martes, 8 de febrero de 2022

La Dopamina en el amor

“Toda tu vida buscando tu media naranja y ahora que las has encontrado ¿por qué se apaga la llama?”


Durante mucho tiempo se pensó que la dopamina era la hormona del placer, pero descubrimientos posteriores indicaron que nada tenía que ver con el placer, sino que proporcionaba sensaciones más influyentes.

La actividad dopaminérgica no es un marcador del placer, es una reacción a lo inesperado, a lo posible y a la expectación.

Como seres humanos experimentamos una descarga de dopamina a partir de sorpresas, como la llegada de una nota inesperada de la persona que amas, un email de un amigo que hace años que no ves, un incentivo económico, etc. Pero cuando esas cosas pasan a ser periódicas, repetitivas y previsibles, la descarga de dopamina desaparece.

Nuestro cerebro esta programado para anhelar lo inesperado y mirar hacia un futuro donde se inicie cualquier posibilidad emocionante, pero cuando todo, incluido el amor se vuelve algo conocido, ese entusiasmo desaparece y volvemos a sentirnos atraídos por otras cosas o personas.

Es el error de predicción el factor determinante en la aparición de la dopamina. Constantemente estamos haciendo predicciones sobre lo que va a pasar y cuando lo que sucede es mejor de lo que esperábamos se produce un error en nuestra previsión y es este error feliz el que pone en marcha la dopamina.

“Vas al trabajo y descubres una nueva cafetería, entras y pides un café y un cruasán, y al probarlos piensas que es lo mejor que has probado en tu vida. Durante los días posteriores estás deseando ir a este nuevo sitio a degustar el mejor café y cruasán que hayas probado nunca. Pero pasan las semanas y este sitio y este desayuno pasa a ser el mismo desayuno de siempre”.

Existen dos espacios alrededor del ser humano, el peripersonal, que es todo aquello que tenemos a nuestro alcance, es el aquí y el ahora, y el extrapersonal, que es aquello que no tenemos a nuestro alcance, que no podemos tocar.

El cerebro distingue entre lo que tienes y lo que no tienes.

Cuando el amor pasa del espacio extrapersonal al espacio peripersonal, la activación de la dopamina desaparece.

Cuando se trata del amor, la fase de enamoramiento inicial acabará desapareciendo y ese romance apasionado cesará tarde o temprano y llegará el momento de elegir.

Según la antropóloga Helen Fischer, el enamoramiento o amor apasionado dura solo de doce a dieciocho meses, y pasado ese tiempo, si la pareja quiere seguir unida tendrá que dar paso a un amor de compañeros, donde prevalecen las hormonas del aquí y el ahora.

El amor duradero está basado más en la experiencia que en la expectación, evoluciona desde la fantasía de que todo es posible, al compromiso con la realidad y sus imperfecciones

Podremos pasar a un amor que se alimenta por aprecio y admiración diario por la otra persona, o podremos poner fin a la relación y buscar otra montaña rusa de emociones, el chute de dopamina cuesta poco de conseguir, pero se acaba enseguida.

Cuando la vida nos ofrece una salida fácil frente a una tarea difícil, la escogemos.

La dopamina es la molécula que cultiva la eterna insatisfacción, y desde el punto de vista de la dopamina, tener cosas no es interesante, lo importante es conseguirlas.

El lema de la dopamina es “más”. No es la molécula del placer, es la molécula de la ilusión.

Las moléculas del aquí y el ahora están orientadas al presente, son: la serotonina, la oxitocina (mujeres), la vasopresina (hombres), las endorfinas (morfina cerebral) y los endocannabinoides (marihuana cerebral).

Pese a que ambos circuitos (el de la ilusión y el del aquí y ahora) pueden funcionar juntos, en la mayoría de las circunstancias se contrarrestan. La vasopresina actúa como la hormona del buen marido y la dopamina hace lo contrario.

En las parejas, se tiende a tener relaciones sexuales con menos frecuencia debido a que el amor dopaminérgico obsesivo evoluciona hacia el amor de compañerismo del aquí y ahora. La vasopresina y la oxitocina inhiben la liberación de testosterona.

 

Ahora podemos hacernos las siguientes preguntas:

¿Qué circuito funciona mas en ti, el de la ilusión o el del aquí y ahora?

¿Es la dopamina quien guía y dirige tu vida?

¿Quién crees que eres tú, un buen descubridor o un buen colonizador?

 

 Autor: JC Navarro Marzo-Perpiñán. Psicólogo General Sanitario.

Fuente: Lieberman, D., Long, M. (2021). Dopamina. Península.


viernes, 10 de septiembre de 2021

10 de septiembre: Día del suicidio.

“No puedo más. No tiene sentido continuar. Siento un gran vacío. Lo mejor es quitarme del medio. Solo quiero parar, no sé… Es abrumadora la sensación de derrota y vacío. Ya me he cansado. Mi vida está vacía de la mañana a la noche. Apenas me levanto de la cama porque al mundo le es igual y a mí también. No veo la salida.

Estas palabras son reales y todas ellas de personas que llegan a ese punto en el que creen que nada puede cambiar y lo más preocupante, la creencia de que de ellos no depende dicho cambio.

El suicidio ha sido y es un tema tabú.

En la actualidad aparte de los suicidios en la población en general, ha aumentado el número de adolescentes que se suicidan o lo han intentado. Con la pandemia se ha agravado.

¿Qué está ocurriendo?

Nos encontramos en la sociedad del bienestar, de la información, de la divulgación, de las redes sociales. Una época en la que invertir en uno mismo ya no es visto como un acto de egoísmo. Entonces, ¿a qué se debe?

¿Creen los adolescentes que su valor como persona depende del éxito en las redes sociales o de su popularidad?  ¿Necesitan el reconocimiento externo?

¿Poca tolerancia a la frustración?

Tal vez lo que necesiten es tener una mejor autoestima, saber que el mayor reconocimiento es el que ellos mismos se pueden dar y que nada de fuera puede llenar las inseguridades y vacíos propios de la edad.

Es evidente que algo falla, es evidente que la sensación de vacío es una alarma que jamás hay que ignorar.

