martes, 15 de julio de 2014

LA ESTATUA Y EL CABALLO

Hace ya muchos años que leí un libro excepcional: El hombre en busca de sentido, de Viktor Frankl. Este psiquiatra vienés, que había estado prisionero en varios campos de concentración nazi, nos relata con sencillez, pero también con fidelidad, los horrores que allí pasó y cómo lo que realmente le mantuvo vivo fue el encontrar sentido a su vida: su deseo de escribir un libro donde poder contar esos horrores. Y así fue, como en viejos papeles que encontraba por el suelo relató las principales ideas de lo que después sería ese maravilloso libro.

También en nuestras propias situaciones límites (diagnostico mortal, un suicidio, la muerte de un niño, una enfermedad incurable, etc.) es cuando es imprescindible no quedarse pillado por la angustia del acontecimiento. En estas o parecidas situaciones lo importante, nos dice este autor, es que la persona encuentre el sentido a su sufrimiento. Así, cuando nos encontramos con una persona que afirma no tener futuro, no debemos entrar “al trapo” de su problema sino que deberemos intentar posibilitar que encuentre sentido a su presente o a su propia capacidad para encontrarlo. Es posible, pues, que para ayudarle a recuperar su futuro debamos insistir en sus posibilidades presentes. A veces, ocultas y que el propio sujeto puede desconocer. 



Un pequeño relato puede ejemplarizar esta cuestión: Había una vez un escultor que tenía una academia donde acudían niños de todas las edades a contemplar como trabajaba la piedra. Un día el alcalde del pueblo le encargó una estatua de un caballo para la plaza del pueblo. Los niños atónitos contemplaron la gran masa de piedra de granito que es llevada hasta el taller, donde el artista comienza a moldear la piedra. Uno de los niños más pequeños se ausentó durante un tiempo del pueblo y cuando nuevamente llega al taller se sorprende al ver la estatua del caballo y le pregunta al escultor: ¿Cómo sabías que dentro de la piedra había un caballo? Pero la auténtica realidad es que el caballo estaba en la cabeza del artista, no de la piedra, pero gracias a eso la estatua del caballo pudo estar presente en la plaza del pueblo. 


De la misma manera, en muchas ocasiones, el ser humano es el gran desconocido para sí mismo. Y sobre todo en las situaciones límites (una muerte, un homicidio, una violación, etc.) es donde puede descubrir todo los que lleva dentro; puede descubrir el “caballo” que esconde bajo su fragilidad, su angustia o su desesperanza. 

Es por esto que muy acertadamente V. Frankl, afirmó que “cuando el ser humano tiene un para qué, puede atravesar cualquier cómo”. Es decir, lo más importante no es el acontecimiento traumático sino si somos capaces, a pesar del sufrimiento y la angustia, descubrir el sentido (el caballo) que llevamos dentro.

ALEJANDRO ROCAMORA BONILLA
Psiquiatra-Cofundador del TE

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