domingo, 29 de marzo de 2015

La vida es eso que pasa mientras hacemos otros planes

Cuando me amé de verdad comprendí que, en cualquier circunstancia, yo estaba en el lugar correcto, en la hora correcta, y en el momento exacto, y entonces, pude relajarme.
Hoy sé que eso tiene un nombre… Autoestima

Cuando me amé de verdad, pude percibir que mi angustia, y mi sufrimiento emocional, no es sino una señal de que voy contra mis propias verdades.
Hoy sé que eso es… Autenticidad

Cuando me amé de verdad, dejé de desear que mi vida fuera diferente, y comencé a aceptar todo lo que acontece y que contribuye a mi crecimiento.
Hoy eso se llama… Madurez

Cuando me amé de verdad, comencé a percibir que es ofensivo tratar de forzar alguna situación, o persona, sólo para realizar aquello que deseo, aun sabiendo que no es el momento, o la persona no está preparada, inclusive yo mismo.
Hoy sé que el nombre de eso es… Respeto

Cuando me amé de verdad, comencé a librarme de todo lo que no fuese saludable: personas, situaciones y cualquier cosa que me empujara hacia abajo. De inicio mi razón llamó a esa actitud egoísmo.
Hoy se llama… Amor Propio

Cuando me amé de verdad, dejé de temer al tiempo libre y desistí de hacer grandes planes, abandoné los mega-proyectos de futuro. Hoy hago lo que encuentro correcto, lo que me gusta, cuando quiero, y a mi propio ritmo.
Hoy sé que eso es… Simplicidad y Sencillez

Cuando me amé de verdad, desistí de querer tener siempre la razón, y así erré menos veces.
Hoy descubrí que eso es… Humildad

Cuando me amé de verdad, desistí de quedarme reviviendo el pasado, y preocupándome por el futuro. Ahora, me mantengo en el presente, que es donde la vida acontece.
Hoy vivo un día a la vez. Y eso se llama… Plenitud

Cuando me amé de verdad, percibí que mi mente puede atormentarme y decepcionarme. Pero cuando la coloco al servicio de mi corazón, ella tiene un gran y valioso aliado.
Todo eso es… Saber Vivir

Charles Chaplin

Tus fuerzas son mayores que tus dudas y tu labor consiste en experimentar para estar al corriente de lo difícil que es sostenerse sin comprender la importancia de estos valores. No te engañes porque ya no te hace falta tener lo mejor y lo más último del mercado, hacer el viaje más caro, tener un éxito rotundo o conseguir el cuerpo ideal a golpe de bisturí.

John Lennon dijo una vez que “la vida es eso que pasa mientras estamos haciendo otros planes”, como si no hubiese límite de tiempo, cuando en realidad el tiempo es lo más finito que hay y siempre llegará a su fin.

Nos levantamos cada día como si tuviésemos la eternidad para comprender en qué consiste realizarnos y dar un paso más allá de nuestras metas. Se nos olvida que la fugacidad de la arena al pasar al otro lado del reloj es nuestra opción de pasarnos al otro bando y seguir escalando la montaña. También se nos olvida que de momento es la única vida que tenemos la certeza de poder compartir.

Puedes pararte a pensar en que quizás algo se te está escapando y puedes reflexionar sobre cuáles son los valores que todavía no has comprendido, si te importa tanto hacer lo que la sociedad entiende por lo más grande o lo que para ti tiene importancia. No es que sea incompatible, es que lo primordial es lo que tú sientas.

Vivimos en un mundo que no nos permite percatarnos de que, día tras día, el sol se acuesta muy temprano. Estamos tan ocupados soñando y programando el futuro, que dedicamos el tiempo presente a empaquetar esos sueños que pensamos cumplir algún día y los mandamos a un destino en el que quizás nunca estaremos.

Postergamos nuestra vida a un tiempo mejor en el que tengamos más horas en el día o hayamos conseguido cumplir nuestros objetivos. Y, con esto, nos olvidamos de que nuestro reloj no conoce el mundo más allá de las 24 horas que sabe marcar y que la opción de pelearnos con nuestros sueños es la que nos otorga el día de hoy.

Se nos ha olvidado que vivir es comprender que el tiempo pasa sin rodeos y que nos da la opción de apreciar las pequeñas cosas que nos ofrece amarnos de verdad. Precisamente vivir consiste en esto, en saber reconocer y apreciar los caminos que nos dan pistas para comprender que nuestra media naranja está dentro de nosotros y que no tiene mucho sentido buscar fuera lo más importante que nos brinda la vida.

Así es que, mientras te dispones a desorganizar tu mundo para que todo esto ocurra, no te olvides de tener muy presente que “la felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días“. Benjamin Franklin


sábado, 28 de marzo de 2015

¿QUÉ ES EL CRECIMIENTO PERSONAL?

PRÓXIMO CURSO DE CRECIMIENTO PERSONAL EN EL TELÉFONO DE LA ESPERANZA DE VALENCIA

Por crecimiento personal se entiende la actualización de las potencialidades humanas (psicológicas y espirituales) que la persona puede hacer más allá de su desarrollo natural en función de la edad. Con el trabajo de crecimiento personal la persona aumenta sus posibilidades de pensar, sentir y actuar de una manera saludable y plena. Es un trabajo distinto al que puede hacerse con la psicoterapia, destinada ésta a resolver problemas puntuales concretos. Sin embargo, a veces ambos tipos de trabajo coinciden y se complementan. 

