Si sirviera de algo acumular objetos, ropa, cosas materiales… con el fin de recordar momentos (que ya forman parte de nuestro pasado) o de usarlos en un futuro (que no existe por definición).
Si llenar los estantes de libros sin leer en espera de mejor ocasión (que nunca llega) consiguiera garantizarnos más años, días o minutos de vida para hacerlo.
Si posponer decisiones o acciones hiciera que se tomaran o se resolvieran por sí solas sin el consiguiente enfrentamiento y desgaste personal.
Si escondernos y huir de lo que no nos gusta, de lo que no queremos ver porque duele, lograra que lo dañino desapareciera de nuestro mundo y de nuestra vida de forma mágica y misteriosa.
¡Si todo esto sirviera para algo…! ¡Si hubiera alguna justificación…!
Pero mientras nos entretenemos con ello la vida sigue su curso –independientemente de cómo vivamos- y en un momento dado se acaba, sorprendiéndonos en aquello que estábamos: acumulando, posponiendo, huyendo, durmiendo o tocando la guitarra.
Entonces caemos en la cuenta del error de no haber vivido en PRESENTE, de haber pasado por este mundo aferrados a viejas batallas o preparando futuras glorias.
Y aparece clara una conclusión: todo lo que no se haya dado y compartido, lo que no se dijo y lo que dejamos de hacer, se ha perdido. Irremediablemente.
M.E.Valbuena Gutiérrez
Voluntaria del TE
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