El suicidio ya es la primera causa de muerte no natural por delante de los accidentes de tráfico.

Muchas de estas personas han tenido una infancia traumática, pero no nos equivoquemos, en muchos otros casos no ha sido así. La mayoría de ellas tampoco tienen un trastorno mental, entonces, ¿qué es lo que hace que una persona tenga la fortaleza mental de continuar, de una que tira la toalla y cree, piensa y siente que la única salida es suicidarse?

No hay una clara respuesta para esta cuestión, pues influyen múltiples factores, biológicos, genéticos, psicológicos, sociales, culturales y medioambientales.

Pero sí podemos intuir que hay personas que ante la adversidad, ante el más difícil momento de sus vidas, se dicen; “no puedo más, no quiero seguir así. No sé cómo ni cuándo, pero voy a salir de aquí.”

Sin embargo, otras se dicen: “No puedo más, no puedo seguir así, no hay nada que yo pueda hacer y si lo hay no tengo fuerza ni la esperanza de que algo pueda cambiar”.

Personas que no quieren morir, pero no quieren seguir viviendo de la misma manera. Por ello, es importante sacar a la luz esta problemática que aparece tímidamente en los medios de comunicación y en las conversaciones del día a día.

Hablemos del suicidio, no solo el 10 de septiembre, todos los días, en la familia, a nuestros hijos, en el trabajo, en terapia, en los medios de comunicación, en las tertulias.

Hablemos del suicido como hablamos del cáncer, o de los accidentes de tráfico o de la violencia de género.

Hablemos sin miedo a pronunciar esa palabra. Es la única manera de quitarle el estigma que tiene.

Atrevámonos a decirle a alguien de confianza: me siento mal, llevo un tiempo que no veo la manera de salir de este estado emocional o de esta situación. Se me pasa por la cabeza quitarme del medio. Lo pienso… no lo he planificado todavía, pero lo pienso a menudo.

De esta manera, comprenderemos que esa persona que parece que no lo va a llevar a cabo al menos de momento, sí se encuentra ya en la fase de ideación suicida y puede que dentro de un tiempo cuando algo le ocurra, sea el detonante que le lleve a planificarlo y ejecutarlo. Y si no lo dice, si no lo expresa, las personas de su alrededor no se darán cuenta.

Muchos suicidios podrían evitarse si las personas se atrevieran a decir que lo están pensando. Intervenir en la fase de ideación no es lo mismo que en la fase de planificación y mucho menos cuando la persona ya lo ha intentado y no le ha salido bien.

No somos más débiles, todo lo contrario. Hay que tener mucho coraje para decir: “No puedo, necesito ayuda”.

No quitemos nunca importancia a sus palabras de abatimiento y desaliento.  Entendamos que no importa la situación que esté viviendo: pérdida de un ser querido, divorcio, quiebra de su empresa, su sensación de poca valía etc… No olvidemos que dentro lleva su infierno particular, del que no sabe salir y lo peor, de donde cree que no puede salir.

Siempre hay salida, siempre.

Ya lo dijo Victor Frankl, en su obra “El hombre en busca de sentido”. Si encuentras un propósito, hallarás fuerzas para atravesar el sufrimiento y ya no será un sinsentido.

Y es que cuando la vida deja de tener sentido es cuando la alarma se enciende, cuando las sirenas suenan y justo ahí es donde hay que mirar dentro de uno mismo y afrontar el dolor que lleva dentro. Por ello, pídenos ayuda para atravesar al otro lado, donde te espera la liberación y la paz que jamás pueden habitar  junto al sufrimiento insoportable.

Con mucha responsabilidad, hablemos del suicidio.


Autora: Maribel Ruiz, Psicóloga.

domingo, 4 de julio de 2021

Ambiente y Genotipo. ¿Somos como somos porque nacemos, o porque nos hacemos?

¿Somos como somos porque nacemos, o porque nos hacemos?.

¿La respuesta a esta pregunta seria? "¿ambas cosas?". Vamos a verlo:

¿Cómo se relacionan ambiente y genotipo?

Genotipo y ambiente, y sus correspondientes estimadores, no son entidades estancas y sin ningún tipo de relación entre ellas, más bien al contrario, acostumbran a interrelacionarse, y normalmente de forma imbricada, lo que dificulta la tarea de investigar estas relaciones. En general, ambiente y genotipo pueden correlacionar, o bien interactuar; ahora veremos de qué se trata en cada caso.

Ejemplos de la contribución del genotipo y del ambiente a diferentes características conductuales normales y trastornos psicopatológicos:


A representa la varianza genética aditiva. 
C representa la varianza ambiental compartida. 
E la varianza ambiental específica.



Fuente: adaptado de McGuffin, Riley, & Plomin, 2001.


Correlaciones genotipo-ambiente

La correlación entre genes y ambiente se refiere a que un individuo con un determinado genotipo tiende a desarrollarse en aquellos ambientes que sean propensos a favorecer la expresión de este genotipo.
Tradicionalmente, se ha propuesto una taxonomía con tres tipos de correlaciones diferentes:

a) Correlación pasiva: se refiere al hecho de que el ambiente donde se desarrolla un individuo favorece la expresión de su genotipo. Se denomina pasiva porque ni el comportamiento ni el genotipo del individuo determinan el ambiente donde éste se encuentra. Se da en casos en los que, por ejemplo, los padres aportan ambientes de crianza que correlacionan con los genes que han transmitido a los hijos.

b) Correlación activa: se refiere a la que se establece cuando es la propensión genética del individuo la que provoca que éste busque, y eventualmente seleccione, el ambiente o experiencias que más favorezcan la expresión de esta propensión genética.

c) Correlación evocativa (o reactiva): se refiere a aquella por la cual se establece una relación "evocada" entre los factores genéticos y los ambientales, en la cual es la propia expresión del genotipo la que provoca situaciones (reacciones) que favorecen la aparición.

Excepto alguna característica física (como el color de los ojos, fruto de genes dominantes), todo cuanto constituye y manifiesta al ser humano, tanto físico como psicológico es consecuencia de la interacción entre factores genéticos y ambientales.

