Entrar en un ascensor es algo que hacemos casi a diario,
sobre todo los que vivimos en un piso. Aunque sea algo muy cotidiano y rutinario
sigue siendo para la mayoría de la gente una experiencia un tanto
incómoda cuando tienes que compartir ese pequeño habitáculo con más
gente.
Aparte de convertirse en un momento un
poco claustrofóbico, la situación es rara porque muchas veces no
sabes qué decir, qué cara poner o cómo colocarte. Es más, siempre que
podemos –esto lo hacemos todos- corremos para poder cogerlo a solas y no tener
que subir o bajar con nadie más. Qué tontería, ¿Verdad?. Pues la realidad es que
esa incomodidad puede ser explicada por la psicología social y la
psicología evolutiva.
Normalmente, cuando interactuamos con otra persona con la que no tenemos
confianza, mantenemos una distancia socialmente adecuada, que
suele ser de un brazo aproximadamente. Esto no es posible en un ascensor
común y menos cuando hay más de dos personas y tenemos que ir apretados
por obligación. Esto ya nos pone un poco nerviosos e inquietos porque no
es nuestra tendencia natural.
Nuestro comportamiento entonces se vuelve extraño y suele
consistir en mirar a la pantalla en la que se van reflejando los números de los
pisos por los que vamos pasando, esperando con impaciencia a que llegue el
nuestro. O bien, miramos al techo, al suelo, a la pared, a un cartel que ponga
“300 kg 5 personas máximo”. Ahora la gente también recurre a su
móvil aunque no esté mirando nada en concreto, pero puedes
refugiarte en él y evitar el contacto visual con el resto de
los pasajeros.
Pero, ¿Por qué queremos evitar ese contacto?
Parece ser que estas conductas de evitación que acabamos de describir
responden a una reacción automática e instintiva grabada en nuestro
cerebro tras miles de años de evolución. Según las investigaciones del
psicobiólogo Dario Maestripieri de la Universidad de Chicago, las
convivencias en lugares muy reducidos han sido sede de encuentros hostiles y
violentos desde el origen de la humanidad.
Las personas podían desencadenar comportamientos agresivos y evitar el
contacto ocular, que supone una protección frente a los otros y una manera de
evitar esas posibles situaciones violentas. Como digo, esto tiene un origen
evolutivo. Evidentemente en la actualidad esto no ocurre, pero seguimos
usando ese mecanismo al igual que seguimos usando la ansiedad como alarma cuando creemos estar frente a un
peligro.
Este investigador realizó un experimento con monos
Reshus en la que comprobó que estos animales se comportan de manera muy
parecida a como nos comportamos nosotros en espacios pequeños. Cuando se
colocaban dos monos en un espacio reducido, tendían a ponerse cada uno en una
esquina, lo más alejados posible. Se mueven con cuidado, evitando el
contacto visual y evitando también reacciones que puedan indicar al otro que va
a ser atacado o que se va a producir un momento violento.
Llega un momento en el que alguno de los monos le manda señales al otro de
que no tiene nada que temer y de que no tienen ningunas intención hostil para
con él. Los monos suelen enseñarse los dientes entre ellos como señal de amistad
y de que todo está bien, de que no tienen intenciones de pelear. Este
gesto de “enseñar” los dientes se considera el precursor evolutivo de nuestra
sonrisa.
En el ascensor, nosotros también necesitamos llevar a cabo conductas
de aproximación con las que romper el hielo y decir que vamos en son de
paz. Puede ser sonreír o simplemente comentar: “Parece que hoy va a
llover, ¿No?” Este simple gesto ya provoca que se liberen las
tensiones entre los pasajeros o vecinos que viajan en el ascensor. El
viaje incluso parece más corto.
La necesidad de socializar y de comunicación en los humanos es innata y nos
ayuda a sobrevivir. A nadie le interesa si va a llover o si hace calor,
lo que realmente nos interesa es que desaparezcan las
inquietudes e instintivamente sabemos como hacerlo.
¿No te ha ocurrido alguna vez la situación de subirte a un ascensor con un
desconocido y que este se ponga a hablar y a hablar y te cuente todo lo que ha
hecho durante el día con todos los detalles? “He ido al médico y me ha dicho que
coma más verdura y que deje de fumar, estos médicos nos lo están prohibiendo
todo. Hoy tendré que comer ensalada y blablabla…”
La verdad es que tu vecino sabe que te importa poco lo que él ha hecho y
tampoco espera recibir ningún consejo milagroso por tu parte. Simplemente es
alguien que se ha sentido inseguro y coartado cuando has subido y está
intentando mandarte señales para que calmes tu “potencial
agresión”.
Ciertamente, es muy curioso conocer como a pesar de la gran evolución que ha
tenido nuestra mente durante miles y miles de años, conservamos algunas
huellas de nuestros antepasados que pueden explicar algunos de nuestros
comportamientos actuales. Evidentemente, no todas las situaciones son iguales y
hay conductas que hoy por hoy no se pueden predecir o no podemos explicar, pero
ahí está la magia de la ciencia, ¡En seguir investigando para seguir
explicando!
Fuente: http://lamenteesmaravillosa.com/por-que-hablamos-del-tiempo-en-el-ascensor/
Fuente: http://lamenteesmaravillosa.com/por-que-hablamos-del-tiempo-en-el-ascensor/