Se podría decir que la psicoterapia trata de ordenar algo que está desordenado, es decir, es el paso de la desorganización a la organización, del caos al equilibrio, mientras que el crecimiento personal trata de llegar a la plenitud, es decir, una vez que ya se tiene la organización y el equilibrio desarrollar la propia capacidad para el gozo, la vitalidad y la creatividad. 

Una metáfora que puede ayudar a diferenciar el trabajo de psicoterapia del trabajo de crecimiento personal, es imaginar que cada persona tiene su propio jardín y es responsable de cuidarlo. El trabajo de psicoterapia consiste en limpiarlo de piedras, matojos y malas hierbas, remover la tierra, tapar los hoyos, etc., o sea, en dejar el terreno en buenas condiciones, mientras que el trabajo de crecimiento personal consiste en, estando ya limpio el terreno, regar y cuidar lo mejor posible las plantas y flores para que crezcan sanas y hermosas, expresando toda su belleza para deleite propio y de los demás. 


Desde hace muchos años el Teléfono de la Esperanza ofrece un Curso de Crecimiento Personal con la finalidad de desarrollar las cualidades positivas de los participantes. Pertenece a nuestro Programa de "Agentes de Ayuda", junto con el Curso de "Conocimiento de sí mismo" y el Seminario de Relación de Ayuda. Está abierto a todas aquellas personas interesadas en favorecer y potenciar su crecimiento y desarrollo personal. Para más información y ficha de inscripción al mismo puedes acceder a través del enlace que figura a continuación:


Fuente: Wikipedia 


jueves, 26 de marzo de 2015

La ansiedad: ¿enemiga o aliada?

La ansiedad es un estado de alerta que nos informa de amenazas importantes. “Es un mecanismo universal, se da en todas las personas, es normal, adaptativo, mejora el rendimiento y la capacidad de anticipación y respuesta. La función de la ansiedad es movilizar al organismo y mantenerlo alerta y dispuesto para intervenir frente a los riesgos y amenazas, de forma que no se produzcan o perjudiquen. La ansiedad pues, nos empuja a tomar las medidas convenientes (huir, atacar, neutralizar, afrontar, adaptarse, etc), según el caso y la naturaleza del riesgo o del peligro”
Ciñéndonos a esta definición, debemos considerar la ansiedad como un factor totalmente positivo para nuestro rendimiento personal, pero… ¿En qué medida tener ansiedad resulta siempre beneficioso?
La ansiedad en dosis moderadas resulta una herramienta totalmente útil para poder afrontar situaciones de riesgo y peligro que nos amenazan, nos ofrece la capacidad de movilizarnos para realizar una de las conductas anteriormente explicadas.
Cuando nos encontramos en un momento ansioso, más conocido como “Ataque de ansiedad”, solemos experimentar síntomas del tipo:
– Palpitaciones
– Sudores fríos
– Aceleración del ritmo cardíaco
– Malestar corporal
– Angustia
– Insomnio
– Falta de atención en el resto de cosas de alrededor
Todos estos síntomas y muchísimos más aparecen en ese preciso instante, pero ¿Cual es la razón de sentir todas estas sensaciones corporales?
Pues bien, debido a que la ansiedad te prepara generalmente, para luchar o huir en una situación de peligro, el cuerpo necesita encontrarse totalmente libre de cualquier carga innecesaria que le provoque ralentizar su objetivo, por lo tanto, el cuerpo comienza a eliminar todas aquellas “sustancias” que le son molestas o innecesarias para poder actuar con normalidad.
Otro dato curioso a destacar, es el hecho de que cuando experimentamos un momento de ansiedad, somos incapaces de centrarnos en varias cosas a la vez, o de centrarnos en las cosas que están ocurriendo a nuestro alrededor y que no tienen nada que ver con el origen de nuestra ansiedad.
Un claro ejemplo sería el hecho de que cuando experimentas un ataque de ansiedad o un momento ansioso, si alguien te hablase en ese momento preguntándote cualquier cosa, tu atención sería prácticamente nula al respecto, ya que, tu cuerpo preferiría estar centrado en aquello que te la está provocando para saber cómo debe actuar.
Por todo ello, la ansiedad siempre se ha considerado un trastorno de gran interés dentro del mundo de la psicología y además, uno de los más importantes que se deben conocer a la hora de tratar con un paciente que acuda por cualquier tipo de problema, ya que, todos los humanos, experimentamos ansiedad a lo largo de nuestra vida y nosotros, como profesionales, debemos dominarla por completo para poder explicarles por qué les ocurre, cómo les ocurre, y cómo pueden aliviarla.
Autor: Andrea Mezquida Ortega, Psicóloga Clínica y colaboradora del Teléfono de la Esperanza de Valencia

miércoles, 25 de marzo de 2015

Aceptar las cosas como son

Una de las fuentes de sufrimiento más comunes en el ser humano es el deseo de que las cosas sean distintas a como realmente son. Cuando un país pasa por una grave crisis, la población mira atrás y desea que todo fuera como antes, un antes que en su momento no se valoraba porque parecía aburrido o bien había otras aspiraciones.

Lo mismo sucede con las relaciones interpersonales. Quien tiene por pareja a alguien silencioso desearía un carácter dicharachero, y este último pondrá de los nervios a quien convive con él un día tras otro. ¿Por qué anhelamos siempre lo que no tenemos? 