Los estudios de hijos adoptivos permitieron observar que algunas de sus características eran mas compartidas con sus padres biológicos que con los adoptivos, que les habían criado y educado. Los estudios con gemelos monocigóticos genéticamente idénticos permitieron observar la mayor semejanza física y psicológica que los gemelos dicigóticos.

Dentro de la influencia del ambiente, el mayor impacto radica en el ambiente individual, mas que en el común.

En un estudio sobre la heredabilidad de la anorexia nerviosa realizado sobre una población de 31.406 gemelos (Bulik et al., 2006) se observó que alrededor del 56% de la varianza del trastorno es genética y el 44% es debido a la influencia ambiental. De este 44%, el 5% corresponde al ambiente común o compartidos de las parejas de gemelos y el 39% al ambiente único o individual.

Siempre que hablamos en términos de influencia ambiental hacemos hincapié en el sobresaliente papel del ambiente común: familia, estilos educativos, tipo de escuela, clase social, lugar de residencia, etc., pero en todos los estudios realizados, es el ambiente individual, la historia de experiencias no compartidas lo que resulta más influyente y determinante.

No podemos olvidar la epigénesis, que es un método de sintonización final por medio del cual cada ser humano se acopla de manera eficiente a su ambiente y dependiendo de este expresa una determinada codificación genética latente.

Genes y ambiente están en continua interacción. Ni los genes determinan totalmente el físico o el comportamiento, ni el entorno los puede moldear a placer relegando a los genes a un papel secundario. No son opuestos, son complementarios. La genética modelada por el ambiente es la responsable de la personalidad.

La respuesta a la pregunta ¿somos como somos porque nacemos, o porque nos hacemos? seria: 

La herencia genética nos predispone y es el ambiente, sobre todo el ambiente individual y las experiencias personales las que determinan nuestra personalidad.

Autor: Juan Carlos Navarro Marzo-Perpiñán. Psicólogo Sanitario.
Fuente: Bases genéticas de la conducta. Editorial UOC.


martes, 22 de junio de 2021

Pandemia y Prevención del Suicidio.

1.- Unas reflexiones sobre la situación excepcional actual de Pandemia

Estamos viviendo una situación absolutamente insólita e inesperada que genera incertidumbre y desasosiego.

Estamos viviendo un momento histórico que va a marcarnos para siempre. Un momento histórico que muchas voces califican de devastador, tanto como para compararlo con la II Guerra mundial.

Se trata de una situación que nos ha hecho tomar conciencia de algo que ya sabíamos pero que, a menudo, olvidamos: nuestra vulnerabilidad, nuestra fragilidad, tanto individual como colectiva.

Los SENTIMIENTOS que surgen como consecuencia de esta situación son:

1)- El MIEDO y  la ANSIEDAD GENERALIZADA que bloquean a quien los padece.

2)- Gran TRISTEZA, tan grave, que puede desembocar en una DEPRESIÓN.

3)- Sentimiento de INDEFENSION, cuya consecuencia inmediata es creerse en absoluto desamparo, en definitiva, pensar que cualquier acción defensiva que se emprenda será inútil. Y esto ocurre a pesar de que se conocen ya algunas medidas preventivas: mascarillas, separación interpersonal y lavado de manos, entre otras.

4)- sentimientos de absurda DISTOPIA que no se creía llegara nunca a occidente, por tanto “cualquier cosa terrible es posible que ocurra” y nadie está a salvo.

5)- Sentimiento de PÉRDIDA, sensación de que se ha perdido la vida conocida, la estabilidad económica, la libertad de movimiento, la ilusión del control de nuestras vidas, del contacto físico con quienes amamos… y además de estas pérdidas, la única seguridad es que el futuro no presenta más que incertidumbres de corte negativo.


2.- ¿Puede la situación de Pandemia inducir al Suicidio?

Hay que tener en cuenta que, en una situación tan sobrecogedora por la incertidumbre y sensación de indefensión que genera la Pandemia, se puede presentar la idea del suicidio como única y más satisfactoria salida, al menos en la que se conoce como la primera fase del suicidio, la de Consideraciòn.

Fase de Consideración, cuando se ve en el suicidio la única posibilidad para salir de una situación muy angustiosa y dolorosa.

Las siguiente fases son:

Fase de Ambivalencia, en que se considera el suicidio como solución pero se duda de sus beneficios.

Fase de Decisión, en la que ya se ha establecido un plan.

Lo deseable es que no se llegue a ninguna de estas dos fases y cortar el proceso en la primera de ellas.

Ahora vamos a analizar los factores facilitadores que desembocan en la primera fase comentada, según queda reflejado en las Guías de intervención en crisis suicidas elaboradas en el Teléfono de la Esperanza.

Estos FACTORES FACILITADORES que expondré a continuación, unidos a los 5 SENTIMIENTOS consecuentes a la situación de caos general en el que se vive durante una pandemia, aumentan de forma exponencial la posibilidad de llegar al punto en que se presente la IDEACION SUICIDA


Factores facilitadores:

1.- Conflictos familiares:

La situación de confinamiento sostenido durante semanas a causa del estado de alarma decretado para luchar contra la Pandemia, tiene como consecuencia una convivencia limitada a la vivienda y en la que, los que allí viven, tienen que pasar las 24 horas del día en un encierro que puede exacerbar las malas relaciones e incluso, si ya existía, agravar el maltrato intrafamiliar y la violencia.


2.- Personalidad y trastornos mentales

Las personas sometidas al confinamiento, cuando ya presentaban con anterioridad tipos de personalidad con características impulsivas o/y obsesivas, pueden agudizar su sintomatología de forma grave. Especial preocupación a propósito del Trastorno Límite de Personalidad que puede tener en ocasiones tendencia al aislamiento pero que, si es obligado, puede acrecentar los sentimientos de vacío existencial, las autolesiones y por supuesto las ideas suicidas.

Lo mismo podemos decir con respecto a otros trastornos como las esquizofrenias, que pueden no comprender el por qué no pueden salir de casa; o los trastornos del estado de ánimo como la Depresión mayor o los trastornos Bipolares. Sin olvidarnos del amplio espectro del trastorno autista.


