente común: familia, estilos educativos, tipo de escuela, clase social, lugar de residencia, etc., pero en todos los estudios realizados, es el ambiente individual, la historia de experiencias no compartidas lo que resulta más influyente y determinante.

No podemos olvidar la epigénesis, que es un método de sintonización final por medio del cual cada ser humano se acopla de manera eficiente a su ambiente y dependiendo de este expresa una determinada codificación genética latente.

Genes y ambiente están en continua interacción. Ni los genes determinan totalmente el físico o el comportamiento, ni el entorno los puede moldear a placer relegando a los genes a un papel secundario. No son opuestos, son complementarios. La genética modelada por el ambiente es la responsable de la personalidad.

La respuesta a la pregunta ¿somos como somos porque nacemos, o porque nos hacemos? seria: 

La herencia genética nos predispone y es el ambiente, sobre todo el ambiente individual y las experiencias personales las que determinan nuestra personalidad.

Autor: JC Navarro Marzo-Perpiñán. Psicólogo General Sanitario CV.14060.
Fuente: Bases genéticas de la conducta. Editorial UOC.


martes, 22 de junio de 2021

Pandemia y Prevención del Suicidio.

1.- Unas reflexiones sobre la situación excepcional actual de Pandemia

Estamos viviendo una situación absolutamente insólita e inesperada que genera incertidumbre y desasosiego.

Estamos viviendo un momento histórico que va a marcarnos para siempre. Un momento histórico que muchas voces califican de devastador, tanto como para compararlo con la II Guerra mundial.

Se trata de una situación que nos ha hecho tomar conciencia de algo que ya sabíamos pero que, a menudo, olvidamos: nuestra vulnerabilidad, nuestra fragilidad, tanto individual como colectiva.

Los SENTIMIENTOS que surgen como consecuencia de esta situación son:

1)- El MIEDO y  la ANSIEDAD GENERALIZADA que bloquean a quien los padece.

2)- Gran TRISTEZA, tan grave, que puede desembocar en una DEPRESIÓN.

3)- Sentimiento de INDEFENSION, cuya consecuencia inmediata es creerse en absoluto desamparo, en definitiva, pensar que cualquier acción defensiva que se emprenda será inútil. Y esto ocurre a pesar de que se conocen ya algunas medidas preventivas: mascarillas, separación interpersonal y lavado de manos, entre otras.

4)- sentimientos de absurda DISTOPIA que no se creía llegara nunca a occidente, por tanto “cualquier cosa terrible es posible que ocurra” y nadie está a salvo.

5)- Sentimiento de PÉRDIDA, sensación de que se ha perdido la vida conocida, la estabilidad económica, la libertad de movimiento, la ilusión del control de nuestras vidas, del contacto físico con quienes amamos… y además de estas pérdidas, la única seguridad es que el futuro no presenta más que incertidumbres de corte negativo.


2.- ¿Puede la situación de Pandemia inducir al Suicidio?

Hay que tener en cuenta que, en una situación tan sobrecogedora por la incertidumbre y sensación de indefensión que genera la Pandemia, se puede presentar la idea del suicidio como única y más satisfactoria salida, al menos en la que se conoce como la primera fase del suicidio, la de Consideraciòn.

Fase de Consideración, cuando se ve en el suicidio la única posibilidad para salir de una situación muy angustiosa y dolorosa.

Las siguiente fases son:

Fase de Ambivalencia, en que se considera el suicidio como solución pero se duda de sus beneficios.

Fase de Decisión, en la que ya se ha establecido un plan.

Lo deseable es que no se llegue a ninguna de estas dos fases y cortar el proceso en la primera de ellas.

Ahora vamos a analizar los factores facilitadores que desembocan en la primera fase comentada, según queda reflejado en las Guías de intervención en crisis suicidas elaboradas en el Teléfono de la Esperanza.