Hay vida antes de la muerte; disfrútala” (Eduard Punset)

Nuestra forma de vida está tan basada en el cambio y el progreso, que a menudo valoramos negativamente la estabilidad sin saber cuál sería la alternativa.

La insatisfacción es lo que permite el progreso de la ciencia, las artes y todo lo que tiene que ver con la sociedad, pero cuando se vuelve crónica en nuestro día a día deja de ser un estímulo para teñir de negatividad nuestra vida.

Para ver el otro lado

UN LIBRO

– ‘Amar lo que es’, de Byron Katie (Urano).

Tras haber pensado en el suicidio, este libro traslada a ejemplos cotidianos el proceso de interrogación de la autora a través de un método denominado “el trabajo” para amar cada cosa y cada persona por lo que es y tal como es.

UNA PELÍCULA


Este filme trata de las segundas oportunidades. Su protagonista, tras pasar ocho meses encerrado por agredir al amante de su esposa, decide afrontar su vida y sus relaciones con una actitud positiva.

UN DISCO


La hija de Jane Birkin ha grabado un álbum notable que gira en torno a la identidad, las dudas y la dificultad para encajar en el mundo. Destacan ‘Devil or angel’ y la irónica y conmovedora balada ‘Real smart’.

Hay personas que, instalados en la queja y la amargura, molestan a los demás –y a sí mismos– de forma totalmente estéril porque de nada sirve señalar lo que no funciona sin ofrecer soluciones.

Madame Bovary dio nombre a lo que el filósofo Jules de Gaultier denominaría “bovarismo”. Se trata de un estado de insatisfacción permanente a causa del desnivel entre las propias ilusiones y la realidad. Sin abogar tampoco por el conformismo, si nuestras aspiraciones se hallan siempre a gran distancia de lo que tenemos, jamás alcanzaremos la serenidad. Como el burro que persigue la zanahoria, podemos pasar la vida entera esperando “algo mejor” para descubrir al final que ya lo teníamos y no habíamos sabido verlo.

Los manuales de psicología han puesto de moda el verbo procrastinar, que significa postergar aquello que deberíamos hacer hoy. Un aplazamiento que también se produce en un nivel existencial. Muchas personas postergan la felicidad hasta que cambie la situación que están viviendo. Se convencen de que cuando encuentren un trabajo mejor o la pareja ideal, por poner dos ejemplos, se darán permiso para disfrutar de la vida. Sin embargo, este planteamiento tiene un fallo de origen y es que nada resulta como esperábamos una vez que lo conseguimos.

Lo que ocurre es que muchas personas cuando llega el momento tan largamente esperado o deseado sufren una desilusión; entonces fijamos nuevos objetivos esperando que una vez alcanzados llegue, esta vez sí, el premio definitivo. Sin embargo, esto no acostumbra a suceder, ya que más que insatisfacciones existen las personas insatisfechas.

Del mismo modo que nos resulta difícil aceptar las cosas como son, también nos cuesta aceptar a los demás, ya que su forma de pensar y reaccionar nunca coincidirá con nuestras expectativas.

Al hacer un favor a un vecino, nos duele si no obtenemos el mismo trato por su parte cuando lo necesitamos. En el ámbito laboral, a menudo consideramos que los compañeros no cumplen con sus tareas, y el jefe o la jefa es un ser inútil que está dinamitando la empresa.

A veces debes conocer al otro realmente bien para darte cuenta de que sois dos extraños” (Mary Tyler Moore)

En esta clase de pensamientos está el punto de partida de la mayoría de conflictos interpersonales. Al esperar que los demás se comporten de determinada forma les estamos negando el derecho a su identidad. Además, al enfadarnos por estas diferencias obviamos algo muy importante: ser o actuar de modo distinto a nosotros no tiene por qué ser negativo.

Afortunadamente, cada persona tiene una combinación única de defectos y virtudes. Podemos aceptar su singularidad y sacar partido de las cosas buenas que nos ofrece o bien enrocarnos y señalar al otro como enemigo.

“A veces debes conocer al otro realmente bien para darte cuenta de que sois dos extraños” (Mary Tyler Moore)

En 2002, Byron Katie publicó un libro orientado a acabar con la insatisfacción personal: Amar lo que es. Basado en aceptar y reconocer el valor de lo que configura nuestro entorno, no se trata de resignarse a lo que hay, sino de amar nuestras circunstancias para mejorar desde ese punto de partida.

Esta autora norteamericana sostiene que “la realidad es siempre más amable que las historias que contamos sobre ella” y que cualquier enfado que tengamos con los demás es, en el fondo, algo de nosotros mismos que nos molesta. Por eso mismo desearíamos cambiarlos, porque resulta más fácil exigir la transformación del otro que la de uno mismo.

Convencida de que “lo que provoca nuestro sufrimiento no es el problema, sino lo que pensamos sobre el mismo”, en su best seller propone que la persona insatisfecha se entregue al “trabajo”, que empieza con estas dos fases:

1. Plasmar en el papel lo que no nos gusta. Tomar una situación o una persona que nos desagrada y especificamos quién o qué provoca nuestra tristeza, qué es lo que no nos gusta y cómo debería ser para que estuviéramos satisfechos.

2. Indagar en el problema a través de estas cuatro preguntas:

a) ¿Es eso verdad?

b) ¿Tienes la absoluta certeza de que eso es verdad?

c) ¿Cómo reaccionas al tener este pensamiento?

d) ¿Quién serías sin él?