3.- Aislamiento y soledad

Ambos estados, cuando son impuestos y no deseados, como puede ocurrir con el confinamiento, provoca normalmente sentimientos de tristeza profunda y desinterés por la vida, asociados fácilmente al suicidio.


4.- Sufrimiento y pérdidas

Padecer una enfermedad grave ya sea crónica o puntual y aguda, puede hacer pensar en el suicidio como única salida ante la seguridad de que el sistema sanitario está desbordado atendiendo la Pandemia. Así, concibe la muerte como una liberación a su dolor sin otra alternativa.

De igual modo, encontrarse en duelo por una pérdida, ya sea de un ser querido o de una situación  económica  de  seguridad  que  se  prevé finalice a consecuencia de la pandemia, puede traer a la mente la idea de suicidio como un solución para no vivir esa situación que se adivina de malestar y sufrimiento.


Estas son las principales causas de aparición de la idea suicida.

Como es fácil deducir de todas ellas, se exacerban extraordinariamente ante la situación de incertidumbre que genera una llamada al estado de alarma y máxime si le sigue un confinamiento domiciliario como estrategia para combatir la pandemia.


ESTRATEGIAS de PREVENCIÓN


1º DETECTAR LA IDEACIÓN SUICIDA

Para lo que se dejará a la persona que la sufre, que exprese libremente su angustia y lo que la induce a creer que no tiene salida su situación.

2º En definitiva, facilitar la VERBALIZACIÓN DE LA IDEA SUICIDA. Dejarle hablar sin juzgar ni interrumpir, por mucho que lo estemos deseando.

3º NEUTRALIZAR LA IDEACIÓN SUICIDA.

Con técnicas como la de distraer su atención hacia escenarios más benignos como por ejemplo situarla en momentos de su vida en que vivió situaciones difíciles y pudo superarlas.

En esta última etapa conseguimos ampliar su visión de túnel y ampliar  el  abanico  de  alternativas  a  su  situación.  De  alguna  forma logramos que deje de lado la opción de acabar con su vida, restablecer el equilibrio y, si conseguimos que acceda a comenzar una Terapia, ya tenemos prácticamente evitada la idea de muerte por suicidio en su primera etapa, evitando que se presente ninguna de las dos siguientes.


ATENDER A LA FAMILIA

Y para terminar mi artículo, solo hacer una pequeña mención a la respuesta que debemos dar en el caso de ayudar a elaborar el duelo de los supervivientes al suicidio de un ser querido.

Hay que tener presente que, durante el estado de alarma por la pandemia, se  da una situación muy especial y dolorosa: no podrán despedirse. Por tanto, la elaboración del duelo será mucho más costosa por la complicación que ese elemento aporta de especial.

Capítulo aparte y merecedor de un trabajo en sí mismo es la intervención que se aconseja por el Teléfono de la Esperanza al atender la llamada de una persona que nos informa de que tiene un familiar con ideas suicidas.


Autora: Mercedes Santos Sánchez, Licenciada en Psicología. Escritora y colaboradora del Teléfono de la Esperanza de Valencia.


sábado, 5 de junio de 2021

LA IMPORTANCIA DE TU DIÁLOGO INTERNO

Es posible que nunca te hayas planteado cómo te hablas a ti mismo. De hecho, es
posible que te parezca algo irrelevante.

Sin embargo, si algo caracteriza a muchas de las personas que visitan el Teléfono de la Esperanza solicitando nuestra ayuda, es precisamente eso, que no pueden evitar pensar de manera negativa  ni saben gestionar de manera adecuada los pensamientos intrusivos.

¿Qué es el diálogo interno?

Es la conversación que mantienes contigo mismo cuando intentas explicar, comprender o evaluar alguna situación o experiencia vivida. Gran parte del tiempo esta conversación se está dando de manera inconsciente, por ello, es importante darte cuenta de cómo puede estar influyendo en tu bienestar psicológico.

El diálogo interno que tienes contigo mismo influye de una manera directa sobre las emociones que experimentas. 

Tal como piensas, así eres.


El diálogo interno puede aparecer así:

Autocrítico: te hablas culpándote mediante la desvalorización. Es una manera de maltratarte y castigarte.

Autoexigentese da en mayor medida en personas perfeccionistas y con tendencia a la autoexigencia. Es una manera de presionarte que te pone al límite generándote muchas veces ansiedad.

Victimista: te dices que no puedes hacer nada para cambiar lo ocurrido, que la culpa proviene del exterior y te lamentas de cómo son las cosas sin hacer nada para cambiarlo.

Catastrófico: imaginas el peor escenario posible, te anticipas a los hechos (que probablemente no sucederán) y los magnificas. Aquí puedes sentir angustia y ansiedad.


Imagina esta situación

Un amigo tuyo tiene próximamente una entrevista de trabajo en la empresa en la que trabajas, así que además de dar referencias positivas sobre él, le facilitas el contenido de lo que le van a preguntar, así que se lo prepara. El día de la entrevista, tu amigo comete un error importante y aún teniendo ventaja no le eligen para el puesto. Él comienza a decirse a sí mismo que es un fracasado y un inútil, que lo tenía más fácil que los demás y aun así ha sido derrotado. Cómo es posible que haya cometido tal error, es imperdonable.

¿Ves el diálogo que tiene?  Totalmente autocrítico.

Tú, ¿le dirías lo mismo a tu amigo?

O le dirías: bueno la verdad es que tenías ventaja y ha sido una pena que por ese error no hayas sido elegido, pero lo has hecho lo mejor que has podido y todos nos equivocamos. Tal vez no era para ti el puesto, quién sabe. No te castigues, has ido con la mejor de las intenciones.

Con ambas visiones te sientes frustrado, pero con la segunda, aceptas lo que ha ocurrido y acabas comprendiendo que ya no está en tu mano cambiar la situación y que no sirve de nada seguir castigándote.

Espero que este artículo te haya ayudado a reflexionar sobre cómo te hablas a ti mismo.

Próximamente te hablaré más sobre el diálogo interno que verdaderamente te puede ayudar.

