-Maestro,
tienes que saber lo que andan diciendo de ti. Dicen que…
-Espera-
interrumpió el maestro-. ¿Pasaste el mensaje por las tres cribas?
-¿Tres
cribas?- preguntó el discípulo con asombro.
-Sí, tres
cribas. Veamos si lo que me quieres decir puede pasar por la primera criba:
¿Tienes la seguridad de que es verdadero?
-Oí decir…
-Hablemos
entonces de la segunda criba. Lo que me quieres contar, aunque no sea
exactamente verdadero, ¿es algo bueno?
Dudando, el
discípulo respondió:
-No. Me
parece que no es nada bueno para ti.
-Adelante.
Utilicemos la tercera criba y veamos si es útil lo que me quieres contar.
-¿Útil?
Sinceramente, no lo sé.
-Entonces-
dijo el maestro-, si lo que tienes que decirme no es verdadero, bueno ni útil, prefiero no saberlo. Y tú
debes aprender a callar.
A veces nos dejamos llevar por nuestra necesidad de comunicar a cualquier precio, de acercarnos al otro a través del chismorreo, de la critica fácil sin fundamento y dejamos de ser dueños de nuestros silencios, para convertirnos en esclavos de nuestras palabras.
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