Byron Katie sostiene que ante un pensamiento negativo solo tenemos dos opciones: o nos apegamos a él o indagamos para comprenderlo. Esa última actitud y una relación constructiva con nuestro entorno nos llevarán a un plano superior.

Señor, concédeme serenidad para aceptar lo que no puedo cambiar, valor para cambiar lo que sí puedo y sabiduría para reconocer la diferencia”

(Reinhold Niebuhr)

Una anécdota que se menciona en los talleres de superación personal tiene como protagonista a un violinista que en pleno concierto en Nueva York vio cómo se rompía una de las cuatro cuerdas de su violín. En lugar de detenerse, decidió adaptar la melodía a las otras tres cuerdas, algo realmente difícil con este instrumento. Cuando le preguntaron por qué había elegido esa opción, respondió: “Hay momentos en los que la tarea del artista es saber cuánto puede llegar a hacer con lo que le queda”.

Sin duda, la realidad nos pone a prueba y a menudo estamos expuestos a circunstancias indeseadas. La cuerda rota del violinista tiene su equivalente, en la vida cotidiana, en situaciones con mucho menos público, pero más dolorosas. En lugar de lamentar nuestra suerte, podemos preguntarnos qué es lo que nos queda y qué podemos hacer para restablecer el equilibrio en nuestra vida. Para que vuelva a sonar la música, no obstante, es necesario aceptar las cosas como nos ha tocado vivirlas, ya que son un reto y un aprendizaje. Al mismo tiempo, en lugar de buscar culpables, debemos aceptar a los demás y no fijarnos en su cuerda rota, sino en las otras tres que siguen sonando.


martes, 24 de marzo de 2015

La falsa Autoestima: Una máscara para ocultar una baja autoestima

La falsa autoestima, es como una imagen que nos creamos como protección, para que no nos hagan daño y sobre todo para aparentar que no tenemos problemas de inseguridad. A menudo, las propias personas que se crean la falsa autoestima, no son conscientes de que la tienen baja, ya que con las herramientas que utilizan para esconder la verdad, incluso ellos mismos acaban creyéndose que gozan de gran amor propio. 


También de forma consciente, muchos se ponen máscaras que no tienen nada que ver con ellos. Así tapan las debilidades, se sienten a salvo y logran que los demás no se den cuenta de su problema.


5 APARIENCIAS QUE ENGAÑAN Y QUE NADIE SE CUESTIONA QUE DETRÁS SE ESCONDE FALTA DE AUTOESTIMA

La Belleza:
Muchos piensan que una persona guapa, tiene que tener la autoestima alta y no es así en absoluto. La autoestima no depende de que una persona sea más guapa o más fea. Hay bellezas con baja autoestima y personas con mal físico y alta autoestima. Una persona es mucho más que un físico, es un alma y una personalidad que dirige el cuerpo.

Una persona fea puede valorar muchas otras cosas y no afectarle su fealdad, porque para ella puede ser mucho más importante una buena personalidad que rasgos físicos. ¿Cómo ver si una persona guapa tiene una buena autoestima o es falsa? Se puede ver en su manera de hablar y opinar. Una prueba clara es la de no reconocer su belleza y echar la culpa del buen aspecto al maquillaje y arreglo.

Las personas guapas con la falsa autoestima, tienen la creencia de que si les conocieran de verdad defraudarían. Se sienten como un engaño. Cualquier imperfección que tengan, como granitos, despeinarse, estar sin maquillaje, etc. les creará inseguridad. Por ello, como piensan que su belleza es gracias al arreglo, necesitarán estar siempre muy arregladas, a veces en exceso para aparentar seguridad.

Jamás verás a estas personas desarregladas ni descuidadas porque si lo hicieran perderían su autoconfianza.

Se agarran a la imagen porque dudan de su valía personal. Esto puede ser contraproducente, porque en cuanto el físico se vaya estropeando con la edad, también la seguridad irá decayendo. Sin el físico se quedan en nada, se esfuma su personalidad segura.


Éxitos profesionales:
Nada mejor que un buen puesto de trabajo para refugiarse en él y olvidar que no nos valoramos por lo que somos de verdad. Las personas de falsa autoestima que se escudan en sus éxitos profesionales, serán las que den su vida por el trabajo, sin apenas tiempo libre, pero no les importará porque sienten que son su trabajo y eso les da una identidad que les aporta seguridad. “soy abogado, soy médico, soy director, soy…” palabras mágicas, con las que se sentirán valorados exteriormente.

Necesitan sentirse “alguien” porque si les quitas su trabajo sienten que no tienen valor. Recordemos que no somos nuestro trabajo. Un buen puesto no debería ir ligado a la identidad, lo importante es quien seas como persona, sin importar a lo que te dedicas. Alguien con una sana autoestima y un buen puesto, no se sentirá superior, disfrutará de su suerte pero sin alardear ni aprovechar su éxito laboral para sentirse “alguien”.

En cambio una persona con falsa autoestima, necesitará presumir mucho de su puesto, incluso podría sentirse superior a otros. El complejo de superioridad esconde debilidad, es como un mecanismo de defensa que la mente pone en marcha para contrarrestar la falta de autoestima. Así las debilidades son enmascaradas y se produce el autoengaño como medida de salvación.


Economía y posesiones:
Igual que con el aspecto laboral, quien tiene una rica economía y muchas posesiones materiales, puede cegarse y unir su identidad a toda la riqueza material. El rasgo de una persona con una autoestima baja de economía alta, sería presumir de sus pertenencias y sobretodo, comprar todo lo necesario para estar a la última moda en todos los sentidos, ya sea en la ropa, en la electrónica, etc… Necesitarán tener lo mejor de lo mejor y lo más novedoso, porque así se sentirán valiosos.