Y recuerda que si nos necesitas, estamos los 365 días del año en https://telefonodelaesperanza.org/valencia


Autora: Maribel Ruiz, Psicóloga.

sábado, 13 de marzo de 2021

Qué puede hacer la familia de un depresivo para ayudarle

Que la depresión es una enfermedad que causa mucho sufrimiento es algo que testimonian todos cuantos la han padecido. También quienes, por razones de su profesión, les acompañan en ese doloroso proceso. La importancia que, en tales circunstancias, adquiere la familia como elemento de contención merece ser destacada. En medio de la experiencia de desconcierto, de estrés y, frecuentemente, de impotencia ante el sufrimiento en el que se debate la persona querida, se convertirá en un valiosísimo instrumento de ayuda si sabe controlar la ansiedad y actuar siguiendo las pautas que, de acuerdo a lo que recomiendan los expertos, son las más indicadas en el trato con las personas que adolecen de una grave depresión. Subrayaré algunas de ellas:

1.- Ponerle en manos de profesionales.
La depresión es una enfermedad grave. La intervención terapéutica sobre el deprimido no puede dejarse en manos de aficionados que, con indicaciones, a veces, contraproducentes, creen poder sacarle del pozo de desolación en el que se siente hundido. El principio de la sanación pasa por persuadirle de que precisa la intervención de especialistas en psiquiatría o en psicología. Convencerle, no siempre resultará fácil, pero es absolutamente imprescindible. El tacto y la delicadeza con que realicen esa tarea contribuirán a vencer resistencias y superar recelos. En cualquier caso, la familia deberá mostrarse persistente a este respecto, dispuesta siempre a acompañar al enfermo a la consulta médica y no oponerse, si así lo aconsejan los profesionales, a su internamiento.

2.- Ayudarle a aceptar la enfermedad.
Nadie es culpable de padecer una enfermedad. Cuando ésta se instala en una casa, tanto quien la sufre como quienes le rodean quedan profundamente afectados. Es difícil para la persona enferma aceptar su condición de tal. Tampoco es fácil para el resto de la familia. Sin embargo, el principio detodo proceso terapéutico pasa por asumir esa situación. Reconocer el hecho, aceptar las limitaciones que supone para el enfermo y para su entorno, reevaluar la relación emocional que se mantiene con él, modificar las expectativas que pudieran tenerse y ayudarle a que, tras el natural periodo de negación, tristeza o rabia, acepte lo que no está en sus manos evitar. Si eso se consigue y se mantiene el propósito de colaborar con los expertos en salud mental, se habrá entrado en la vía que conducirá a aminorar las consecuencias de la enfermedad.

3.- Estar a su lado.
Quienes nunca hemos experimentado un episodio depresivo tenemos dificultades para entender el grado de sufrimiento, desamparo y pérdida de sentido en que queda sumido el depresivo. No necesita piadosas recomendaciones, ni constantes invitaciones a que levante el ánimo o a que ponga más de su parte. ¡Cómo si eso fuera algo que depende de su voluntad!... Necesita de personas empáticas que no le juzguen, que le muestren comprensión, que, sencillamente, sepan estar a su lado.


4.-Respetar sus silencios.
Y hacerle llegar que se es consciente de su pesar y se está dispuesto a ayudarle. Disposición a escucharle, si quiere hablar, y comprensión y respeto, si prefiere guardar silencio. Sin olvidar que la tendencia al aislamiento y la dificultad comunicativa forman parte de la sintomatología del depresivo. Es absurdo presionarle para que se muestre expansivo o sociable como si eso fuera algo que estuviera a su alcance. Esas actitudes le tensionan y le hacen sentirse más solo ante la evidencia de que quienes le rodean no parecen percatarse de las limitaciones que le impone su enfermedad y del profundo dolor que las mismas le producen.

5.- No pedirle explicaciones.
Sencillamente, porque no las puede dar. Tampoco él sabe qué le pasa. Exigírselas es una torpeza que le provocará irritación. Y que reforzará su convicción de no ser entendido. Demandar explicaciones racionales para algo que nada tiene que ver con la razón, no es, si se me permite la redundancia, nada razonable y refuerza al depresivo en su experiencia de profunda soledad. Lope de Vega que sufrió graves depresiones, dice: “Si me preguntase a mí mismo qué mal tengo, no sabría responderme, por mucho tiempo que lo pensase”.

6.- Huir de los consejos.
Las invitaciones a que se anime, a que ponga de su parte, a que salga, a que se divierta, a que participe en actividades… son indicaciones condenadas al fracaso. Simplemente, porque no está en sus manos seguirlas. Refiriéndose a su experiencia terapéutica, recordaba el Dr. Vallejo Nájera que casi todos los que han padecido una depresión referían, pasado el tiempo, la angustia que les producían esas consignas dictadas por la buena fe de sus allegados. Sin entender que el bloqueo que sufre le lleva a ver cualquier tarea, por rutinaria o nimia que parezca, como una carga abrumadora.

7.- No presionarle.
De ahí la importancia de evitar consignas en ese sentido. La depresión, ya lo dijimos, no es algo que se elija. Tampoco algo cuya superación dependa de la libre voluntad. Insistirle para que se comprometa con actividades con las que no se siente cómodo resulta contraproducente. Lo explica gráficamente, de nuevo, Vallejo Nájera: “La depresión imposibilita para el disfrute de nada. Si le lleva a una película cómica, ‘le llevé para ver si se reía un poco’, sólo percibirá el enorme esfuerzo que le cuesta salir de casa, que no es capaz de seguir la acción del film porque se fatiga su atención, que los demás ríen y el permanece indiferente y que tiende a ensimismarse dando vueltas a sus negros pensamientos sin atender a la proyección. Si ocurre esto en algo pasivo y agradable como ver una película cómica, podemos deducir cómo queda aplastado si se le obliga a acudir al trabajo, a enfrentarse con un problema o una ardua tarea para la que se siente incapacitado”.

