sábado, 29 de noviembre de 2014

El Cerebro Femenino. LOUANN BRIZENDINE

Con su larga y elegante cabellera roja enmarcando su faz de ardillita, unas coquetas gafas de pasta a juego y alguna que otra pícara broma, la doctora Louann Brizendine recuerda a algún personaje característico de las inteligentes películas de Woody Allen. Aunque quizá ocurra al revés y sea el cineasta quien encuentre en ella materia de guión. Porque Brizendine, que enseñó en Harvard antes de instalarse en San Francisco, donde es profesora de neuropsiquiatría en la Universidad de California, ha puesto a discutir a hombres y mujeres de su país con su polémico libro El cerebro femenino (RBA). En él defiende textualmente que "los cerebros masculino y femenino son diferentes por naturaleza". Esta tesis enerva a las feministas clásicas, partidarias de teorías más igualitaristas, pero también saca de quicio a los machistas porque la doctora sostiene que los cerebros de ambos sexos son diferentes, pero que el femenino tiene algunas ventajas.

¿Qué ha cambiado para que los médicos y los investigadores conozcan cada vez mejor el funcionamiento de nuestro cerebro?
Actualmente disponemos de nuevas tecnologías como la resonancia magnética funcional, que permite a los científicos tomar imágenes de nuestros cerebros vivos y en pleno funcionamiento mediante un escáner cerebral.

¿Cuándo empiezan a apreciarse las diferencias cerebrales entre hombre y mujer?
El cerebro original del feto es unisex hasta las 8 semanas de gestación, cuando en los futuros niños aparecen los testículos, que empiezan a bombear grandes cantidades de testosterona y marinan los circuitos cerebrales con ella, matando algunas células en los centros de comunicación y haciendo crecer otras en los centros sexuales y de agresión. Y se dan fenómenos como, por ejemplo, que en el área cerebral que rige el impulso sexual en los niños las células se multiplican, como mínimo, por dos. En cambio, el cerebro femenino no está perturbado por la testosterona -risas- y sigue creciendo tranquilamente. Una consecuencia para los fetos femeninos es que sus células cerebrales desarrollarán más conexiones en los centros de comunicación y en las áreas que procesan la emoción.

¿Por eso se dice que los hombres piensan mucho más en el sexo que las mujeres?
Entre los 9 y los 15 años, en los chicos la testosterona se multiplica por veinte o por veinticinco. Biológicamente, ese cambio es enorme, es como si experimentaran una sobrecarga eléctrica. Empiezan a tener fantasías con partes del cuerpo femenino y con actos sexuales. Es la época en que los chicos no querrán hablar con su madre y simplemente se encerrarán en su habitación para sus cosas. En las chicas, en cambio, el impulso sexual se manifestará en la necesidad de mostrarse atractivas en su apariencia externa. Quieren ponerse guapas, utilizar maquillaje, comprar mucha ropa... La tarjeta de crédito de los padres se resentirá. Dos días antes de la ovulación es cuando las mujeres se muestran más seductoras, tratando de atraer la atención de los hombres. La madre naturaleza lo hizo así para que se queden embarazadas.

"Los chicos piensan más en el sexo porque entre los 9 y los 15 años su nivel de testosterona se multiplica por 20"

¿Leyendo el libro, a un hombre le puede parecer que el cerebro femenino es superior.?
Parece tan superior porque tenemos mejor inteligencia emocional: el hipocampo de la mujer es ligeramente más grande y es el que registra los datos emocionales. Si usted se pelea con su esposa, dentro de diez años ni siquiera se acordará de la discusión, pero ella no la olvidará nunca. Quedará firmemente registrada en su hipocampo, que es como su disco duro. Así que hombres y mujeres tenemos un hardware diferente. Un segundo aspecto en el que nuestro cerebro es superior es en el número de neuronas espejo para la empatía: las mujeres tienen más y son más activas, de manera que nos permiten ponernos en la piel de la persona con la que nos comunicamos mejor que los hombres. Los psicólogos evolucionistas creen que esto se deriva de que, a lo largo de millones de años, las mujeres hemos aprendido a interpretar las emociones del bebé que no habla: nos vemos obligadas a leer los matices emocionales en la expresión no verbal del recién nacido, porque es un factor esencial para su supervivencia.

Me gustaría que se pronunciara sobre mi anterior pregunta de forma más taxativa: ¿el cerebro femenino es superior?
En ciertos aspectos, como la captación de matices emocionales y la empatía, claro que sí -pronuncia estas últimas palabras en castellano, con convencimiento-. Dicho esto, es importante entender que el cerebro masculino hace las mismas cosas que el nuestro, y que, al revés, las mujeres también somos capaces de alcanzar conductas idénticas en aquellos aspectos a los que el cerebro masculino dedica mayor espacio: podemos llegar a tener tanto deseo sexual como los hombres. En cuanto a los coeficientes de inteligencia, el promedio de hombres y mujeres es el mismo. Sabemos por la experiencia que todos podemos ser artistas, astronautas o políticos indistintamente.