Ese valor no se dan cuenta que proviene de lo que opinen los demás, por eso necesitan exponer lo que tienen y presumir, para recibir reconocimiento de la sociedad. Como en realidad no se valoran, necesitan que los demás sí lo hagan. Así se alimenta la falsa autoestima, agarrándose a cosas exteriores que se pueden perder, como el trabajo, dinero, posesiones, belleza, etc. Las personas de autoestima alta, en la situación de tener una buena economía, no se aferrarán a las modas.

No les importará llevar un móvil que no está a la última, tampoco necesitarán vestir de marcas caras como hábito, ni tener un coche lujoso, etc. No precisan ni presumir ni destacar, disfrutarán de lo que poseen, con humildad y sin sentirse superiores a nadie. Como gozan de una buena autoestima, no les importará lo que opinen los demás, no necesitan alardear de nada ni enseñar sus pertenencias.

No buscan el reconocimiento de nadie, lo poseen ellos mismos en su interior.


Narcisismo:
Otra manera de ocultar inseguridades, sería la de ponerse una careta de narcisismo. Estas personas piensan que hinchando el ego y sintiéndose los mejores, solucionarán su problema.

No lo hacen conscientemente, al no sentirse valiosos necesitan crearse una identidad falsa para sentirse bien en sociedad. Dan esa imagen de creerse los mejores pero en realidad por dentro no se sienten a gusto con ellos mismos. Pueden llegar a ser crueles, porque una persona que no se ama a sí misma, que no cree en su persona, tratará de atacar a las debilidades de los demás, para así situarse en una posición de poder, desde donde nadie podrá darse cuenta de su problema de autoestima.


Inestabilidad amorosa y éxito en ligues:
Las personas inseguras le temen al compromiso. Algunas lo que hacen es buscar a una especie de pareja líder y segura de sí misma para entregarse y dejar que les lleven. Otras para esconder el miedo al compromiso, tratan de ligar de una manera pasajera. Intentan ser ellos quienes dejen a la persona, para así sentir que son rompecorazones de éxito. Le temen a estar mucho tiempo con la misma persona, por miedo a enamorarse o a que les dejen.

Suelen alardear de ligar mucho, pero en realidad son inseguros e incapaces de tener una pareja estable.


RASGOS LIGADOS A LA FALSA AUTOESTIMA
Sentimiento de superioridad, envidias, crueldad con los demás, ya que si quieres ver cómo una persona se trata a sí misma, sólo tienes que observarla y ver cómo trata a los demás. Otros síntomas serían: La prepotencia, orgullo, criticones, no ser capaz de reconocer si se ha cometido un error y mucho menos de pedir perdón.

Las personas que hablan en exceso poniendo mucho énfasis en ser el centro de atención, al tener una autoestima baja, necesitan “lucirse” y fanfarronear sobre su vida, hacer promesas y montarse proyectos a lo grande que no verán la luz. Este tipo de personas que mienten mucho presumiendo, lo hacen porque dentro de sí mismos no hay aceptación ni se sienten valiosos, entonces alardeando se sienten bien, es como si por un momento fueran los protagonistas de una fantasía que les pone en muy buen lugar.

Cuando se cometen errores también se puede ver muy bien como está la autoestima. Quienes sean capaces de reconocer un error cometido y no se culpan por lo sucedido, porque no sienten que ellos sean el problema, sino que han sido las estrategias las que han fallado, tendrán una buena autoestima. Además no se quedarán lamentándose sino que buscarán otra manera de conseguir su objetivo.

Cuanto más nos despojamos de posesiones y apegos, es cuando más nos acercamos a nuestro “yo”. Las personas de autoestima baja tardan mucho más en superar las adversidades de la vida, incluso puede que no se recuperen y vayan arrastrando enfermedades psicosomáticas como una manera de vivir. Por eso es tan importante mantener una autoestima saludable, porque es la base de toda nuestra vida emocional. Condiciona por completo la vida.


fuente: http://www.luzarcoiris.com/la-falsa-autoestima-una-mascara-para-ocultar-que-la-tenemos-baja/

domingo, 22 de marzo de 2015

UN CUENTO CHINO

Hace mucho tiempo, una joven china llamada Li se casó y fue a vivir con el marido y la suegra. Después de algunos días, no se entendía con ella. Sus personalidades eran muy diferentes y Li fue irritándose con los hábitos de la suegra, que frecuentemente la criticaba. Los meses pasaron y Li y su suegra discutían cada vez más y peleaban continuamente. 


De acuerdo con una antigua tradición china, la nuera tiene que cuidar a la suegra y obedecerla en todo. 


Li, no soportando más vivir con la suegra, decidió tomar una decisión y visitar a un amigo de su padre. Después de oírla, el hombre tomó un paquete de hierbas y le dijo: "No deberás usarlas de una sola vez para librarte de tu suegra, porque ello causaría sospechas. Deberás darle varias hierbas que irán lentamente envenenando a tu suegra. Cada dos días pondrás un poco de estas hierbas en su comida. Ahora, para tener certeza de que cuando ella muera nadie sospechará de ti, deberás tener mucho cuidado y actuar de manera muy amigable. No discutas, ayúdala a resolver sus problemas. Recuerda que tienes que escucharme y seguir todas mis instrucciones". 

