No solamente Picasso, Freud, Quevedo o Miguel Angel fueron creativos; también el padre de familia, el portero de mi bloque o el tendero de la esquina pueden desarrollar y manifestar su creatividad. Existe, pues, la creatividad artística y científica, que es patrimonio de unos pocos, pero también existe la creatividad en la vida cotidiana: la mía o la tuya querido lector. Esta reflexión se refiere a esta última.
La creatividad en la vida cotidiana supone capacidad para hacer comparaciones y analogías; búsquedas de soluciones no esperadas, estar abierto a nuevas experiencias y tener el valor de arriesgarse. El que siempre reflexiona y busca la seguridad total y absoluta, es posible que consiga no equivocarse, pero desgraciadamente no podrá disfrutar de las nuevas experiencias. La persona creativa está en constante proceso de autodescubrimiento.
En este sentido somos creativos cuando ante cualquier problema o conflicto, o ante cualquier acción a solucionar, no respondemos de forma automática, sino que optamos por una nueva alternativa. Así podemos realizar nuestro trabajo profesional de forma creativa o no. He aquí algunos “hechos creativos”:
Si cuido a un familiar enfermo, no solamente atendiendo a sus necesidades fisiológicas (higiene personal, alimentación, etc.) sino preocupándome por su sentir y creando un espacio acogedor donde pueda expresar sus emociones y de esta forma aminorar sus sufrimientos… estoy creando.
Si espero a mi esposo/a o a mi hijo/a que vuelve de su trabajo o de una velada festiva, pero no solamente contando los minutos que pasan, sino preocupándome porque encuentren un hogar acogedor…estoy creando.
Si ante la escucha de un problema de un familiar o amigo, no oigo las palabras como el que “oye llover”, sino que intento comprender sus sentimientos... estoy creando.
Si escucho el relato de un amigo, de sus trágicas vacaciones, donde ha fallecido su hijo de cinco años y no me quedo en los detalles morbosos del accidente… estoy creando.
Conclusión
La creatividad en la vida doméstica, pues, no implica solamente descubrir un nuevo aparato, ni pintar un cuadro, ni ser un ser extraño. Se crea en la cocina preparando una comida diferente y se puede incluso crear en el mismo puesto de trabajo, aunque sea tan rutinario como estar en una cadena de montaje, si todos los días se presenta como diferentes al resto. En definitiva, la creatividad cotidiana nos facilita ser más felices.
Alejandro Rocamora Bonilla
Psiquiatra,Miembro Fundador del TE
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