jueves, 26 de marzo de 2015

La ansiedad: ¿enemiga o aliada?

La ansiedad es un estado de alerta que nos informa de amenazas importantes. “Es un mecanismo universal, se da en todas las personas, es normal, adaptativo, mejora el rendimiento y la capacidad de anticipación y respuesta. La función de la ansiedad es movilizar al organismo y mantenerlo alerta y dispuesto para intervenir frente a los riesgos y amenazas, de forma que no se produzcan o perjudiquen. La ansiedad pues, nos empuja a tomar las medidas convenientes (huir, atacar, neutralizar, afrontar, adaptarse, etc), según el caso y la naturaleza del riesgo o del peligro”
Ciñéndonos a esta definición, debemos considerar la ansiedad como un factor totalmente positivo para nuestro rendimiento personal, pero… ¿En qué medida tener ansiedad resulta siempre beneficioso?
La ansiedad en dosis moderadas resulta una herramienta totalmente útil para poder afrontar situaciones de riesgo y peligro que nos amenazan, nos ofrece la capacidad de movilizarnos para realizar una de las conductas anteriormente explicadas.
Cuando nos encontramos en un momento ansioso, más conocido como “Ataque de ansiedad”, solemos experimentar síntomas del tipo:
– Palpitaciones
– Sudores fríos
– Aceleración del ritmo cardíaco
– Malestar corporal
– Angustia
– Insomnio
– Falta de atención en el resto de cosas de alrededor
Todos estos síntomas y muchísimos más aparecen en ese preciso instante, pero ¿Cual es la razón de sentir todas estas sensaciones corporales?
Pues bien, debido a que la ansiedad te prepara generalmente, para luchar o huir en una situación de peligro, el cuerpo necesita encontrarse totalmente libre de cualquier carga innecesaria que le provoque ralentizar su objetivo, por lo tanto, el cuerpo comienza a eliminar todas aquellas “sustancias” que le son molestas o innecesarias para poder actuar con normalidad.
Otro dato curioso a destacar, es el hecho de que cuando experimentamos un momento de ansiedad, somos incapaces de centrarnos en varias cosas a la vez, o de centrarnos en las cosas que están ocurriendo a nuestro alrededor y que no tienen nada que ver con el origen de nuestra ansiedad.
Un claro ejemplo sería el hecho de que cuando experimentas un ataque de ansiedad o un momento ansioso, si alguien te hablase en ese momento preguntándote cualquier cosa, tu atención sería prácticamente nula al respecto, ya que, tu cuerpo preferiría estar centrado en aquello que te la está provocando para saber cómo debe actuar.
Por todo ello, la ansiedad siempre se ha considerado un trastorno de gran interés dentro del mundo de la psicología y además, uno de los más importantes que se deben conocer a la hora de tratar con un paciente que acuda por cualquier tipo de problema, ya que, todos los humanos, experimentamos ansiedad a lo largo de nuestra vida y nosotros, como profesionales, debemos dominarla por completo para poder explicarles por qué les ocurre, cómo les ocurre, y cómo pueden aliviarla.
Autor: Andrea Mezquida Ortega, Psicóloga Clínica y colaboradora del Teléfono de la Esperanza de Valencia

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