Li respondió: "Sí, Sr. Huang, haré todo lo que usted me pide". Li quedó muy contenta, agradeció al Sr. Huang, y volvió muy apurada para comenzar el proyecto de asesinar a su suegra. 

Pasaron las semanas y cada dos días, Li servía una comida especialmente tratada a su suegra. Siempre recordaba lo que el Sr. Huang le había recomendado sobre evitar sospechas, y así controló su temperamento, obedecía a la suegra y la trataba como si fuese su propia madre. 

Después de seis meses, la casa entera estaba completamente cambiada. Li había controlado su temperamento y casi nunca aborrecía a su suegra. En esos meses, no había tenido ni una discusión con ella, ya que Li era ahora mucho más amable y era más fácil lidiar con ella. Las actitudes de la suegra también cambiaron y ambas pasaron a tratarse como madre e hija.

Un día Li fue nuevamente a visitar al Sr. Huang, para pedirle ayuda y le dijo: "Querido Sr. Huang, por favor ayúdeme a evitar que el veneno mate a mi suegra. Ella se ha transformado en una mujer agradable y la amo como si fuese mi madre. No quiero que muera por causa del veneno que le di". 

El Sr. Huang sonrió y señaló con la cabeza: "Li no tienes por qué preocuparte. Las hierbas que te di, eran vitaminas para mejorar su salud. El veneno estaba en su mente, en su actitud, pero fue echado fuera y substituido por el amor que pasaste a darle a ella". 


En la China existe una regla que dice: 
"La persona que ama a los otros, también será amada".
La mayor parte de las veces recibiremos de las otras personas lo que les damos y por eso ten cuidado con lo que les das!!!

Remeis Jiménez. Filósofa y Terapeuta Gestalt Integrativa, Colaboradora del T.E. de Valencia


miércoles, 18 de marzo de 2015

Vivir sanamente el pasado, el presente y el futuro

En la consulta de psiquiatría abundan dos tipos de pacientes: unos están anclados en el pasado y se sienten culpables por lo que hicieron o no hicieron; pero también existen los que se encuentran angustiados por el futuro propio o el de sus familiares: el trabajo del marido o de la mujer, la posible enfermedad de la madre, el fin de carrera de los hijos, son algunas de las preocupaciones más frecuentes.



El hombre no es solamente calendario

Dos historias de la vida cotidiana: Felipe está en tratamiento psiquiátrico por una depresión. Su discurso siempre es el mismo: recuerda con tristeza los años de infancia y juventud y los malos tratos que recibió de su padre alcohólico. Insiste: “Tengo la imagen de mi padre golpeándome con el cinto, que no me deja un instante”. Aunque ha conseguido una buena posición económica y social y tiene una familia con tres hijos maravillosos y se siente querido y valorado por su mujer, su pasado enturbia su presente. No puede ser feliz.

En el otro extremo se encuentra Antonia: siempre preocupada por lo que va a Todas estas vivencias ocasionan un gran sentimiento de ansiedad y no puede concentrarse en la lectura y últimamente ha comenzado a tener insomnio.
ocurrir. Su hijo de dieciocho años no sabe si encontrará trabajo, a su marido, que lleva veinte años en la empresa teme que le despidan (aunque por el momento no hay ningún dato que indique que eso pueda ocurrir) y además se encuentra en un continuo sobresalto por el temor a que pueda producirse un atentado terrorista.



Felipe y Antonia son dos maneras de existir en función del calendario; uno permanece en el pasado y la otra quiere adelantarse al futuro. Ambos no viven el presente sino que están o en el triste pasado o proyectándose con ansiedad en el futuro.



Pero lo decisivo y determinante no es lo que hemos pasado o lo que va a ocurrir sino la forma cómo cada uno de nosotros metaboliza los hechos pasados y se plantea los acontecimientos futuros. El hombre, pues, no es el resultado de un calendario, ni de un reloj, sino es el resultado de la manera que ha vivido o va a vivir los hechos de su existencia. Por esto podemos afirmar que una persona no se distingue por su pasado o futuro, sino por la manera de elaborar y metabolizar cada una de sus experiencias, tanto las positivas como las negativas.

Además, mal vive el pasado el que queda fijado a normas, valores y actitudes que no le ayudan a crecer sino a menguar. Aquí habría que recordar la aptitud de resiliencia, que toda persona tiene, que no es otra cosa que su capacidad para adaptarse a las pasadas, presentes y nuevas experiencias, en un intento por crecer psicológicamente.

El riesgo del pasado es que sea tan abrumador que paralice el presente o que
impida un presente saludable. Así lo describe gráficamente Ionesco en una de sus obras, donde un hombre compra un piso nuevo y lo llena de muebles viejos, que prácticamente no dejan sitio para caminar. Esto mismo ocurre cuando el pasado está omnipresente en el momento actual. Debemos, pues, aprender a seleccionar y saber soltar amarras para que el presente no se encuentre en el vacío (sin historia), pero tampoco paralizado por el pasado. 

Por esto, la mente humana, que es muy sabia, de forma espontánea reduce el pasado a varias anécdotas o acontecimientos más o menos importantes: la muerte de un amigo o familiar, el primer día del colegio o de la universidad, el primer amor, el nacimiento de un hijo, etc. Tenemos pues, una memoria selectiva y es una manera de transmitir, también, que el ser humano es algo más que un calendario (hechos, acontecimientos, fechas, etc.) pues de modo inconsciente ponemos un filtro a nuestras experiencias pasadas. En ocasiones, además, hipertrofiamos unas o descalificamos a otras dependiendo del momento presente.