Estos FACTORES FACILITADORES que expondré a continuación, unidos a los 5 SENTIMIENTOS consecuentes a la situación de caos general en el que se vive durante una pandemia, aumentan de forma exponencial la posibilidad de llegar al punto en que se presente la IDEACION SUICIDA


Factores facilitadores:

1.- Conflictos familiares:

La situación de confinamiento sostenido durante semanas a causa del estado de alarma decretado para luchar contra la Pandemia, tiene como consecuencia una convivencia limitada a la vivienda y en la que, los que allí viven, tienen que pasar las 24 horas del día en un encierro que puede exacerbar las malas relaciones e incluso, si ya existía, agravar el maltrato intrafamiliar y la violencia.


2.- Personalidad y trastornos mentales

Las personas sometidas al confinamiento, cuando ya presentaban con anterioridad tipos de personalidad con características impulsivas o/y obsesivas, pueden agudizar su sintomatología de forma grave. Especial preocupación a propósito del Trastorno Límite de Personalidad que puede tener en ocasiones tendencia al aislamiento pero que, si es obligado, puede acrecentar los sentimientos de vacío existencial, las autolesiones y por supuesto las ideas suicidas.

Lo mismo podemos decir con respecto a otros trastornos como las esquizofrenias, que pueden no comprender el por qué no pueden salir de casa; o los trastornos del estado de ánimo como la Depresión mayor o los trastornos Bipolares. Sin olvidarnos del amplio espectro del trastorno autista.


3.- Aislamiento y soledad

Ambos estados, cuando son impuestos y no deseados, como puede ocurrir con el confinamiento, provoca normalmente sentimientos de tristeza profunda y desinterés por la vida, asociados fácilmente al suicidio.


4.- Sufrimiento y pérdidas

Padecer una enfermedad grave ya sea crónica o puntual y aguda, puede hacer pensar en el suicidio como única salida ante la seguridad de que el sistema sanitario está desbordado atendiendo la Pandemia. Así, concibe la muerte como una liberación a su dolor sin otra alternativa.

De igual modo, encontrarse en duelo por una pérdida, ya sea de un ser querido o de una situación  económica  de  seguridad  que  se  prevé finalice a consecuencia de la pandemia, puede traer a la mente la idea de suicidio como un solución para no vivir esa situación que se adivina de malestar y sufrimiento.


Estas son las principales causas de aparición de la idea suicida.

Como es fácil deducir de todas ellas, se exacerban extraordinariamente ante la situación de incertidumbre que genera una llamada al estado de alarma y máxime si le sigue un confinamiento domiciliario como estrategia para combatir la pandemia.


ESTRATEGIAS de PREVENCIÓN


1º DETECTAR LA IDEACIÓN SUICIDA

Para lo que se dejará a la persona que la sufre, que exprese libremente su angustia y lo que la induce a creer que no tiene salida su situación.

2º En definitiva, facilitar la VERBALIZACIÓN DE LA IDEA SUICIDA. Dejarle hablar sin juzgar ni interrumpir, por mucho que lo estemos deseando.

3º NEUTRALIZAR LA IDEACIÓN SUICIDA.

Con técnicas como la de distraer su atención hacia escenarios más benignos como por ejemplo situarla en momentos de su vida en que vivió situaciones difíciles y pudo superarlas.

En esta última etapa conseguimos ampliar su visión de túnel y ampliar  el  abanico  de  alternativas  a  su  situación.  De  alguna  forma logramos que deje de lado la opción de acabar con su vida, restablecer el equilibrio y, si conseguimos que acceda a comenzar una Terapia, ya tenemos prácticamente evitada la idea de muerte por suicidio en su primera etapa, evitando que se presente ninguna de las dos siguientes.


ATENDER A LA FAMILIA

Y para terminar mi artículo, solo hacer una pequeña mención a la respuesta que debemos dar en el caso de ayudar a elaborar el duelo de los supervivientes al suicidio de un ser querido.

Hay que tener presente que, durante el estado de alarma por la pandemia, se  da una situación muy especial y dolorosa: no podrán despedirse. Por tanto, la elaboración del duelo será mucho más costosa por la complicación que ese elemento aporta de especial.

Capítulo aparte y merecedor de un trabajo en sí mismo es la intervención que se aconseja por el Teléfono de la Esperanza al atender la llamada de una persona que nos informa de que tiene un familiar con ideas suicidas.


