Desde Hipócrates (El tratado de los aires, las aguas y los lugares) se ha relacionado el ecosistema con el comportamiento humano. Es decir, existe el prototipo del "hombre de montaña", "el hombre de mar" o el "hombre de la ciudad", todos ellos influídos por la interacción con su medio ambiente. Este es el que determina el carácter del individuo, o al menos, es una piedra fundamental del mismo.
Pero no fue hasta finales del siglo XIX (E. Haeckel, en el año 1866) donde surgió el nombre de ecología, como ciencia de las relaciones de los seres vivos con su entorno. Desde entonces se han descrito dos tipos de personalidades básicas en relación con el medio en que viven: el hombre rural y el hombre urbano.
El primero inmerso en un lugar reducido, donde las relaciones son cálidas y próximas, y los "roles" están muy marcados: existe una jerarquía, no establecida por leyes escritas, pero sí por el mismo devenir de la vida. Funciona al ritmo que marca la naturaleza: el día y la noche; el frío y el calor, la lluvia y el sol, son sus puntos de referencia. La preocupación no surge de los otros, sino de los ritmos de la naturaleza. La felicidad se centra en si lloverá o hará sol, o si la cosecha no será arrasada por el granizo. La propia naturaleza marca el paso.
Por el contrario, el hombre urbano, no depende en nada de las circunstancias atmosféricas (trabaja igual los días de lluvia o de sol) y solamente está preocupado por la previsión metereológica, en relación con la "estampida" de los fines de semana. Las relaciones son más distantes, e incluso se escuda en el anonimato para acentuar más su individualidad. Eso sí se ha hecho un experto en descubrir las posibles zancadillas del otro que vive junto a él (vecino o compañero).
De forma sintética, podemos decir que la gran lección que nos transmite la naturaleza es que la adaptación es el principio básico de la felicidad. Una adaptación entendida en un doble movimiento: transformación y cambio de uno mismo, y de la circunstancia que ha producido el desequilibrio y consiguientemente la angustia. Repasemos las tres lecciones más importantes:
1. - Conseguir la armonía dentro de la diversidad: es la lección principal: la lluvia y el sol, la montaña y la llanura, el día y la noche, el frío y el calor, configuran un conjunto diverso, pero armónico. En eso consiste la felicidad: en la capacidad de armonizar las situaciones más diversas: vida y muerte, salud y enfermedad, alegría y tristeza. Si lo diseccionamos y nos quedamos con un sólo aspecto (generalmente el más negativo) facilitaremos la aparición de vivencias adversas: depresión, ansiedad, etc.
2. - La necesidad del ritmo: en la naturaleza no existe el estrés: todo está medido y programado, incluso los grandes fenómenos climatológicos: cuando aparece la "tormenta" después viene la calma. Deberíamos copiar ese movimiento rítmico de la naturaleza. El hombre, por contra, a veces no sabe parar y solamente descansa con más trabajo. Incluso su contacto con la propia naturaleza lo convierte en trabajo y en definitiva en estrés. Un ejemplo: la persona que en los fines de semana se marcha a la casa que tiene en el campo, pero no disfruta ni del sol ni del paisaje, pues tiene que podar los árboles, cortar el césped, plantar unos rosales y todo ello en un tiempo record, pues hay que volver pronto para no encontrar la caravana de regreso. Esa persona se ha puesto en contacto con la naturaleza pero lleva el mismo traje de la gran ciudad: las prisas.
3. - Todo es aprovechable: en la naturaleza no existen "buenos" ni "malos". Todo está al servicio del universo, en general. Tanto el águila imperial, como el pajarillo del bosque, o el gusano de seda, todos son necesarios para mantener el equilibrio ecológico. Los hombres deberíamos aprender que la dicotomía entre tontos e inteligentes, blancos y negros, amo o criado, por poner sólo algunos ejemplos, no tiene sentido. Cada uno de nosotros tenemos una misión que cumplir en este gran universo que es la tierra: nadie es imprescindible, pero todos somos necesarios para que el universo humano siga adelante. El gran reto es que cada uno de nosotros debe encontrar su sitio y comenzar a elaborar su propia felicidad, ya sea en el campo o en la gran ciudad.
ALEJANDRO ROCAMORA BONILLA
PSIQUIATRA.COFUNDADOR DEL TE.
En la naturaleza existe el estres, el estres bueno que dicen los sicologgos, el que nos hace huir del fuego, de un predador, de la tormenta.
ResponderEliminarEl estres es vital para la supervivencia.
Javier ( PalenciaI