La palabra alegría deriva del latín “alicer-alecris”, que significa “vivo” y “animado”. Una persona alegre es sinónimo de tener una visión positiva de la vida. Es una emoción que invade a toda la persona y facilita el bienestar y posibilita la creatividad y las relaciones interpersonales. La alegría nos hace más serviciales y al mismo tiempo más comprensivos con los demás y es un apoyo para seguir viviendo a pesar del sufrimiento o dolor; la falta de alegría nos hace más huraños, poco solidarios, intolerantes y una carga para el resto de la familia y amigos. También la alegría influye positivamente en el bienestar del cuerpo: facilita la relajación y es una defensa para las infecciones bacterianas o víricas.
La felicidad es un
estado de plenitud que por la propia naturaleza humana no se consigue en este
mundo (somos antológicamente insatisfechos); la alegría es el camino que nos
conduce a esa felicidad incompleta. Pero, debemos distinguir entre “estar
alegres” y “ser alegres”. La primera es una alegría que surge como consecuencia
de un acontecimiento positivo: aprobar un examen, tener un hijo o conseguir un
ascenso, por poner solamente algunos ejemplos. El “ser alegres” es la senda para
la felicidad. Es una forma de vivir y de discurrir por la vida. Implica
optimismo, visión positiva de la existencia y una gran vitalidad. Es una alegría
ontológica, no psicológica. La buena alegría, pues, no es la consecuencia de
algún acontecimiento externo (bienestar económico, excelente salud, etc.) sino
que es algo más. Es una actitud positiva ante la vida.
La celebración: alegrarse
juntos
Por otra parte, la
alegría, por su propia naturaleza no puede quedar dentro de nosotros, sino que
es expansiva y necesita ser compartida por otras personas. La pena puede
quedarse dentro de uno mismo, pero la alegría rebosa nuestro ser y se manifiesta
por la palabra, los gestos o las conductas.
Alegrarse juntos
significa que estamos celebrando algo: un éxito, haber conseguido una meta o el
inicio o final de un proyecto. Celebrar, pues, es exponer en común nuestra
alegría. Nadie celebra algo en la intimidad. Celebrar es sinónimo de compartir
la alegría.
“Esto hay que
celebrarlo” es una invitación a que el grupo exprese su alegría por el
acontecimiento feliz. De alguna manera, a través de la celebración se está
indicando que pese a las posibles discrepancias existen puntos de unión entre
los miembros del grupo.
“Estar alegres” o “ser alegres”, esa es la
cuestión. Con demasiada frecuencia buscamos el bienestar inmediato (el fácil
éxito, el ganar mucho dinero, etc.) para “estar alegres”, pero lo que realmente
nos conduce a la felicidad es el “ser alegres”: una forma de situarse en la vida
vitalista y positiva e intentando compartirla (celebrarlo) con los
demás.
Alejandro Rocamora Bonilla
Psiquiatra. Cofundador del TE
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