Te sugiero, querido lector, que hagas una prueba e intentes recordar tu vida pasada de veinte, treinta, cuarenta o más años. El resultado será que todo se reduce a unos cuantos acontecimientos. Es lo que le ocurrió a un amigo mío, que cuando tenía unos treinta años comenzó un tratamiento psicoanalítico y en la primera entrevista el terapeuta le pidió que le relatara su vida. Este amigo me dijo: “Me quedé sorprendido que en poco más de media hora pudiera relatar toda mi existencia”.

Lo mismo ocurre cuando queremos anticiparnos al futuro. Nuestro gran miedo no es a morir, sino a envejecer: ir resbalándonos hacia un deterioro físico y mental. Pero la realidad es que si eso se produce será de forma paulatina y progresiva y no de forma súbita y sin posibilidad de adaptación. Aquí quiero recordar un pensamiento que se atribuye a Carl Jung y que ofrece la receta para esta situación angustiosa: “una persona teme envejecer en la medida que no vive realmente el presente”.

El peso del pasado
El pasado de cada persona es el soporte del presente. Es más: el pasado es
donde se fabrica el presente. Además cada pasado es intransferible: las experiencias, los hechos, las circunstancias que cada individuo ha vivido son irrepetibles y, además, propias. De alguna manera somos en tanto en cuanto hemos vivido, pero también en tanto en cuanto programamos nuestro futuro.

Sin embargo, aunque es cierto que no podemos vivir sin el pasado, no podemos quedarnos ‘enganchados’, como peces en una red, de las experiencias anteriores por muy traumáticas que hayan sido.

Los recuerdos, pues, como parte de nuestra existencia deben estar presentes en cada momento, pero no pueden ser las únicas fuerzas para seguir viviendo. “De recuerdos no se vive” se suele decir, pues provocaría anquilosamiento y retroceso psicológico. Es más, si eso ocurriera nos podría ocurrir lo que la Biblia relata de la mujer de Lot, que se convirtió en estatua de sal, es decir, que nos podríamos quedar petrificados en el pasado, sin opciones para progresar y crecer.

Vivir sanamente el pasado es rescatar aquellas experiencias que han servido como trampolín para el crecimiento psicológico y rechazar aquellas otras que han sido traumáticas y no han podido ser metabolizadas y aprovechadas para conseguir un equilibrio saludadable.

El peso del futuro
Sin futuro, no habría presente; el presente tiene un pasado pero necesita un futuro. Sin futuro dejaríamos de existir. Ahí reside la fuerza, pero también el riesgo del mañana: debe ser acicate para seguir viviendo, pero no causa de angustia como ocurre cuando el sujeto quiere como atrapar lo que va a ocurrir. Es lo que le ocurre al padre o a la madre que sienten angustia por el devenir de los hijos, en un intento por controlar lo incontrolable: su trabajo, pareja, número de hijos, etc.

Tampoco podemos contemplar el futuro como fin de los problemas del presente: “Esto se solucionará cuando tenga un piso, consiga un empleo estable, me case o tenga un hijo”, se suele decir para amortiguar la angustia presente. Pero la dura realidad es que esa es una manera de hipotecar nuestra felicidad con situaciones que a lo mejor no se producen, e incluso el hecho de que se produzcan no garantiza nuestro bienestar. Es una forma de paliar nuestro malestar presente poniendo la solución en el futuro o en la otra vida (el cielo como recompensa).

Vivir sanamente el futuro no es compatible con una programación exhaustiva y hasta el último detalle del mañana, sino más bien partiendo de un proyecto abierto ir desarrollando todo el recorrido como si de una larga escalera se tratara, con peldaños de diferentes alturas, hasta llegar al último piso: la felicidad.

Vivir sanamente el presente
Se pueden distinguir tres formas patológicas de vivir el tiempo: la persona depresiva se siente invadida por la culpa del pasado y el miedo al futuro; la persona ansiosa quiere adelantar el futuro y parece como si le faltara tiempo para realizar las tareas cotidianas y la persona maníaca pretende transformar el presente: su euforia y alegría desbordante es una manera de huir de la situación angustiosa del momento actual. La normalidad se encuentra en ser capaz de armonizar esos tres instantes: pasado-presente-futuro.

Es cierto, como afirma Rollo May, que el hombre tiene el poder de “mirar antes y después” para tomar conciencia de sí mismo. Así, si tengo que ir a una entrevista de trabajo, es bueno que ensaye antes lo que voy a decir (futuro) y que tenga en cuenta experiencias parecidas anteriores (pasado). Pero estas vivencias pasadas no son determinantes para la actualización presente: así no podemos ampararnos en que nuestra familia de origen fue un caos (padre alcohólico, malos tratos, graves problemas económicos, etc.) para justificar los actuales resultados académicos o la mala relación de pareja. Tampoco el futuro puede invadir de tal manera nuestras vidas que nos bloquee, ya que esa angustia es estéril por doble motivo: no sirve para resolver el problema (pues aún éste no se ha producido) y además está produciendo angustia que lo único que genera es más angustia.