Autora: Mercedes Santos Sánchez, Licenciada en Psicología. Escritora y colaboradora del Teléfono de la Esperanza de Valencia.


sábado, 5 de junio de 2021

LA IMPORTANCIA DE TU DIÁLOGO INTERNO

Es posible que nunca te hayas planteado cómo te hablas a ti mismo. De hecho, es
posible que te parezca algo irrelevante.

Sin embargo, si algo caracteriza a muchas de las personas que visitan el Teléfono de la Esperanza solicitando nuestra ayuda, es precisamente eso, que no pueden evitar pensar de manera negativa  ni saben gestionar de manera adecuada los pensamientos intrusivos.

¿Qué es el diálogo interno?

Es la conversación que mantienes contigo mismo cuando intentas explicar, comprender o evaluar alguna situación o experiencia vivida. Gran parte del tiempo esta conversación se está dando de manera inconsciente, por ello, es importante darte cuenta de cómo puede estar influyendo en tu bienestar psicológico.

El diálogo interno que tienes contigo mismo influye de una manera directa sobre las emociones que experimentas. 

Tal como piensas, así eres.


El diálogo interno puede aparecer así:

Autocrítico: te hablas culpándote mediante la desvalorización. Es una manera de maltratarte y castigarte.

Autoexigentese da en mayor medida en personas perfeccionistas y con tendencia a la autoexigencia. Es una manera de presionarte que te pone al límite generándote muchas veces ansiedad.

Victimista: te dices que no puedes hacer nada para cambiar lo ocurrido, que la culpa proviene del exterior y te lamentas de cómo son las cosas sin hacer nada para cambiarlo.

Catastrófico: imaginas el peor escenario posible, te anticipas a los hechos (que probablemente no sucederán) y los magnificas. Aquí puedes sentir angustia y ansiedad.


Imagina esta situación

Un amigo tuyo tiene próximamente una entrevista de trabajo en la empresa en la que trabajas, así que además de dar referencias positivas sobre él, le facilitas el contenido de lo que le van a preguntar, así que se lo prepara. El día de la entrevista, tu amigo comete un error importante y aún teniendo ventaja no le eligen para el puesto. Él comienza a decirse a sí mismo que es un fracasado y un inútil, que lo tenía más fácil que los demás y aun así ha sido derrotado. Cómo es posible que haya cometido tal error, es imperdonable.

¿Ves el diálogo que tiene?  Totalmente autocrítico.

Tú, ¿le dirías lo mismo a tu amigo?

O le dirías: bueno la verdad es que tenías ventaja y ha sido una pena que por ese error no hayas sido elegido, pero lo has hecho lo mejor que has podido y todos nos equivocamos. Tal vez no era para ti el puesto, quién sabe. No te castigues, has ido con la mejor de las intenciones.

Con ambas visiones te sientes frustrado, pero con la segunda, aceptas lo que ha ocurrido y acabas comprendiendo que ya no está en tu mano cambiar la situación y que no sirve de nada seguir castigándote.

Espero que este artículo te haya ayudado a reflexionar sobre cómo te hablas a ti mismo.

Próximamente te hablaré más sobre el diálogo interno que verdaderamente te puede ayudar.

Y recuerda que si nos necesitas, estamos los 365 días del año en https://telefonodelaesperanza.org/valencia


Autora: Maribel Ruiz, Psicóloga General Sanitaria CV.18311.

sábado, 13 de marzo de 2021

Qué puede hacer la familia de un depresivo para ayudarle

Que la depresión es una enfermedad que causa mucho sufrimiento es algo que testimonian todos cuantos la han padecido. También quienes, por razones de su profesión, les acompañan en ese doloroso proceso. La importancia que, en tales circunstancias, adquiere la familia como elemento de contención merece ser destacada. En medio de la experiencia de desconcierto, de estrés y, frecuentemente, de impotencia ante el sufrimiento en el que se debate la persona querida, se convertirá en un valiosísimo instrumento de ayuda si sabe controlar la ansiedad y actuar siguiendo las pautas que, de acuerdo a lo que recomiendan los expertos, son las más indicadas en el trato con las personas que adolecen de una grave depresión. Subrayaré algunas de ellas:

