domingo, 1 de junio de 2014

EDUCAR PARA LA CONVIVENCIA


UNA ASIGNATURA OLVIDADA, EDUCAR PARA LA CONVIVENCIA

Una asignatura olvidada nos hace tropezar y sentir mal. ¿De qué se trata? Me explico.

El desarrollo económico y el nivel material, por lo general, va subiendo en nuestras familias y en nuestros pueblos. Igualmente podemos afirmar del nivel cultural: Todo el mundo estudia. ¿Y el nivel de convivencia social? No es un atrevimiento ni una acusación decir que hay un desfase actual en nuestra sociedad entre desarrollo económico y cultural y progreso humano-social. Es algo que se palpa en la calle. No es raro escuchar: "No hay educación", o bien, "se ha perdido el respeto". A veces se llega a concluir: "Tenemos más cosas que nunca; pero no somos más felices que antes". También las noticias y los sucesos perturbadores de la convivencia empañan el horizonte, como pájaros negros que nos amenazan. ¿Qué está pasando?
    
Por supuesto que hay una pérdida de valores morales y sociales,  que cada vez es más alarmante. Pero en esta ocasión sólo quiero referirme a algo tan sencillo y primario como es la educación en la convivencia diaria.
    
Los que fuimos niños hace algunos años usábamos en la escuela una cartilla de urbanidad, que de vez en cuando la abríamos, en algún rato de clase, y observábamos las viñetas y leíamos el texto, seguido de las explicaciones y el diálogo entre el maestro y los alumnos. Esta sencilla asignatura era como la gota de aceite que lubricaba las ruedas de nuestra convivencia diaria de unos con otros... Puede que, en ocasiones, la urbanidad fuera superficial y quedara en mera y fría cortesía; pero de lo que se trata es de que sea vehículo de respeto y amor: esa es la verdadera urbanidad, la buena educación, los buenos modales. Así entendida la urbanidad, educación, son como los guiños del respeto y las flores del amor.

Entre otras cosas, se nos enseñaba a respetar a los ancianos, a no maltratar a los animales, a no pelearnos ni insultar a los compañeros, a saludar a la gente y dejar la acera o el asiento a los mayores; a no tirar al suelo los papeles ni los desperdicios como la piel de plátano... Con el paso del tiempo se convertía en un hábito, en algo natural en nosotros los niños...

Hoy día hemos avanzado mucho, hemos adelantado que es una barbaridad; pero la convivencia se está deteriorando, porque, además de la pérdida de valores, hemos olvidado esta asignatura sencilla, pero vital. Ser educado supone y es amor por las personas, las cosas y por la vida.

Opino que en la familia y el colegio hemos de escuchar este clamor y tenerlo en cuenta a la hora de proponernos educar. Educar, como sabemos, es precisamente sacar lo mejor de cada uno y ponerlo al servicio de los demás. No se trata de aprender muchas cosas, sino, como tantas veces se dice: educar para la vida. Sentémonos algún rato a repasar con los niños y los jóvenes la actual cartilla de Urbanidad o Educación: el respeto y el amor a la vida.
        
Un ejemplo de cómo lo que tenía que ser normal, nos sorprende:

Hace unos días pasé por los grupos de catequesis de la parroquia, interesándome por un niño uruguayo que acababa de incorporarse. Me acerqué a la catequista y al preguntar, me dijo entusiasmada: "He atendido a la madre y su hijo Cristian. ¡Qué maravilla de madre y de hijo! Me ha impresionado su trato y educación.

¿Será que esa madre y ese niño son de los de antes? o ¿Será que siguen repasando la "cartilla" actualizada?

MIGUEL ROS
Capuchino y Orientador Familiar del TE de Valencia

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