viernes, 11 de julio de 2014

NIÑOS SIN ROSTRO

Hace ya algún tiempo, los medios de comunicación se hicieron eco del “Niño sin rostro”. Había aparecido, por rarezas de la naturaleza, un niño en cuya cara le faltaba un ojo y una oreja. Los padres y médicos especialistas estudiaron, con dedicación y esmero, los medios para componer ese fallo y salvar el rostro desfigurado del niño.

En otro orden de cosas, no es uno ni dos los niños y niñas que crecen con estos síntomas o parecidos. Son muchos, por desgracia, los niños y adolescentes sin rostro. Niños que no saben a quién seguir o a quién parecerse. Sólo encuentran modelos fugaces, como el héroe de la película o del programa de temporada. Crecen sin saber quiénes son y para qué viven, sin modelos de identificación. Las marcas de nuestros adolescentes son las de su ropa y calzado.

Este fenómeno social de niños sin rostro definido, no es menos alarmante que “el niño sin rostro” que fue noticia. Resultado de esta seudo pedagogía, que con frecuencia se lleva hoy, es el fenómeno del botellón y el de los alucinantes, las pastillas de diseño; una vida sin sentido, en búsqueda de sensaciones fuertes el fin de semana, que a veces terminan trágicamente.

Está demostrado que para ser y crecer como persona, no basta que el niño esté rodeado de cosas estimulantes y halagadoras. La persona del niño necesita de otras personas. El Yo necesita del contacto con el tú. El muchacho reclama acompañantes y guías para forjarle en su seguridad, en la confianza y en el aprecio a si mismo y a los demás. Alguien a quien imitar, como punto de partida, e ir configurando su rostro para llegar a ser él mismo. El niño de principio vive de prestado y aprende copiando.    

Hoy se insiste en la educación en valores; pero los valores por si mismo, descarnados no atraen. Necesitan valores vividos, visualizados en las personas con las que convive. No necesita padres y maestros perfectos, pero sí imitables, que les orienten, en vez de lo contrario.

Ayudemos a nuestros chicos a definir su rostro. Algunos de ellos deciden ser los malos de la clase, para hacerse de valer entre sus compañeros. Así como suena. Cuidemos el rostro de nuestros hijos. Ellos suelen reflejar algunos rasgos físicos del padre o de la madre; tampoco ha de importarnos dejar nuestra impronta espiritual de nuestros hijos. ¿O prefieres que sean otros extraños los que marquen el perfil de tus hijos? Dios nos creó a su imagen y semejanza y no por eso nos ha privado de la capacidad de ser originales.

Teniendo buenos modelos que imitar, es como ellos alcanzarán a ser niños y personas con rostro, a ser ellos mismos.
                                            

Miguel Ros Gallent, Capuchino
Orientador Familiar del TE de Valencia

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