8.- Trasmitirle esperanza.
La vivencia depresiva es, lo venimos diciendo, difícilmente definible. La pena, la desesperanza, la angustia, la desgana, la sensación de impotencia se amalgaman en lo más hondo del alma y hace que quien experimenta tan desasosegantes emociones, se perciba como en un callejón sin salida, como en una oscura mazmorra de la que jamás podrá ser liberado. Quienes le son más próximos siempre podrán ofrecerle una pizca de esperanza. Y hacerlo con legítima coherencia persuadiéndole de que, aunque en esos momentos no pueda entenderlo, sí que hay salida de esa cárcel y luz al final de su túnel. La depresión es una enfermedad tratable y quien sigue las pautas que le marquen los profesionales puede abrazar la legítima esperanza de que llegará la mejoría.

9.- Reforzarle positivamente.
Rasgo relevante del depresivo es su déficit de autoestima. Tiende a ignorar sus luces y a recrearse en sus sombras, a recordar sus fracasos y a pasar por alto las ocasiones en que le sonrió el éxito, a destacar sus defectos y subrayar sus debilidades, obviando sus virtudes y los méritos contraídos a lo largo de su vida. En tales circunstancias, el papel de la familia es clave para resaltar sus cualidades, poner en valor las múltiples capacidades que atesora y, por encima de todo, lo mucho que, a pesar de las dificultades del momento presente, él o ella significan para quienes tanto les quieren.

10.- Cuidarse a sí mismo.
Una última consideración. Convivir con el depresivo es todo menos fácil. Los estados anímicos son, a poco que uno se descuide, contagiosos. Cuando son negativos tienden a generar, en su entorno, vivencias profundamente dolorosas y emociones contradictorias de difícil manejo. Cuidar a un depresivo es un desafío no menor para el que hay que saber prepararse y ante el que uno debe protegerse. No es fácil convivir y cuidar de alguien que se ha instalado en la tristeza, que puede tener comportamientos no fáciles de entender y con quien la comunicación es siempre complicada.
En tales circunstancias convendrá hacerse cargo de las preocupaciones y sentimientos de los distintos miembros de la familia, prestarse apoyo mutuo e intentar controlar las situaciones generadoras de estrés. La atención al deprimido no puede absorber todos sus recursos afectivos de manera que se descuide el “autocuidado” de todos y cada uno de los integrantes de la familia. Es un grave error dejarse atrapar por el duro oficio de cuidador, eliminando espacios en los que se puedan atender las propias necesidades. Quien no sabe cuidarse difícilmente podrá ser un buen agente de ayuda. Acabará culpabilizando al enfermo, perpetuando la situación de la que pretendía liberarlo. Velar, pues, por uno mismo, lejos de ser una expresión de egoísmo, constituye siempre una garantía de eficacia en el tratamiento del familiar enfermo.

Autor: JOSÉ MARÍA JIMÉNEZ RUIZ
Terapeuta familiar y vicepresidente del Teléfono de la Esperanza

miércoles, 25 de septiembre de 2019

Voy a hablar del suicidio.


Para los orientadores y psicólogos del Teléfono de la Esperanza hablar de suicidio implica hablar de sufrimiento. Detrás de cada llamada y de cada paciente atendido en consulta, donde se manifiesta el deseo de poner fin a la vida de forma voluntaria, somos testigos de la gran batalla que se está librando en el interior de esa persona. Y lo sabemos porque a nosotros nos lo muestran o sabemos detectarlo a las primeras señales.

El pasado diez de septiembre se celebró el Día Nacional del Suicidio y en nuestra sede tuvo lugar una conferencia de la mano de Elvira Vague, psicóloga clínica. En ella se intentó aportar más datos que nos ayuden a abordar con una mayor eficiencia los casos de intervención en crisis de suicidio.

En el Teléfono de la Esperanza intentamos mejorar y aprender cada vez más para poder realizar nuestra labor con la mayor profesionalidad.
De hecho, se ha creado un grupo de voluntarios formado por orientadores, psicólogos e interesados en el tema, que una vez a la semana abordan las cuestiones que se van planteando sobre el suicidio. Recaban la información de las personas atendidas y de las experiencias de cada uno, elaborando líneas de intervención que van a favorecer una mejor intervención en futuras actuaciones.

Si nuestra labor es ayudar a los que necesitan nuestra ayuda, no podemos obviar a aquellos que necesitándola no saben pedirla. No saber pedir ayuda no es lo mismo que no desearla. Esto último es una decisión desde la libertad de cada uno. Lo primero es estar perdido.

Cada cuarenta segundos se suicida una persona en el mundo y entre ocho y diez personas se suicidan en España cada día..

Y aún nos preguntamos, ¿tenemos que hablar del suicidio?

Considero que al no hacerlo estamos tapando una realidad existente.
¿Estaremos haciendo lo mismo que con el tema de los abusos sexuales en la infancia?
Por más que pasen los años algunos temas siguen siendo tabú.
Algunos temen que al hablar de suicidio se produzca un efecto rebote y los casos aumenten.
Y si esto fuese así, el hecho de no hablar de forma abierta ¿evitaría estos suicidios? Tal vez los retrasara, pero sabemos que del acto de suicidarse solo es responsable la persona que decide hacerlo.

¿Qué tendría que ocurrir para que fuese más visible esta realidad?
El ministerio de Sanidad ha prometido un Plan de Prevención para el Suicidio que todos esperamos que recoja medidas que ayuden a atender las necesidades de este colectivo.

Se habla de la puesta en funcionamiento de una línea telefónica para atender llamadas similar a la de nuestra organización.
Al igual que se ha hecho con la violencia de género, echamos de menos una campaña que de visibilidad de este problema, para que todos podamos aportar nuestro grano de arena ante una situación de riesgo de suicidio. Porque no solo los profesionales podemos ayudar, cualquier persona con la información adecuada puede contribuir en esta problemática.
Comprendamos que dentro de una persona que desea morir hay un infierno y una creencia de que nada puede cambiar. ¿Hay alguien que resista un infierno permanente?

¿Y si supieran que no es para siempre, que se puede salir de ahí?

Imagino un anuncio de televisión para concienciar a la sociedad, como el de los accidentes de tráfico llevados a cabo por la Dirección General de Tráfico, que nos mostrara esta tremenda situación.
El lema del anuncio podría ser: “¿Estás pensando en poner fin a tu vida? ¿No puedes más? o ¿No ves la salida? Aunque no lo creas, puedes salir de ahí. Pide ayuda”.