Parece que la causa de la mayor inteligencia emocional femenina se halla en que ustedes están dominadas por la hormona del estrógeno, mientras que los hombres estamos más conducidos por la testosterona.
Las hormonas en todos los animales, incluso en los invertebrados, tienen como misión crear una propensión para la conducta. Los circuitos del cerebro femenino se forman en el feto y, cuando llega la adolescencia, los mecanismos de la fertilidad lanzan contra estos circuitos oleadas de dos hormonas: estrógeno y progesterona. Por ello, cada día es muy distinto para el cerebro femenino respecto al anterior. Quizás esta sea la razón de que los hombres digan que no entienden a las mujeres y que son un misterio. Pero lo cierto es que no cambia el yo de la mujer, no se modifica su identidad, pero sí su propensión hacia un comportamiento u otro. Es como si el yo femenino se colorease cada día con una tonalidad diferente.

Usted llama la atención sobre el importante problema de la depresión postparto.
Un 10% de las mujeres la sufre durante el año posterior a haber dado a luz y muchas veces ni siquiera se les diagnostica. La mayoría de esas enfermas, cuando tienen los síntomas, sólo van al ginecólogo, o acuden al psiquiatra demasiado tarde y ya se les ha pasado. En el período que va entre los 8 y los 12 días después del parto, todas las madres padecen una especie de síndrome de abstinencia porque ya no tienen al bebé dentro. Es el momento en que las hormonas se reajustan en su cuerpo, después de que la producción de estrógeno y progesterona baje de forma muy acusada en el momento del parto. Por eso muchas madres en esos días lloran por cualquier razón. Después, el reajuste hormonal devuelve el equilibrio en el 90% de los casos, pero queda un 10% que no lo consigue y esas madres son las necesitadas de tratamiento. 

¿Cuál es su recomendación para ellas?
Que vayan al psiquiatra. Si el cerebro no realiza un ajuste automático de sus componentes neuroquímicos, ahora contamos con fármacos como las serotoninas para ayudarlas a conseguirlo. La madre no puede estar deprimida cuando cuida al bebé.


¿El psicoanálisis ha dejado de ser válido?
El problema es que se sigue aplicando igual que cuando se creó hace un siglo, no ha evolucionado. Puede ayudar en ciertos problemas psicológicos, pero el 80% de los pacientes son mujeres que van a que las traten de la frigidez y hoy es una irresponsabilidad buscar una explicación psicológica a eso: la frigidez es un problema hormonal. Antes los psiquiatras no medían los niveles endocrinológicos de la mujer, pero ahora sí lo hacen y pueden diagnosticar la solución neuroquímica. Es una crueldad llevar a una mujer frígida al psicoanalista.

Usted sostiene que las mujeres tienen mayor competencia lingüística que los hombres. En la primera edición de su libro incluso daba cifras espectaculares que luego retiró. ¿Qué piensa hoy sobre este delicado asunto?
Las mujeres suelen hablar más en el contexto de un escenario social, como la vida doméstica, donde pueden charlar dos o tres veces más que el hombre, pero en otros escenarios, como el trabajo o una reunión de negocios, pueden hablar menos que los hombres. Así que pienso que el contexto de cada estudio es importante. Por ejemplo, en una primera cita romántica cuando el hombre está fanfarroneando para tratar de impresionar a la mujer, ¡es capaz de no dejarla hablar en ningún momento!

Psiquiatra y madre en la vida.
Brizendine fue en su juventud una feminista sesentayochista "de primera ola". Cuando tuvo un hijo como madre soltera, quiso darle una educación no sexista que incluía intentar que jugara con muñecas: "Lo malo es que les arrancaba las piernas y las usaba como cuchillos. Los niños necesitan luchar y ser superhéroes; en cambio, recuerdo el caso de una niña cuyos padres querían que jugase con camiones; y, sí, jugaba acunándolos en sus brazos".
Hoy Brizendine, que tiene una clínica de terapia hormonal, sigue viviendo experiencias muy particulares con su hijo John, convertido en un mocetón de 2 metros de altura pero con sólo 70 kilos de peso. "Las madres necesitamos ver que nuestros hijos se alimentan" dice, "y si no lo hacen, nos sentimos rechazadas". Un día le dije a John que comiera más y me contestó muy seriamente: Mamá, no es que no te quiera, es simplemente que no tengo hambre. Así es el hijo de una psiquiatra: "aprende tu jerga y la usa contra ti". Quizá por eso, para entender a sus hijos y a otros hombres, Brizendine acaba de firmar el contrato para escribir el libro que le faltaba: "El cerebro masculino", recientemente publicado.

Fuente http://www.muyinteresante.es/historico/articulo/louann-brizendine

Publicado en Muy Interesante 26/02/2013

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