Veamos un caso frecuente de la vida cotidiana. Recuerdo que cuando me estaba sacando el carnet de conducir mi escena temida era que tuviera un pinchazo, en plena noche de invierno y en una carretera desértica. ¿Cómo solucionar ese problema? La realidad es que, después de casi treinta años de conducir, he sufrido varios pinchazos, pero ninguno en la situación temida; y lo más curioso es que siempre he encontrado alguna solución: un taller mecánico próximo, la ayuda de un buen samaritano y en el último pinchazo yo mismo me decidí a cambiar solo la rueda. El futuro se había hecho presente pero entonces mi mente se puso en movimiento y encontró una buena salida. La moraleja de todo esto es que, cuando el problema futuro se hace presente, siempre tenemos más recursos personales y psicológicos para solucionarlo que cuando simplemente lo fantaseamos. Y esto se puede aplicar a una enfermedad, al despido del trabajo, a la muerte de un ser querido y a “los mil y un problemas” que imaginamos, pero cuando se producen, las consecuencias no son tan letales.

También para vivir sanamente el presente debemos considerar de manera individualizada los diferentes problemas y no vivirlos de forma global como un todo: la enfermedad del marido, el bajo rendimiento académico de un hijo, los problemas laborales y un largo etcétera pueden estar presentes en nuestras vidas. La única salida válida es lo que ya se recoge en la célebre frase de Julio César: “divide y vencerás”, es decir hay que fragmentar los problemas e intentar soluciones parciales, no globales.

Además no debemos contemplar el futuro como si fuera el cuento de la lechera de Samaniego, al revés. Es decir, existen personas que se sienten dominadas por pensamientos muy pesimistas en los que van encadenando acontecimientos negativos hasta llegar a la enfermedad terminal, la ruina o la muerte. Por ejemplo piensan: voy a tener un accidente y perderé las dos piernas y entonces no podré trabajar y mis hijos se morirán de hambre y mi única salida será el suicidio. Esto es el cuento de la Lechera, pero al revés, pues el final no es el éxito sino el fracaso.

ALEJANDRO ROCAMORA BONILLA
Psiquiatra, catedrático de Psicopatología y Cofundador del Teléfono de la Esperanza.

Fuente:http://www.cuidatusaludemocional.com/2015/03/vivir-sanamente-el-pasado-el-presente-y-el-futuro.html


martes, 17 de marzo de 2015

La esquizofrenia: esa gran desconocida

La esquizofrenia es una enfermedad mental que se caracteriza por la presencia de síntomas positivos, negativos, cognitivos y afectivos. Suele tratarse de un curso crónico y evoluciona en forma de brotes o descompensaciones causando una gran pérdida de calidad de vida en la persona y en sus familiares.”

La esquizofrenia no suele manifestarse antes de los 25 años de edad, siendo a partir de esta edad, la etapa más delicada y propensa para padecerla.

Un hijo con padres esquizofrenicos tendrá un porcentaje mayor de padecer esquizofrenia en el futuro que un hijo de padres no esquizofrénicos.

Normalmente, cuando pensamos en una persona con esquizofrenia, tendemos a imaginarla viendo cosas que no existen, que son producto de su imaginación e incluso hablando e interactuando con ellas.

Todas estas creencias, al igual que la psicopatía, nos vienen impuestas por el cine, la imagen que nos venden de esta enfermedad es que la persona se pasa el día viendo visiones e imaginando cosas que en realidad no existen.

Pues bien, lo primero que quiero aclarar es que “Las visiones” es lo menos común y habitual dentro de la esquizofrenia e incluso, en la mayoría de los casos, jamás existen esas visiones, aunque se tienda a pensar lo contrario.

La esquizofrenia se compone de síntomas positivos y síntomas negativos.

Los síntomas positivos son aquellos que no estaban presentes en el pasado pero que en un momento determinado pueden aparecer:

– Delirios
– Alucinaciones
– Comportamientos catatónicos (movimientos rígidos)
– Trastornos formales del pensamiento

Los síntomas negativos son aquellos relacionados con la pérdida de unas capacidades o características que se poseían anteriormente pero que han desaparecido:

– Afecto embotado
– Apatía
– Alteraciones del pensamiento

Existen varios tipos de esquizofrenia con diferentes características y síntomas pero todos igual de importantes y dolorosos.

Esquizofrenia paranoide: Predomina la preocupación por una idea delirante y se suelen tener alucinaciones auditivas muy frecuentes

Esquizofrenia Hebefrénica: Suele ser de inicio precoz con conductas inapropiadas (gesticulaciones, risas inmotivadas..)

Esquizofrenia catatónica: Predominan las alteraciones graves de la conducta motora con rigidez.

Esquizofrenia residual: Los síntomas productivos se amortiguan predominando lo deficitario

Pero… ¿La esquizofrenia puede aparecer en una persona de repente, aunque esta persona no tenga antecedentes familiares?

La respuesta es sí. En la mayoría, repito: la mayoría de los casos, la esquizofrenia suele ser una consecuencia del abuso de sustancias durante un tiempo prolongado.
Cuando una persona decide llevar una vida donde contempla el consumo de drogas como por ejemplo la cocaína, puede desarrollar un cuadro psicótico puntual o por otra parte, es posible que este cuadro se repita con frecuencia llegando a desarrollar una esquizofrenia por abuso de sustancias.

He considerado necesario publicar esta entrada en el blog para concienciar a muchas personas de lo que es realmente la esquizofrenia que desgraciadamente, padecen muchas personas actualmente, y eliminar la idea errónea que se podía tener sobre ella antes de este escrito.

Autor: Andrea Mezquida Ortega, Psicóloga Clínica y colaboradora del Teléfono de la Esperanza de Valencia