martes, 18 de febrero de 2014

ACOSO ESCOLAR O BULLYING

Cuando dentro de un centro escolar aparece un niño que, de manera reiterativa, está siendo apartado, humillado, agredido física o verbalmente, etc..., por uno o varios de sus compañeros, causándole un continuo sufrimiento, estamos ante un caso de bullying o acoso escolar.
¿Algo nuevo? Por supuesto que no. Muchos de nuestros abuelos y de los abuelos de éstos también lo sufrieron. Sin embargo los adultos que sufrieron este tipo de experiencias de niños no suelen hablar de ellas. ¿Es un tema tabú? ¿Por qué unos no hablan, otros no miran y otros hacen como que no se dan cuenta?

Desdichadamente hay muchos más casos de acoso escolar de los que salen a la luz. De vez en cuando salta a los periódicos algún caso de acoso que ha desembocado en suicidio. Y entonces toda la sociedad se conmueve diciendo: "¿cómo es posible?". Me pregunto cómo se sentirán en ese momento aquellas personas que estuvieron cerca de la víctima y no hicieron nada por ayudarle. De todas formas terminan siendo titulares de un día que la gente olvida rápido, sin pensar que una persona demasiado joven y llena de vida ha decidido acabar con su existencia porque no podía soportar por más tiempo el sufrimiento que le estaban infringiendo sus semejantes.

En este blog pretendo informar, denunciar y sensibilizar a quien lo pueda leer, sobre una realidad que se está dando día a día en los centros educativos, sin que se tomen medidas en la mayoría de los casos. Porque como dijo en su día Edmund Burke: "Para que el mal triunfe, sólo es necesario que los hombres buenos no hagan nada".

¿CÓMO COMIENZA?

¿Cómo se va gestando una situación de acoso en la escuela? 
Sin que nos demos cuenta el bullying se va gestando en los propios hogares donde crecen los niños y aboca sus resultados en la escuela, donde se dan situaciones que hacen que las conductas de mal trato entre iguales no solo se mantengan sino además se incrementen.

Los niños acosadores pueden estar viviendo en un hogar con un ambiente violento, donde la falta de respeto, la violencia verbal (tono despectivo, gritos o insultos) e incluso física sean algo cotidiano. La violencia engendra violencia. Un niño que reciba y recoja emociones negativas las llevará dentro de él hasta el momento en que las pueda descargar sobre alguien. Evidentemente, no lo hará en su casa, donde se siente débil y probablemente incluso pueda ser él quien sea la víctima, sino que buscará un lugar donde se sienta fuerte y seguro. Tampoco descargará esa rabia sobre alguien que le pueda hacer valer las consecuencias (chicos más mayores, fuertes o con apoyo social).
Buscarán una víctima pacifica e inofensiva, sin muchos amigos, asegurándose así de que sus actos no les traigan consecuencias. 
A veces es el propio miedo a ser agredidos o a no ser respetados lo que les puede llevar a posicionarse como agresores. 
La falta de límites claros dentro de la familia, donde el niño puede hacer lo que le dé la gana sin consecuencias, la ausencia de normas de convivencia que regulen su comportamiento y, sobre todo, la falta de atención, afecto y educación en valores hacen que crezca sin empatía (ponerse en el lugar del otro sabiendo cómo se siente), aprendiendo a ser egoista, a salirse siempre con la suya y creyendo que nunca le va a pasar nada.
Esta actitud se consolida en la escuela y la primera persona en reforzarla es la propia víctima.

¿QUIÉN PUEDE SER VÍCTIMA?

¿Qué características tienen las víctimas del bullying? ¿Cualquiera puede ser víctima?
Pues sí, cualquiera puede ser víctima.

