Estamos inmersos en un mundo donde lo que prima es la razón, la inteligencia, el comprender, no el sentir o emocionarse ante los pequeños o grandes acontecimientos de la vida. La inteligencia es la base de nuestro éxito personal y laboral. Vivimos como si los sentimientos solamente fueran un lastre para desarrollarnos en la vida. Por esto, se nos educa en el convencimiento de que cuanto más fríos y calculadores seamos más posibilidades de éxito tendremos. No podemos ser demasiado sensibles, ni dejar que los sentimientos invadan nuestras vidas. He aquí algunos de esos mitos que proliferan en nuestra sociedad occidental:
1).- Hay que decidir con la cabeza y no con el corazón: según este principio los grandes triunfadores, es lo que nos inculcan desde la más tierna infancia, serán aquellos que desarrollen al máximo su inteligencia (saber, almacenar conocimientos, etc.) y en un segundo lugar está el desarrollo de sus capacidades creativas, relacionales y afectivas. Pero esto no es cierto, a veces el corazón tiene una visión más completa que la propia razón. En la historia de la humanidad las grandes atrocidades se han cometido cuando se han mutilado los sentimientos y se ha hipertrofiado la razón. Un ejemplo, son los asesinatos y torturas cometidos por los dictadores (Hitler, etc.).
2).-Los sentimientos negativos son siempre malos: los sentimientos negativos (vergüenza, tristeza, miedo, ansiedad, etc.) siempre tienen un valor adaptativo. Es decir, el ser humano se sirve de ellos para poder seguir viviendo. Por lo demás, su bondad o no, dependerá de cómo se utilicen. Así, por ejemplo, si una persona tiene vergüenza ( sentimiento negativo) por su falta de cultura y toma la decisión de estudiar, ese sentimiento negativo le habrá servido para crecer como persona y sentirse en paz consigo mismo y con los demás (sentimiento positivo).
3).-Existe incompatibilidad entre los sentimientos negativos y positivos: es decir, según esta creencia ambos sentimientos son excluyentes: no puedo estar triste y al mismo tiempo estar tranquilo, por ejemplo. No obstante, nuestra experiencia cotidiana nos dice que esa contradicción no existe. Por lo tanto, la representación de los sentimientos no es una línea continua donde los extremos estarían representados por los sentimientos positivos y negativos, ni tampoco es una balanza donde los sentimientos positivos serían el contrapeso de los negativos, sino que la representación gráfica más adecuada es un eje de coordenadas donde el individuo esté situado en un punto donde convivan sentimientos positivos y negativos al mismo tiempo. Así, un persona puede sentir pena, tristeza y dolor por la muerte de un ser querido (sentimientos negativos) pero al mismo tiempo puede estar en paz consigo mismo (sentimiento positivo) por su actuación mientras duró la enfermedad.
4).-Prohibido expresar los sentimientos negativos: sin embargo, una educación sana es aquella que se soporta en pilares diferentes, es decir, proporciona un clima familiar en el que la emoción positiva (alegría, esperanza, etc.) se pueda expresar, pero también la rabia, los celos, la agresividad. "No te queremos menos por tu acto agresivo; te queremos más porque has sido capaz de expresarte y reconocer tu fallo". Este podría ser un buen lema para una familia sana. En definitiva, los padres, como catalizadores del desarrollo humano de sus hijos, deberán facilitar la libertad de sentir, no solamente la libertad de pensar y de actuar.
5).-El gozar es negativo: gozar no es negativo, siempre y cuando no interfiera los derechos de los demás. Al igual que el bebé desea neutralizar el incremento de displacer (sed, sueño, hambre, etc.), también el adulto es muy sensible a la angustia, desvalorización de los demás, etc. En este segundo supuesto la satisfacción no siempre puede ser inmediata (como en el bebé), pero sí procurar compensar, de alguna manera, esa carencia y siempre respetando el derecho del otro.
Alejandro Rocamora Bonilla Psiquiatra-Miembro Fundador del TE
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