1.- Ponerle en manos de profesionales.
La depresión es una enfermedad grave. La intervención terapéutica sobre el deprimido no puede dejarse en manos de aficionados que, con indicaciones, a veces, contraproducentes, creen poder sacarle del pozo de desolación en el que se siente hundido. El principio de la sanación pasa por persuadirle de que precisa la intervención de especialistas en psiquiatría o en psicología. Convencerle, no siempre resultará fácil, pero es absolutamente imprescindible. El tacto y la delicadeza con que realicen esa tarea contribuirán a vencer resistencias y superar recelos. En cualquier caso, la familia deberá mostrarse persistente a este respecto, dispuesta siempre a acompañar al enfermo a la consulta médica y no oponerse, si así lo aconsejan los profesionales, a su internamiento.

2.- Ayudarle a aceptar la enfermedad.
Nadie es culpable de padecer una enfermedad. Cuando ésta se instala en una casa, tanto quien la sufre como quienes le rodean quedan profundamente afectados. Es difícil para la persona enferma aceptar su condición de tal. Tampoco es fácil para el resto de la familia. Sin embargo, el principio detodo proceso terapéutico pasa por asumir esa situación. Reconocer el hecho, aceptar las limitaciones que supone para el enfermo y para su entorno, reevaluar la relación emocional que se mantiene con él, modificar las expectativas que pudieran tenerse y ayudarle a que, tras el natural periodo de negación, tristeza o rabia, acepte lo que no está en sus manos evitar. Si eso se consigue y se mantiene el propósito de colaborar con los expertos en salud mental, se habrá entrado en la vía que conducirá a aminorar las consecuencias de la enfermedad.

3.- Estar a su lado.
Quienes nunca hemos experimentado un episodio depresivo tenemos dificultades para entender el grado de sufrimiento, desamparo y pérdida de sentido en que queda sumido el depresivo. No necesita piadosas recomendaciones, ni constantes invitaciones a que levante el ánimo o a que ponga más de su parte. ¡Cómo si eso fuera algo que depende de su voluntad!... Necesita de personas empáticas que no le juzguen, que le muestren comprensión, que, sencillamente, sepan estar a su lado.


4.-Respetar sus silencios.
Y hacerle llegar que se es consciente de su pesar y se está dispuesto a ayudarle. Disposición a escucharle, si quiere hablar, y comprensión y respeto, si prefiere guardar silencio. Sin olvidar que la tendencia al aislamiento y la dificultad comunicativa forman parte de la sintomatología del depresivo. Es absurdo presionarle para que se muestre expansivo o sociable como si eso fuera algo que estuviera a su alcance. Esas actitudes le tensionan y le hacen sentirse más solo ante la evidencia de que quienes le rodean no parecen percatarse de las limitaciones que le impone su enfermedad y del profundo dolor que las mismas le producen.

5.- No pedirle explicaciones.
Sencillamente, porque no las puede dar. Tampoco él sabe qué le pasa. Exigírselas es una torpeza que le provocará irritación. Y que reforzará su convicción de no ser entendido. Demandar explicaciones racionales para algo que nada tiene que ver con la razón, no es, si se me permite la redundancia, nada razonable y refuerza al depresivo en su experiencia de profunda soledad. Lope de Vega que sufrió graves depresiones, dice: “Si me preguntase a mí mismo qué mal tengo, no sabría responderme, por mucho tiempo que lo pensase”.

6.- Huir de los consejos.
Las invitaciones a que se anime, a que ponga de su parte, a que salga, a que se divierta, a que participe en actividades… son indicaciones condenadas al fracaso. Simplemente, porque no está en sus manos seguirlas. Refiriéndose a su experiencia terapéutica, recordaba el Dr. Vallejo Nájera que casi todos los que han padecido una depresión referían, pasado el tiempo, la angustia que les producían esas consignas dictadas por la buena fe de sus allegados. Sin entender que el bloqueo que sufre le lleva a ver cualquier tarea, por rutinaria o nimia que parezca, como una carga abrumadora.