Recuerdo haber escuchado tantas justificaciones a este respecto: "se meten con él porque lleva gafas o porque está gordito". He conocido muchos niños víctimas de este tipo de abusos, gorditos, flaquitos, con gafas, sin ellas, etc. Yo misma, a los diez años, comencé a sufrir los agravios de un compañero de clase al que poco después se unieron parte del resto. Durante mucho tiempo estuve preguntándome que tenía yo o que había hecho para merecer aquello. Hasta que al cabo de los años, curiosidades de la vida, terminé trabajando de psicóloga en una clínica infanto-juvenil y realizando un curso de habilidades sociales para adolescentes. En aquel grupo de chicos y chicas de entre 10 y 15 años, de una forma o de otra, en mayor o menor medida, todos estaban sufriendo malos tratos por parte de sus compañeros en el colegio. Aquel grupo, casi sin pretenderlo, se convirtió en un grupo de ayuda mutua, donde pudieron superar la vergüenza y contar sus experiencias, sintiéndose comprendidos y apoyados por personas de su edad, que estaban pasando por lo mismo. Recuerdo con mucho cariño mi trabajo con ellos: fue maravilloso ver como en los ejercicios y actividades que se realizaban se apoyaban unos a otros, se animaban mutuamente y se felicitaba a la persona que tenia la valentía de contar algo de lo que le estaba sucediendo.

La vergüenza y sufrimiento: el paralelismo con el mal trato de género.
Porque hay que saber que al igual que sucede en los casos de mal trato de género, también aquí son las víctimas las que se sienten avergonzadas. Una chica que ha sido violada, una mujer que recibe malos tratos físicos por parte de su pareja e intenta disimular las moraduras con maquillaje son personas que se sienten avergonzadas como si ellas tuviesen la culpa, aun siendo completamente conscientes de su inocencia. Pues bien…, esto mismo es lo que sucede con estos niños. No solamente es terrible tener que admitir que no tienen amigos, en un momento de la vida en que los amigos son muy importantes, sino además tener que aceptar que aquellos que quisieran tener como amigos los rechazan y no los quieren.
Por eso, cada vez que alguien les pregunta, ellos suelen contestar “sí tengo muchos amigos”, evidentemente sin dar nombres, “juego con todos” sin decir a qué juegos y evitan a toda costa continuar con esa dichosa e incómoda conversación.
Sin embargo, contrariamente a lo que sucede con las mujeres mal tratadas, este tipo de mal trato no está teniendo la misma atención y consideración por parte de la sociedad.

Sensibilidad: La característica estrella de las víctimas
Como he dicho antes, durante mucho tiempo estuve preguntándome qué tienen de diferente las víctimas de bullying. ¿Cuál es la característica que se repite en todas ellas? ¿Qué hace que sean esas personas y no otras el objetivo donde descargar la rabia?

Trabajando con víctimas de acoso pude comprobar que hay una característica que se repite en todas ellas: la sensibilidad.

Todos aquellos chicos y chicas eran muy sensibles, al igual que lo era yo en mi infancia.

La sensibilidad es lo que muestra al agresor que ha logrado su objetivo de hacer daño al otro. Es como tirar dardos y ver que siempre damos de pleno en el centro de la diana. Ver que somos habilidosos en algo nos da seguridad en nosotros mismos, eleva nuestra autoestima, hace que disfrutemos de la tarea y nos motiva a continuar haciéndolo. Por desgracia la falta de sensibilidad, empatía y educación en valores, hacen que ésto se dé en igual medida aunque haya un ser humano sufriendo por ello.

¿Pero qué pasaría si el agresor no lograse sus objetivos? 
Nadie hace burla a un ciego o se desgañita insultando a un sordo, ¿verdad?, y si lo hiciese todos lo veríamos ridículo.


SOLUCIONES

Yo siempre he dicho que si nos focalizamos en los problemas tendremos problemas, si buscamos culpables encontraremos culpables hasta debajo de las piedras, pero si por el contrario empleamos toda nuestra energía en poner soluciones solucionaremos aquello que nos propongamos.

El acoso escolar es una conducta social y por ese motivo mi forma de trabajar es tratar de implicar a varias personas. Desde los profesionales docentes y psicólogos, hasta los padres y alumnos del centro. Al fin y al cabo, centros de estudio y familias forman sistemas integrados dentro de un sistema más amplio: la sociedad.

Tampoco las soluciones pasan por ser una sola. En este apartado voy a dejar un pequeño listado de las que en mi opinión deberían ser ineludibles.



Autora: Isabel Mª Ruiz, Neuropsicóloga y colaboradora del Teléfono de la Esperanza de Valencia. 

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