Hace muchos años que leí el libro de Eric Fromm ¿Tener o Ser? Como todos sabemos el autor plantea dos posibles posiciones del ser humano ante su meta por alcanzar la felicidad: la tendencia a poseer (casas, coches, dinero, etc.) o la tendencia desarrollar todas sus posibilidades (psicológicas, sociales, etc.). Ambas parecen excluyentes. Esta disyuntiva me ha cuestionado durante muchas etapas de mi vida: ¿soy feliz porque tengo más dinero, más poder, más sabiduría? ¿es necesario no-tener para ser?, ¿se puede ser feliz “teniendo”?, ¿el “ser” es sinónimo de felicidad? Preguntas que no tienen una respuesta sencilla.
A veces, ese dilema se repite en nuestra existencia. Y optamos por una u otra solución. Podemos contemplar la vida como una larga carrera por poseer: tenemos casas, coches, cultura, etc… hasta nos reservamos un lugar en el cementerio. Hablamos de “mi dentista”, “mi profesor”, “mi peluquero”. Es como si esos títulos de propiedad nos hicieran más fuertes, más importantes, incluso más felices. Por el contrario, si nos preocupamos por desarrollar nuestras capacidades (solidaridad, respeto al otro, valoración de uno mismo y de los demás, la creencia en el otro, etc.) entonces somos gente rara, que no sintoniza con la cultura del siglo XXI.
K. Horney señala que los rasgos neuróticos de nuestro tiempo son: la dificultad de dar y recibir cariño, la falta de valoración de sí mismo y la agresividad. Son, por otra parte, las caras invertidas del “Ser”. Para compensar esas deficiencias el hombre moderno tiene una salida: poseer. “Cuánto más tenga más me querrá la gente, más seguro me encontraré y no tendré que destruir al otro”. De esta forma el “tener” es un antídoto contra la infelicidad. Aunque luego la realidad es otra: la seguridad que provoca la posesión es ficticia, pues no se cimienta en uno mismo sino en circunstancias externas; cuando éstas fallan, y pueden fallar, todo se viene a pique.
El adulto neurótico, respecto al tener, será aquel que desee poseer para neutralizar su impotencia (tapar su inseguridad o su frágil personalidad) o su baja autoestima. El axioma de nuestro tiempo podría formularse así: “es necesario tener más para ser admirado y envidiado, aunque no querido”. El consumismo podría tener estos orígenes. En definitiva, el afán de consumir y de poder pretenden esa doble finalidad: ser escudo ante la propia indefensión y protegerse ante la desvalorización de los demás.
Lo sano estaría en la línea de saber “Tener” para posibilitar el desarrollo de nuestras potencialidades. Así: el deportista incrementa sus cualidades físicas, el intelectual crece en su capacidad de saber y el obrero se perfecciona en su profesión. Podemos concluir que el afán normal de “tener” se vincula siempre al bienestar personal, familiar o a una idea científica o religiosa; en cambio, el afán neurótico se cimienta sobre la propia inseguridad, el sentimiento de inferioridad o la angustia de la envidia. En palabras de K. Horney podemos afirmar que “el afán normal de poderío nace de la fuerza; el neurótico de la debilidad”.
La tercera vía
El propio Eric Fromm modificó su pensamiento, en un libro póstumo: “Del tener al ser”, donde matiza su pensamiento anterior llegando a la conclusión de que todo “Tener” implica un “Ser” y todo “Ser” necesita un “Tener” para existir. Para ello distingue entre propiedad funcional y propiedad no funcional. La primera indica una necesidad primaria del ser humano. Es necesaria para llevar una vida digna. No podemos vivir sin unos mínimos recursos: comida, vestido, hábitat, etc. Es lo que podemos llamar propiedad para uso. Esta propiedad si favorece el Ser y posibilita un desarrollo y crecimiento psicológico del individuo, sin poner falsos cimientos, ni apoyarse en tierras movedizas como cuando lo que se pretende es tener más y más.
Pero también existe la propiedad no funcional donde la finalidad primaria y última es poseer, como trampolín para sentirse más seguro, libre e independiente o para mitigar otras carencias, como la falta de resortes para resolver los conflictos cotidianos. Este tipo de propiedad satisface las necesidades enfermizas provocadas y estimuladas por nuestra sociedad de consumo.
Un bello pensamiento lo sintetiza: “ante una rosa uno puede disfrutarla contemplándola (SER) o cortarla para poseerla (TENER)”. La buena solución será disfrutarla-teniéndola, aunque sea por menos tiempo.
ALEJANDRO ROCAMORA BONILLA
Psiquiatra-Cofundador del TE
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