7.- No presionarle.
De ahí la importancia de evitar consignas en ese sentido. La depresión, ya lo dijimos, no es algo que se elija. Tampoco algo cuya superación dependa de la libre voluntad. Insistirle para que se comprometa con actividades con las que no se siente cómodo resulta contraproducente. Lo explica gráficamente, de nuevo, Vallejo Nájera: “La depresión imposibilita para el disfrute de nada. Si le lleva a una película cómica, ‘le llevé para ver si se reía un poco’, sólo percibirá el enorme esfuerzo que le cuesta salir de casa, que no es capaz de seguir la acción del film porque se fatiga su atención, que los demás ríen y el permanece indiferente y que tiende a ensimismarse dando vueltas a sus negros pensamientos sin atender a la proyección. Si ocurre esto en algo pasivo y agradable como ver una película cómica, podemos deducir cómo queda aplastado si se le obliga a acudir al trabajo, a enfrentarse con un problema o una ardua tarea para la que se siente incapacitado”.

8.- Trasmitirle esperanza.
La vivencia depresiva es, lo venimos diciendo, difícilmente definible. La pena, la desesperanza, la angustia, la desgana, la sensación de impotencia se amalgaman en lo más hondo del alma y hace que quien experimenta tan desasosegantes emociones, se perciba como en un callejón sin salida, como en una oscura mazmorra de la que jamás podrá ser liberado. Quienes le son más próximos siempre podrán ofrecerle una pizca de esperanza. Y hacerlo con legítima coherencia persuadiéndole de que, aunque en esos momentos no pueda entenderlo, sí que hay salida de esa cárcel y luz al final de su túnel. La depresión es una enfermedad tratable y quien sigue las pautas que le marquen los profesionales puede abrazar la legítima esperanza de que llegará la mejoría.

9.- Reforzarle positivamente.
Rasgo relevante del depresivo es su déficit de autoestima. Tiende a ignorar sus luces y a recrearse en sus sombras, a recordar sus fracasos y a pasar por alto las ocasiones en que le sonrió el éxito, a destacar sus defectos y subrayar sus debilidades, obviando sus virtudes y los méritos contraídos a lo largo de su vida. En tales circunstancias, el papel de la familia es clave para resaltar sus cualidades, poner en valor las múltiples capacidades que atesora y, por encima de todo, lo mucho que, a pesar de las dificultades del momento presente, él o ella significan para quienes tanto les quieren.

10.- Cuidarse a sí mismo.
Una última consideración. Convivir con el depresivo es todo menos fácil. Los estados anímicos son, a poco que uno se descuide, contagiosos. Cuando son negativos tienden a generar, en su entorno, vivencias profundamente dolorosas y emociones contradictorias de difícil manejo. Cuidar a un depresivo es un desafío no menor para el que hay que saber prepararse y ante el que uno debe protegerse. No es fácil convivir y cuidar de alguien que se ha instalado en la tristeza, que puede tener comportamientos no fáciles de entender y con quien la comunicación es siempre complicada.
En tales circunstancias convendrá hacerse cargo de las preocupaciones y sentimientos de los distintos miembros de la familia, prestarse apoyo mutuo e intentar controlar las situaciones generadoras de estrés. La atención al deprimido no puede absorber todos sus recursos afectivos de manera que se descuide el “autocuidado” de todos y cada uno de los integrantes de la familia. Es un grave error dejarse atrapar por el duro oficio de cuidador, eliminando espacios en los que se puedan atender las propias necesidades. Quien no sabe cuidarse difícilmente podrá ser un buen agente de ayuda. Acabará culpabilizando al enfermo, perpetuando la situación de la que pretendía liberarlo. Velar, pues, por uno mismo, lejos de ser una expresión de egoísmo, constituye siempre una garantía de eficacia en el tratamiento del familiar enfermo.

Autor: JOSÉ MARÍA JIMÉNEZ RUIZ
Terapeuta familiar y vicepresidente del Teléfono de la Esperanza