No hables del amor si no has sentido dentro de ti las palpitaciones de la intuición y el desvelo de la emoción. Si no has arriesgado. Si no has dado y has aprendido a recibir con humildad y agradecimiento.
No hables de la tristeza si no has pasado noches en blanco preguntándote cómo fue que ocurrió. Si no has experimentado la dura sensación de permanecer sobre un fondo negro-gris sin saber cómo salir de ahí. Si no has llorado amargas lágrimas de decepción.
No hables de solidaridad y de cambiar el mundo si no has prescindido de recursos propios (tiempo, dinero, atención, escucha…) a favor de otros. Si te limitas a decir lo que “hay que hacer” y cómo deberían cambiar las cosas desde el salón de tu casa o en reuniones de amigos.
No hables de lo que no sabes.
No des cabida a un rumor “cierto” sin estar seguro de su verdad. No contribuyas a su propagación porque estás colaborando en un descrédito ajeno que no controlas.
No hables, ni apoyes, ni extiendas palabras, actitudes y acciones que no sean tuyas ni broten de tu yo más profundo. Porque haciéndolo puedes causar con “toda la buena intención” un daño irreparable, una herida que no llega nunca a curarse, un dolor imborrable.
Escucha, toma posición, haz tu propia valoración. Pero no hables si no es para colaborar en el bien.
M. Elena Valbuena
Voluntaria del T.E.
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