Este mensaje llegaría a muchas personas, que piensan en suicidarse y también a las que no se les pasa por la cabeza.
Y romperíamos con los mitos que hay sobre el suicidio: que si lo decimos animamos a hacerlo, que si no lo hace en serio es que en realidad no quiere , que es una llamada de atención, etc….

Dejemos de tapar lo evidente y sigamos trabajando y luchando para ayudar a vivir, que al fin y al cabo para eso hemos venido a este mundo. Y que la muerte nos llegue cuando corresponda.

Nosotros desde el Teléfono de la Esperanza seguiremos haciéndolo.

Autora: Maribel Ruiz, Psicóloga.

sábado, 2 de febrero de 2019

¿Por qué hablamos del tiempo en el ascensor?

Entrar en un ascensor es algo que hacemos casi a diario, sobre todo los que vivimos en un piso. Aunque sea algo muy cotidiano y rutinario sigue siendo para la mayoría de la gente una experiencia un tanto incómoda cuando tienes que compartir ese pequeño habitáculo con más gente.

Aparte de convertirse en un momento un poco claustrofóbico, la situación es rara porque muchas veces no sabes qué decir, qué cara poner o cómo colocarte. Es más, siempre que podemos –esto lo hacemos todos- corremos para poder cogerlo a solas y no tener que subir o bajar con nadie más. Qué tontería, ¿Verdad?. Pues la realidad es que esa incomodidad puede ser explicada por la psicología social y la psicología evolutiva.

Normalmente, cuando interactuamos con otra persona con la que no tenemos confianza, mantenemos una distancia socialmente adecuada, que suele ser de un brazo aproximadamente. Esto no es posible en un ascensor común y menos cuando hay más de dos personas y tenemos que ir apretados por obligación. Esto ya nos pone un poco nerviosos e inquietos porque no es nuestra tendencia natural.

Nuestro comportamiento entonces se vuelve extraño y suele consistir en mirar a la pantalla en la que se van reflejando los números de los pisos por los que vamos pasando, esperando con impaciencia a que llegue el nuestro. O bien, miramos al techo, al suelo, a la pared, a un cartel que ponga “300 kg 5 personas máximo”. Ahora la gente también recurre a su móvil aunque no esté mirando nada en concreto, pero puedes refugiarte en él y evitar el contacto visual con el resto de los pasajeros.

Pero, ¿Por qué queremos evitar ese contacto?

Parece ser que estas conductas de evitación que acabamos de describir responden a una reacción automática e instintiva grabada en nuestro cerebro tras miles de años de evolución. Según las investigaciones del psicobiólogo Dario Maestripieri de la Universidad de Chicago, las convivencias en lugares muy reducidos han sido sede de encuentros hostiles y violentos desde el origen de la humanidad.

Las personas podían desencadenar comportamientos agresivos y evitar el contacto ocular, que supone una protección frente a los otros y una manera de evitar esas posibles situaciones violentas. Como digo, esto tiene un origen evolutivo. Evidentemente en la actualidad esto no ocurre, pero seguimos usando ese mecanismo al igual que seguimos usando la ansiedad como alarma cuando creemos estar frente a un peligro.

Este investigador realizó un experimento con monos Reshus en la que comprobó que estos animales se comportan de manera muy parecida a como nos comportamos nosotros en espacios pequeños. Cuando se colocaban dos monos en un espacio reducido, tendían a ponerse cada uno en una esquina, lo más alejados posible. Se mueven con cuidado, evitando el contacto visual y evitando también reacciones que puedan indicar al otro que va a ser atacado o que se va a producir un momento violento.

Llega un momento en el que alguno de los monos le manda señales al otro de que no tiene nada que temer y de que no tienen ningunas intención hostil para con él. Los monos suelen enseñarse los dientes entre ellos como señal de amistad y de que todo está bien, de que no tienen intenciones de pelear. Este gesto de “enseñar” los dientes se considera el precursor evolutivo de nuestra sonrisa.

En el ascensor, nosotros también necesitamos llevar a cabo conductas de aproximación con las que romper el hielo y decir que vamos en son de paz. Puede ser sonreír o simplemente comentar: “Parece que hoy va a llover, ¿No?” Este simple gesto ya provoca que se liberen las tensiones entre los pasajeros o vecinos que viajan en el ascensor. El viaje incluso parece más corto.
La necesidad de socializar y de comunicación en los humanos es innata y nos ayuda a sobrevivir. A nadie le interesa si va a llover o si hace calor, lo que realmente nos interesa es que desaparezcan las inquietudes e instintivamente sabemos como hacerlo.

¿No te ha ocurrido alguna vez la situación de subirte a un ascensor con un desconocido y que este se ponga a hablar y a hablar y te cuente todo lo que ha hecho durante el día con todos los detalles? “He ido al médico y me ha dicho que coma más verdura y que deje de fumar, estos médicos nos lo están prohibiendo todo. Hoy tendré que comer ensalada y blablabla…”

La verdad es que tu vecino sabe que te importa poco lo que él ha hecho y tampoco espera recibir ningún consejo milagroso por tu parte. Simplemente es alguien que se ha sentido inseguro y coartado cuando has subido y está intentando mandarte señales para que calmes tu “potencial agresión”.


Ciertamente, es muy curioso conocer como a pesar de la gran evolución que ha tenido nuestra mente durante miles y miles de años, conservamos algunas huellas de nuestros antepasados que pueden explicar algunos de nuestros comportamientos actuales. Evidentemente, no todas las situaciones son iguales y hay conductas que hoy por hoy no se pueden predecir o no podemos explicar, pero ahí está la magia de la ciencia, ¡En seguir investigando para seguir explicando!

Fuente: http://lamenteesmaravillosa.com/por-que-hablamos-del-tiempo-en-el-ascensor/

viernes, 28 de diciembre de 2018

Conquistarse a uno mismo

El alumno preguntó al maestro:

¿Cuáles son las palabras más sabias que puede transmitirnos?

El maestro respondió:
Podréis superar casi cualquier dificultad recordando SÓLO DOS FRASES.

– ¿Cuáles?
– La primera: Lo que es, es. La segunda: Lo que no es, no es.

El maestro prosiguió:

– Son muchos los que malgastan su tiempo concentrándose en lo que no es, preocupados por cosas que no son reales. Si algo es real, si ES, ya se trate de un sentimiento como la ira o un hecho como un descenso en las ventas, es una pérdida de tiempo desear que no lo sea. Lo que podemos hacer si algo es REAL, es ACEPTARLO tal como ES, y después decidir si queremos emplear la energía necesaria en intentar modificarlo. Una vez decidido, hay que poner toda la energía en las acciones que emprender. Esto es básicamente todo lo que hace falta para tener éxito en los negocios y en la vida.

Controlarse, dominarse, y conquistarse a uno mismo, son las claves del éxito o de una gran ventaja al menos, para afrontar una vida más gratificante y asumible. El autocontrol nos convierte en triunfadores, pero un triunfador no es solo aquel que compite, sobrepasa, y gana a los demás. Es también el que consigue controlarse y empieza y finaliza consiguiendo logros personales sobre sí mismo, siendo capaz de modificar sus hábitos tóxicos o perjudiciales, y a la vez siendo lo suficientemente dueño de sus actos, para enfrentarse a sus limitaciones y corregir sus repetidos errores.

En muchas ocasiones, situaciones y personas son diferentes a lo que nos gustaría que fueran. Nuestras emociones responden por nosotros ante ciertas circunstancias, y evidentemente no podemos elegir la emoción a expresar, pero si podemos dirigir nuestras reacciones emocionales, regularlas , controlarlas o momentáneamente modificarlas y buscar un equilibrio anímico y sentimental adecuado para manifestar una respuesta correcta.

Para controlar nuestro comportamiento y acciones, debemos primeramente ser capaces de reconocer el momento de asumir el control. El autocontrol guarda mucha relación con escoger las palabras, el momento y la actitud adecuada para obtener los resultados que buscamos.

Trabajar el control emocional precisa paciencia, talento y práctica. Nos será de gran utilidad analizar nuestras intenciones y luego plantear estrategias para emplear las acciones y las palabras adecuadas.

Trabaja mentalmente como mantenerte la calma durante una crisis, plantéate situaciones en las que podrías haberte beneficiado expresando emociones positivas, pregúntate ¿esta situación es verdaderamente tan terrible? No podemos considerar ninguna situación en sí misma como un problema. Lo que las convierte en problema es la ineficacia de nuestra respuesta.

Fuente: http://lamenteesmaravillosa.com/conquistarse-a-uno-mismo/


jueves, 8 de noviembre de 2018

¿Que hemos hecho los Padres?

El País, abril 2015:
Un alumno de 13 años mata con una ballesta y un machete a un profesor.

Fue la edad, los 13 años del niño, la que me recordó lo que sigue. Lo escribí hace ya 17 años, pero que creo que puede seguir siendo útil para los padres de hoy. Sólo he añadido 4 palabras (que encuadro).

¿Qué hemos hecho?
Jaime Fúster Pérez,
Psicólogo

Esta es la pregunta que se hacía uno de los colaboradores de una conocida tertulia radiofónica, cuando al hablar de la Ley Penal del Menor en 1998, se sorprendía de que se viese como posiblemente penal la infantil edad de los trece años.

 ¿Qué hemos hecho los padres?

Sencillamente hemos abdicado.

Hemos abdicado de padres y pretendido ser amigos, sin pensar que los amigos se eligen y los padres se precisan.

Hemos abdicado de fijar los límites de acción de nuestros hijos a su propia voluntad del momento.

Hemos abdicado de enseñarles cómo es la vida para mostrarles solo postales de color rosa.

Hemos abdicado de mostrarles como es la sociedad con que se van a encontrar, para engañarles con una total tolerancia e incluso lo que es peor, sumisión a todos sus deseos.

Hemos abdicado de estimularles al esfuerzo, dándoles la merienda antes de que la pidieran, llevándoles la mochila del cole sin que se hagan conscientes del peso innecesario que le van metiendo.

Hemos abdicado de que aprendan a compartir y nos hemos sacado el caramelo de la boca para que ellos lo chuparan, cuando sólo había uno.

Hemos abdicado de mandar cuando se precisa, haciéndoles pensar que así sería en su futuro.

Hemos abdicado de permitirles que vivieran alguna frustración, apoyándonos en una teoría que estuvo en vigor en los EEUU hace veinte años y ya está absolutamente desprestigiada y obsoleta, sin caer en la cuenta de que en la vida vivimos tantas frustraciones que aprender a soportarlas o a resolverlas es imprescindible. Y que nosotros podemos enseñárselo progresivamente.

Hemos abdicado en el Colegio para que allí tomen la responsabilidad de su educación sin pensar que es algo permanente, constante y que precisa la colaboración máxima de todos cuantos en ella intervienen.  Incluso de forma sistemática les hemos dado la razón cuando nos han dicho: “El profe me tiene manía” y les hemos defendido, de forma en ocasiones agresiva frente a los profesores, sin querer pensar en que normalmente los profesores no tienen manía y normalmente también, los niños hacen normales trastadas..

Hemos abdicado en la Tele, Ordenador y Juegos Virtuales, para que les entretengan y tener así nosotros más libertad, más tiempo, sin pensar o lo que es peor sin dar importancia a lo que allí ven: Series que no por ser de dibujos dejan de ser terriblemente agresivas, películas con personajes amorales que presentados como atractivos y simpáticos van a ser modelos para nuestros hijos, olvidando que los niños aprenden por observación.

Si tienen un mínimo de paciencia hagan este análisis, vean en un día cuantas proyecciones hay en las que no salgan asesinatos, odios, violaciones, robos. Se asombrarán. Y eso no es la vida pero de eso se aprende y se pasa a considerar normal.

Hemos abdicado de... hemos abdicado en... nuestra lista podría seguir larga, larga...Quizás podamos reflexionar. Quizás aún nuestra abdicación no sea definitiva y podamos volver a ser padres.

Realmente nuestro tertuliano se seguirá preguntando:
“¿Que hemos hecho?”

Valencia 1998-2015

jaimefp@gmail.com